jueves, 23 de julio de 2015

La muerte del Doctor Zhivago

Conocí la noticia de su muerte a través de una emisora de radio francesa: "L'acteur égyptien de légende Omar Sharif, star de films classiques tels que Lawrence d'Arabie et Docteur Jivago est mort ce vendredi...". Sharif falleció de un infarto, al igual que en el final de Zhivago, cuando, a través de las ventanillas de un triste tranvía de Moscú, cree ver al amor de su vida, Lara. Angustiado, golpea repetidamente la ventanilla para descender y alcanzarla pero, una vez en la calle, al correr tras la mujer que se aleja, las paredes de su corazón, frágiles como el papel, se quiebran, cayendo fulminado en la acera, sin poder despedirse de ella por última vez.


Los ojos de Sharif, los de Yuri Zhivago, son los de un testigo imparcial: nunca juzgan ni recriminan, sólo miran con amor o curiosidad. Su personaje no toma partido por la historia y a duras penas decide sobre su propia existencia, casándose, casi por inercia, con una joven de buena familia a la que no ama, Tonya, y portando consigo una balalaika que nunca aprenderá a tocar. Zhivago, con alma de poeta más que de doctor, es un hombre bueno, ingenuo e infantil cuya vida choca con dos fuerzas arrolladoras: la Revolución Rusa y una mujer excepcional, Lara. Ni para una circunstancia -la Historia- ni para la otra -Lara-, está preparado. Zhivago pasa por la vida sin mancharla... casi sin ser plenamente consciente de lo que está viviendo. 


A un hombre así, tan alejado del héroe, sólo puede depararle una muerte anónima y absurda, rodeado de desconocidos en una acera, a pocos metros de un amor perdido al que dejó escapar en un trineo tirado por dos caballos negros que se perdió en la inmensidad de la estepa. No existe escena más desgarradora en la Historia del Cine.

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