Cerrado por vacaciones en el mar. No más vicios hasta septiembre.
A contraquerencia de los tiempos. Este es un lugar pasado de moda, irremediablemente demodé; como una taberna aislada en la era de los pubs y las discotecas: vacía, silenciosa, sombría, con el dueño acodado en la barra, ataviado con su mandil, entre el olor a madera y vino. Este blog es como esa taberna, condenado a desaparecer.
miércoles, 5 de agosto de 2015
martes, 4 de agosto de 2015
El secreto de Azpeitia
Al caer el segundo toro, los huecos que quedan libres en los tendidos de Azpeitia se llenan de niños. Un sitio vacío no vale nada. En cambio, después de vivir una feria como los San Ignacios de 2015, es muy probable que alguno de esos críos se haga abonado el día de mañana. En el peor de los casos, respetará las tradiciones de su pueblo porque las ha conocido desde dentro.
El modelo de gestión de Azpeitia es impecable: carteles que se salen del cliché de la previsibilidad, ganaderías que aportan un tremendo espectáculo, toreros con hambre que arrean, una empresa que premia a los triunfadores, una plaza con personalidad y un público agradecido.
Paco María picando a un Cuadri (Foto: Tierras Taurinas)
Con estos mimbres, se han visto tres corridas apasionantes: las de Cuadri, Ana Romero y Pedraza de Yeltes. Y nueve matadores que han dado todo lo que tenían, con enorme dignidad y verdad: Paulita, Pérez Mota, Sergio Serrano, Juan Bautista, Manuel Escribano, Arturo Macias, Javier Castaño, Juan del Álamo y Lopez Simón.
Sergio Serrano ha sido declarado triunfador de la feria tras apechugar con tres Cuadris y la desazón de saber que sus compañeros de cartel (Paulita y Pérez Mota) se encontraban en la enfermería. Con justicia, la Presidencia le concedió las dos orejas como recompensa a su mérito durante toda la tarde. En las antípodas, al día siguiente, Juan Bautista cuajó una de las faenas más bellas de la temporada a un excepcional toro de Ana Romero. Y el domingo, como broche, un monterado Javier Castaño planteó un comienzo de faena torerisimo a un excelente Pedraza de Yeltes (el ejemplar más completo del ciclo guipuzcoano) premiado con la vuelta al ruedo. Entre medias, brillaron tercios de varas, bregas y pares de banderillas de enorme arrojo.
Javier Castaño con Pedraza de Yeltes (Foto: Tierras Taurinas)
Azpeitia es una plaza donde se cuida el detalle. Incluso la banda de música suena como la de La Malagueta o La Maestranza. Pero no hay que dormirse en los laureles: el éxito nunca es fruto de la casualidad y menos en el toro. La Comisión de Azpeitia ya mira hacia los San Ignacios de 2016... Enhorabuena a todos.
domingo, 2 de agosto de 2015
Una de las faenas más bellas de la temporada
Con los años y el tiempo, el ser humano va perdiendo capacidad para sorprenderse. Somos tan absurdamente estúpidos que creemos (o aparentamos) haberlo visto todo, hasta convertirnos en criaturas indolentes. La indiferencia crónica conduce, irremediablemente, a la melancolía.
Yo confieso que no esperaba presenciar una de las faenas más bellas de la temporada en uno de los templos del torismo: Azpeitia. No fue trasteo de "uy" ni "ay", sino de absoluto silencio. Hasta el matador ordenó acallar a la banda de música.
Juan Bautista con "Fortuito" (Foto: Tierras Taurinas)
Resulta difícil decidir quién derrochó más clase; si el torero (Juan Bautista) o aquel toro de Ana Romero ("Fortuito"), que salió de chiqueros con los cuartos traseros acalambrados, quedando al borde de la devolución, a pesar de la suave brega de Rafael González. En la muleta, en cambio, el de Santa Coloma comenzó a ir a más, con un galope templado y humillado, un auténtico toro de carretón, un goterón de almíbar sobre el cenizo albero de Azpeitia. Un toro de semejante calidad siempre descubre a los malos toreros. Pero Bautista está lejos de ser un mal torero. Cuando a Bautista le espolea la necesidad o el amor propio (ojalá sucediera con más frecuencia), comienza el recital. Ante el de Ana Romero, el francés hizo del ruedo guipuzcoano su propia casa, como toreando de salón, con un desmayo, una suavidad y un temple de paladar fino y billete grande. Gratisima sorpresa rematada con dos estocadas recibiendo (la primera pinchada arriba) y una oreja.
Si la misma faena hubiera llevado la firma de la marisma del Guadalquivir en vez de la camarguesa, más de una camisa se habría rasgado en esta tarde de sábado en Azpeitia. Y es que a la plaza hay que acudir con la mirada limpia y el espíritu predispuesto a la sorpresa. Es el único mecanismo para seguir emocionandonos. Para ser, en definitiva, más humanos.
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