domingo, 12 de marzo de 2017

Bienvenidos los valientes

Bienvenidos los valientes que regresan, bajo la misma luz del levante que lamió su sangre y sus heridas. De Alicante a Valencia, casi un año, Mediterráneo de ida y vuelta. Enorme el mérito de Manuel Escribano que vuelve a comerse con los ojos una plaza de toros.


De justicia el brindis de su compañero Curro Díaz con Juan José Padilla como testigo. Y éste último bien sabe de qué va el juego. Él también reapareció de donde la mayoría no regresa. La tragedia volvió a rozarle en  Fallas. Espeluznante la cogida del cuarto toro, un nudo en la garganta, una bocanada de aire que ni salía ni entraba, con el hombre como un trapo, casi cosido el cuerpo a los pitones del Fuente Ymbro. El recuerdo de otros toreros prendidos por la espalda de la chaquetilla y elevados al cielo para siempre. Un torniquete con el corbatín y los pulmones que volvían a llenarse. El alivio. Padilla, una vez más, volvió a vivir.


Y de la tragedia al torero excelso de Curro Díaz en apenas unos minutos, en un golpe de viento a las banderas valencianas. Los remates por bajo, especialmente las trincherillas, tan de Curro; los cambios de mano, el desmayo y el temple. Una transición así, del horror a la belleza, sólo está en la mano de algunos toreros. La emoción incontenible. No existe un espectáculo comparable a una tarde de toros.

Fotos: Arjona

Las Fallas continúan, ojalá que con mejor ganado pues, tras los mansos de Alcurrucén, en este domingo, sólo fallaron los toros. Corrida de Fuente Ymbro descastada y mansa, de ejemplares bien presentados, astifinos, con peso y trapío idóneos, pero que no aguantaban cuatro muletazos ligados. Y menos si esos muletazos llevaban dentro todo el oro de Linares.

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