Hoy reproducimos dos sonetos del gran Javier de Bengoechea (Bilbao, 1919), posiblemente el mejor poeta vasco que ha escrito en castellano, aunque a lo largo de su vida también ha sido abogado, crítico de arte e incluso cronista taurino, bajo el sobrenombre de "Tabaco y oro". Su tercer libro, Fiesta Nacional, escrito en 1959, fue finalista del prestigioso Premio Boscán. La piel de toro, como él mismo afirmó, está llena de agujeros, pero de esos jirones, de vez en cuando, emergen héroes, hombres buenos y poetas.
Algunos me reprochan la sonrisa,
impropia de estos tiempos, de este
tema.
Son muy pocos, ya sé: no soy problema
de gravedad -oh,no- sino de risa.
Para pisar el ruedo se precisa
estar en gracia, y ése es mi sistema.
Y más, cuando es la gravedad extrema
por ser el propio miedo el que se pisa.
La procesión, si sale, irá por
dentro.
Dentro de nada, habré llegado al
centro
de la cuestión. Andar es bien
sencillo.
Y aunque pregunto, y nadie me responde,
adónde vamos a parar, adónde,
sigo haciendo con gracia el paseíllo.
Siempre será espantosa una cogida.
Muchos siglos de sangre chorreando,
hermosa plaza, España, van llenando
hasta el borde la taza de la vida.
Mas pese a todo sigue la corrida.
Otro toro, otro toro ¿y hasta cuándo?
Sobra el valor. Se necesita mando
que temple con sosiego la embestida.
Es una cosa de hombres, claro. Las
cuadrillas,
los montados, soberbios alguaciles...
La maravilla de las maravillas.
Santíguate, mi España. Ahora diles
que tú ya estás hincada de rodillas
frente a la oscura puerta de toriles.
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