“Madrileños: entregaos con todo el desahogo de que es capaz vuestra proverbial pereza a saborear el nutritivo mazapán de la imperial Toledo, el turrón de Jijona, el pavo tradicional y las mil quinientas sabrosas confituras que por calles y plazas os ofrecen al pasar los iluminados escaparates de las tiendas”.
(Fragmento publicado en el periódico La Guirnalda en diciembre de 1876).
A finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando llegaba la Navidad, Madrid se llenaba de pavos. Literalmente. No estoy hablando de los pavos adolescentes que vemos ahora en rebaño a la entrada de cualquier discoteca, sino de pavos vivos; aquellas gallinas de las Indias, como los bautizaron los conquistadores españoles.
Pavos del siglo XXI
“¡Quién no come besugo el 24! ¡Quién no tiene pavo el 25! ¡Quién no se atraca de turrón el 26! ¡Quién no tiene una indigestión el 27!”, escribía con fervor un periodista de Madrid Cómico en 1883.
En 1915, un pavo costaba apróximadamente 30 reales, es decir, 7-8 pesetas. Luego, durantes los años del hambre -no hay que olvidar que, durante la posguerra, Madrid fue una ciudad aterida y famélica- un pavo no tenía precio.
Paveros en la Plaza Mayor (1919)
Los emplumados animalitos llegaban a la capital desde Galicia y Extremadura y, al igual que los toros bravos cuando desembarcan en Las Ventas, eran reconocidos por los veterinarios municipales antes de su traslado al mercado de Los Mostenses -muy cerca de la actual Plaza de España-, donde se vendían al por mayor. Después, los paveros conducían hasta la Plaza Mayor sus manadas -que no podían sobrepasar las 40 cabezas-, mientras que en la Plaza de Santa Cruz se instalaban los puestos dedicados a los adornos navideños, como las figuritas de barro para el Nacimiento. Pasear por el centro Madrid en Navidad e ir esquivando pavos constituía una tradición más.
“-¡A ver quién quiere el pavito!…
¡Quién lo quiere… que lo vendo!
- ¿Cuánto vale?
- Seis pesetas.
- ¡Anda Dios, por ese precio
dicen papa!
- Y dicen tata,
y le arrullan a uste el sueño
con el valche de las olas!
- ¿Hacen cuatro?
- Ni una menos.
- ¿Es precio fijo?
- ¡Pus claro!
- Pus ni que fuera su nieto
u algo así de la familia,
pa´no rebajarle el precio!
¿Hacen cinco?
¡No hace nada!
¡Canario como está el tiempo!
- ¡Hijo, por Dios, si este pavo
cuasi, cuasi, está en los huesos!
- Pues dele uste el aceite
del bacalao!
- ¡Y un torrezno!
- ¡U llévele a Panticosa!
¡A que tome agua de hierro!”
(Antonio Casero)
Fotografía de Martín Santos Yubero (1935)
Venta de pavos en la Plaza Mayor (1902)
El pavo anda ahora de capa caída: los canapés, productos ibéricos y langostinos le han hecho mucho daño. Ya no le echamos guindas al pobre pavo...
Esta Navidad, cada español gastará 514 euros, una cifra que, nunca mejor dicho, ¡no es moco de pavo! Concretamente, en alimentación la media se situará en 191 eurazos por barba.
La competencia del pavo en 2012
"El mayor mal que puede sobrevenir a un ser naturalmente estúpido, es adquirir de pronto los dones de la inteligencia. Si lo dudáis, os referiré la aventura de un pavo, del cual, si se descuida, no quedarían ni huesos, porque los huesos de pavo son muy gratos a los canes..." (continuar leyendo "La Navidad del pavo" de doña Emilia Pardo Bazán).
Es muy curioso y muchas personas no se fijan que en la fotografía de Alfonso, la primera foto del 'post', la pavera de la Plaza de Santa Cruz tiene un poco escondida al lado de la cesta una botellita de coñac con la que trataría la mujer de sacarse el frío de encima en aquél Madrid tan frío.
ResponderEliminarUn saludo.