Detalle de un cartel de Ramón Casas
A finales del siglo XIX, Vicente Bosch, creador de Anís del Mono, viajó a París sin su mujer. Antes de partir, como no podía ser de otra manera, su santa esposa le pidió un recuerdo de la capital francesa, así que el bueno de Vicente, cuando cruzó la octogonal Place Vendôme, se detuvo ante el escaparate de una boutique.
Panorámica de la Place Vendôme
Entre tanta exquisitez, le llamó la atención un frasco de perfume que lucía un bello relieve romboidal. ¡Eureka! Ya tenía el regalo para su mujer y, de paso, el diseño para sus botellas de anís. Los españoles también vieron un gran potencial sobre aquel cristal grueso y rugoso que Bosch, cual cigüeña, trajo de París.
Ni cortos ni perezosos, en la primera Nochebuena que les saltó al encuentro, agarraron el frasco y empezaron a rascarlo con los dedos, palillos o cucharas. Et... voilá! De esta manera, junto a la pandereta y la zambomba, nació el acompañamiento musical de los villancicos callejeros.
Como en escrito en más de una ocasión, cualquier "fenómeno sociológico" ya tiene su aplicación para iPhone, y rascar la botella de Anís del Mono no iba a ser una excepción. MonoMusic permite hacer el Riquirín deslizando el dedo por la mismísima pantalla del SmartPhone: "Ahora, además de elegir entre las dos variedades de Anís del Mono -dulce o seco, que suenan diferente-, también puedes llenar o vaciar la botella para conseguir ruidos distintos, más graves y más agudos. Y eso no es todo: también podrás utilizar una cuchara virtual o acompañarla con un villancico navideño".
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