Domingo a las 21.20 horas. Madrid. Calle de Andrés Mellado. Interior de una frutería. Tras el mostrador, aguarda un chino. En una esquina, un adolescente, también chino, juega con un móvil.
- ¿Tiene media piña?
- No. Media piña no tengo. Polque si vendo media piña, la gente no quiele la otla media.
- Bueno, entonces me llevo las mandarinas. Una piña entera es demasiado grande para mí.
- ¡Pelo tengo piñas pequeñas! Mila -el tendero busca en un cajón de piñas hasta que encuentra una que le convence y la pone sobre la báscula-. ¿Ves? Es pequeña. Y balata -el peso marca 1,86€-.
- Sí, ya... pero no. Es demasiado grande para mí sola y se pondrá mala. No se preocupe: me llevo las mandarinas y lo demás.
- Le bajo el plecio. La piña ahora está en ofelta. Muy balata. Antes costaba 2,30€.
- Ya sé que está barata. Ya le digo que no la compro porque se me pondrá mala.
- Pues en Navidad los plecios suben. Las piñas también.
- Póngame la piña.
Las "colifrores" chinas, mucho más rotundas que las españolas
¿Qué caraj... pone? Ah, sí: "uva negra"
Los "quisantes" y los "pimentos"
¡Me han ganado para la causa estos chinos!
Salí de aquella frutería, el único comercio abierto en toda la calle, con kilo y medio de manzanas Golden, 700 gramos de pera blanquilla, 600 gramos de mandarinas y, por supuesto, la piña Monte. En total, había gastado 4 euros. Cené gracias al chino y toda la fruta estaba en su punto.
Mi hermana me manda esta foto por Whatsapp: como cada Navidad,
nuestra madre ya ha empezado a cocinar piñas rellenas en serie para la vecina del quinto.
nuestra madre ya ha empezado a cocinar piñas rellenas en serie para la vecina del quinto.
Sí: ya sé que he comprado piña mafiosa, importada de Dios sabe dónde, llena de pesticidas mortales, como todo lo que venden los chinos. Pero era barata y rica, estaba disponible un domingo por la noche y el frutero me cayó simpático. Ahora, con el estómago lleno y el bolsillo algo menos vacío, que me detengan. Aquí tiene usted mis manos, señor sargento Ramírez...
Jornada laboral china
Al día siguiente, lunes por la tarde, entré en el Supersol de mi calle y me fijé en el coste de la fruta. Allí, la misma compra me habría salido por más de 6 euros (y ningún tendero vino a regatear o a ofrecerme dos mandarinas de regalo). Los números no son mis amigos, pero tampoco hace falta ser un lince para tomarle cariño al chino y su piña. ¡¡Olé que plecios!!
Mientras escribo, leo en un teletipo que, este año, las cestas de Navidad se van a llenar de productos asiáticos importados. Creo que van a cambiar los clásicos embutidos por costillas de cerdo agridulce; las perdices en lata por pato a la naranja; los espárragos "Cojonudos" por arroz tres delicias, y los polvorones por galletas de la suerte... En vista de la economía mandarina, ¡ponga un chino en su mesa!
Clase de economía mandarina (y sin salir del barrio):
Mandarinas en el chino (0,79€/kg)
Mandarinas en el Supersol, olé qué precios (1,69€/kg)
Mandarinas en una frutería "de barrio"... ¡y en oferta! (1,98€/kg)
Uno de los taurinos más listos que sobreviven de la Vieja Guardia, Pablo Lozano, suele decir que, en el toro, rara vez dos más dos dan cuatro, pero siempre hay que intentar llegar a tres y medio. Apliquen esta regla de oro cuando vayan a comprar fruta.
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