El reloj de la plaza de toros marcaba las diez y cuarto de la noche cuando empezó el concierto. Ya ni durante las corridas nocturnas de agosto nos dejan permanecer hasta esa seductora hora en Las Ventas. Quizás de ahí provenía aquel íntimo regocijo, alimentado por una luna casi llena y dos luceros perpendiculares al tendido 6 y 8. La faena de Poveda duró tres horas y media: hasta las dos menos cuarto no cayeron "Tres puñales" que, por fin, apuntillaron a este otoño intempestivo.
El cantaor de Badalona congregó el pasado sábado en Las Ventas del Espíritu Santo a casi 7.000 personas, una cifra que, en el mundo del flamenco, supone prácticamente un lleno de no hay billetes, aunque bajo el prisma de un avezado empresario taurino, la plaza sólo registró un tercio. Igual que durante una novillada de agosto. Miguel Poveda, por supuesto, no hizo el paseíllo solo, y contó en su cuadrilla con músicos de la categoría de Juan Gómez "Chicuelo" a la guitarra, Joan Albert Amargós al piano, Marcelo Mercadante al bandoneón y muchos más "ayudas", con "Londro" en los coros y "La Lupi" como bailaora y moza de espadas.
El largo trasteo, que festejaba 25 años de alternativa musical, fue irregular y de menos a más. Poveda, que a veces pecó de frío, no se desenvuelve en las suertes del tango o el bolero, sin embargo, borda los palos acompañados de guitarra, palmas y cajón, como esos tanguillos de "Triana, puente y aparte" o las bulerías y cantiñas que huelen a Cádiz. Sin olvidar un hermoso homenaje a capela a los cantaores antiguos, de Pepe Marchena a Antonio Mairena.
El toro que levantó la noche tenía la "Fina Estampa" de una grande: María Dolores Pradera, quien dijo con ironía que no eran horas para estar despierta: "tengo memoria, pero a estas horitas...". Con su señorío de otra época se ganó la Puerta Grande de Las Ventas mientras los tendidos la ovacionaban en pie. Junto con la vuelta al ruedo de la cuadrilla de Castaño, ha sido el momento más apoteósico de lo que llevamos de temporada.
Pero el público, que ya había entrado en calor, no quería escuchar más soleás, tientos ni mineras, ni más homenajes a los poetas del 27, a Chavela Vargas o a Camarón, ni más canciones del irrepetible Bambino, ni siquiera otro dúo con Carmen Linares, que de todo eso hubo. No. El pueblo, como siempre ha ocurrido, quería escuchar copla, y pedía enfervorecido "Ojos verdes" o "Los tres puñales" de Rafael de León. Entonó entonces Poveda fragmentos de "Carcelero", "Y sin embargo te quiero", "La bien pagá", "En el último minuto", "La senda del viento" y "A ciegas", desatando el entusiasmo popular. Y reconozco que me reconfortó comprobar cómo la copla, un género tan incomparablemente bello como agonizante por culpa de unos puñales que le habían dando muerte, resucitó a coro y de madrugada en Las Ventas.
Merci, Jos.
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