En la década de 1930, Estados Unidos se hundió lentamente en la Gran Depresión mientras se sembraban las semillas de otra guerra en una Europa aún convaleciente.
La radio vivió su apogeo en los años treinta, a medida que los productores desarrollaban sofisticadas programaciones que incluían desde música y comedia hasta noticias y deportes. A finales de la década de 1920, el cine mudo tocó su fin; para 1930, 85 millones de personas acudían cada semana a las salas. El entretenimiento era aún en gran parte escapista, desde los musicales de Busby Berkeley hasta la empalagosa Shirley Temple. Greta Garbo tuvo una exitosa transición al cine sonoro y Jean Harlow definió a la sex symbol del momento como descarada e independiente. Por otro lado, la década presenció un escándalo incomparable cuando el recién coronado rey Eduardo de Inglaterra abdicó del trono para casarse con la divorciada estadounidense Wallis Simpson en 1936 (¡Letizia no ha sido la única plebeya "real"!). El estilo aristocrático de esta pareja, que tomó el título de duques de Windsor, fue representativo en estos años.
Para los hombres, la silueta se hizo abiertamente masculina. Un buen sastre podía recrear la figura del atleta-actor Johnny Weissmuller ("Tarzán"). Los trajes cruzados se hicieron populares, algunos con amplias solapas en puntas. Para las mujeres, las faldas eran largas y estrechas, las chaquetas entalladas y los accesorios de rigor: sombreros, guantes, pieles, pañuelos, bolsos y zapatos, con tacón bajo para el día y muy alto para la noche. Los sombreros evolucionaron para enmarcar el rostro. Tomando como referencia la ropa de caballero, la diseñadora Elsa Schiaparelli comenzó a colocar hombreras a los trajes de señora. En 1931, la jugadora de tenis Lilí de Álvarez llevó una falda-pantalón ideada por Schiaparelli para jugar en Wimbledon.
La moda femenina recibió el tratamiento de estrella en la película de 1939 Mujeres, que mostró el trabajo del diseñador de Hollywood Adrián. Con actrices como Norma Shearer, Joan Crawford y Rosalind Russell, la película, rodada en blanco y negro, incluía un desfile de moda filmado en color. La pantalla, sin embargo, no reflejaba realmente los armarios estadounidenses de la época, pues el desempleo estaba en un 25%. Eran los anuncios de prendas de trabajo, en los que se vendía la durabilidad de las marcas a precios de saldo, y no las prendas de vestir, los que reflejaban la realidad económica durante la Gran Depresión. Todos tiesos, como ahora.
Anuncios de moda en la década de 1930-1939:
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