lunes, 21 de julio de 2014

La hora china en Mercamadrid


A las cinco de la mañana, un hervidero de vendedores, productores, transportistas y compradores se agolpa a la entrada de Mercamadrid. Con 25.000 visitas diarias, este polígono que abastece a 12 millones de consumidores, se convierte en una frenética ciudad durante unas pocas horas. La inmensa superficie al sureste de Madrid -que compite en actividad con Rungis, el gran mercado mayorista de París-, se divide en tres grandes "barrios": el de Pescados, el de Carnes y el de Frutas y Hortalizas.

 
Son las ocho de la mañana y en el Mercado de Pescados ya están baldeando el suelo. Sólo quedan unos pedazos de pez espada y medio atún abierto sobre un mostrador. En el Mercado de Frutas y Hortalizas, en cambio, comienza "la hora china". ¿Qué es eso? "Los chinos vienen a comprar más tarde. Llegan todos de golpe, sobre las ocho, para abastecer sus fruterías. Pero no son tontos. A veces, se llevan lo mejor. Son como los fruteros de antes: ellos mismos eligen el producto, están pendientes... Pero yo no debería contar esto", confiesa un productor a la entrada de su puesto.

 
En el distrito hortofrutícola, Félix Palacios es el rey. Encarna la tercera generación de una familia dedicada a la venta de productos agrícolas. "La fruta, como los toros, está perdiendo sabor. Yo apuesto por variedades muy sabrosas, como las ciruelas claudias de Aguatorcida que crecen en Toledo. Ésas sí que tienen sabor". ¿Un encaste minoritario de ciruelas? "Tenías que ver cómo se ponía Mercamadrid antes, en época de toros. Era el tema de conversación de todas las mañanas. Ya no...". Mientras dice esto, dos chinos se abalanzan sobre una caja de picotas. "¿Conoces el tomate rosa Cucharón? Una joya. Viene de Huesca... Ideal para ensaladas. ¡Y esas patatas son de tu tierra!". ¡Ah, la papa! ¿Qué sería de la humanidad sin ella? Tubérculo que, por su dulzura, Neruda llamó "almendra de la tierra".

 
Honrada eres como una mano
que trabaja en la tierra,
familiar eres como una gallina,
compacta como un queso que la tierra elabora
en sus ubres nutricias,
enemiga del hambre,
en todas las naciones
se enterró su bandera vencedora
y pronto allí,
en el frío o en la costa quemada,
apareció tu flor anónima
enunciando la suave y espesa natalidad de tus raíces.
 
Universal delicia, no esperabas mi canto,
porque eres sorda, ciega y enterrada.
Apenas si hablas en el infierno del aceite
o cantas en las freiduras de los puertos,
cerca de las guitarras, silenciosa,
harina de la noche subterránea,
tesoro interminable de los pueblos.
 
(Pablo Neruda)

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