No se estudia en el Bachillerato ni aparece en los libros de Literatura de la LOGSE. Mientras que muchos de sus coetáneos, reciben casi a diario homenajes póstumos (Lorca, Alberti, Miguel Hernández...), Rafael de León (1908-1982), miembro brillante de la Generación del 27, duerme a la sombra de las celosías del olvido. Antonio Burgos lo describió acertadamente como "el mayor y más extenso poeta popular en lengua castellana de este siglo, del pasado y quizá del venidero".
"Tu recuerdo es una faca,
que me hiere y que me ahoga,
lo repite en una placa
esta copla de Quiroga.
De tu landó de marqués
sale una voz con corona,
y es el pueblo, Rafael,
en la radio de cretona".
No pretendo ahora hacer justicia a la memoria de Rafael de León; sólo quería compartir uno de sus poemas, que he vuelto a leer esta noche, y que me parece de una belleza hiriente: "Mi verso es como un toro colorado y terrible que no aguanta ni el hierro de la ganadería...". ¿Se puede escribir algo más hermoso sobre la necesidad de escapar y ser libre?
"¿Cómo quieres que deje mi vida entre tus manos
y mi jardín de sueños y mi luna y mi rosa?
¿Cómo quieres ponerle orillas a este río
que corre libre y ancho desde que yo naciera?
Me brindas una dulce esclavitud antigua,
dentro de tu palacio con su escudo y su torre,
y lo que necesito es un campo de trigo
por donde se revuelque mi verso desbocado.
Quieres que esté pendiente de tu traje de novia,
de tu escote redondo y tus manos sin sangre,
de las rancias visitas que vienen a tu casa
y de la barahúnda de tus antepasados.
Y yo estoy con mi nardo, con mi copla y mi vino,
con la muchacha alegre que vende las naranjas,
con el niño pequeño que pide la limosna,
y con el árbol que da sombra a los pájaros libres.
Estaría una semana besándote la mano,
elogiando marfiles y mirando vitrinas,
y de pronto, una noche, llegaría mi viento
a romper miniaturas y abanicos de encaje.
Mi verso es como un toro colorado y terrible
que no aguanta ni el hierro de la ganadería,
y que lo mismo baja a beber al arroyo,
que anda leguas y leguas hasta encontrar los mares.
Yo vivo en una choza de cartón y de nubes,
con un pino y un monte y un aljibe de sueños.
Cuando quiero un castillo, me vuelvo medio loco
y arquitecto de luna, lo construyo en el aire".
"La vendedora de naranjas" (Auguste Renoir)
"Vendedora de naranjas" (Juan Cardona)
"Vendedora de naranjas"
"La pequeña vendedora de naranjas" (Seymour Joseph Guy)
A este poema, titulado "No", nunca se le puso música. Quiroga, en cambio, convirtió en una preciosa farruca flamenca el soneto "Cárcel de Oro", escrito también por Rafael de León y que vuelve a tratar sobre las ansias de libertad. Curiosamente, Paco de Lucía grabó una versión sinfónica de esta copla en 1965 con Ricardo Modrego.
"Cuando tú me diste amparo no era más que una gitana
con un traje de volantes y una enagua armidoná,
y me vi por tu cariño, de la noche a la mañana,
convertía en una reina de brillantes coroná.
Pero a mí desde el principio me cansaba tu ternura,
me agobiaba aquel encierro que me impuso tu pasión,
y una noche en que tus celos me colmaron de amargura
con la hiel de mis palabras yo maté tu corazón".
"No me quieras tanto" (León y Quiroga) es otra copla que narra la historia de una joven que, ávida de libertad, desprecia el amor de un hombre que satisfacía sus gustos antes, incluso, de que ella los imaginara (hay amores que matan).
"Yo tenía veinte años y él me doblaba la edá.
En mis sienes había noche y en las suyas madrugá.
Antes que yo lo pensara mi gusto estaba cumplío;
ná me faltaba con él.
Me quería con locura, con tos sus cinco sentíos,
yo me dejaba queré.
Amor me pedía como un pordiosero,
y yo le clavaba, sin ver que sufría,
cuchillos de acero".
En mis sienes había noche y en las suyas madrugá.
Antes que yo lo pensara mi gusto estaba cumplío;
ná me faltaba con él.
Me quería con locura, con tos sus cinco sentíos,
yo me dejaba queré.
Amor me pedía como un pordiosero,
y yo le clavaba, sin ver que sufría,
cuchillos de acero".
Sobre el amor y la libertad, aunque haya que cruzar el Atlántico, no me resisto a cerrar este texto con una ranchera cantada por José Alfredo Jiménez -¡qué voz!- llamada "Te solté la rienda". Otra maravilla universal.
"Se me acabó la fuerza de mi mano izquierda,
voy a dejarte el mundo para ti solita;
como el caballo blanco le solté la rienda,
a tí también te suelto y te me vas ahorita".
Bonito homenaje, compañera, a otro de tantos sevillanos olvidados. O quizás, solamente conocido por unos cuantos, más como abalorio de folclóricas que como Poeta con mayúsculas.
ResponderEliminarComo nota curiosa, creo que nació en la misma calle donde nacieran años antes los hermanos Machado. De cuna le venía al galgo.
Gracias por desempolvarlo, cielo. Un abrazo.