martes, 23 de octubre de 2012

Se nos acabó el jamón de tanto usarlo


Tengo el honor de ser amiga de Mariano, un excelente aficionado que recorre todas las ferias del norte, y que, por si fuera poco, es dueño del bar donde preparan la mejor ensaladilla rusa de Sevilla: el Donald. Aunque el nombre no suene muy castizo, el local está empapelado con carteles y fotografías de toros y en las tardes de corrida se respira un ambiente formidable. Hace algunas mañanas, en su perfil de Facebook, Mariano publicó la foto de una pata de jamón con el siguiente pie: "Para las tostadas de Donald".



Precisamente, la noche anterior a que Mariano subiera su chorreante foto, leí un capítulo en la biografía de Juanito Valderrama -escrita por Antonio Burgos- que lleva por título "El jamón que nunca existió". En él, el genial cantante narra la siguiente anécdota jamonera:


«Mi niñez en Torredelcampo fue como la de todos los chiquillos, quizá un poco consentido por mi padre por aquello del cante. Yo era muy travieso de niño, consentido por mi afición a cantar. En mi casa se hacía siempre la matanza, se mataban dos o tres cochinos para las necesidades de la casa. Y siempre había jamones de la matanza, que se hacía allí en el corral, se mataban los cochinos sobre unas mesas de madera, se descuartizaban, se hacían los chorizos, se sacaban los lomos y las presas, los jamones...
Y una vez había unos jamones pegados a la pared, que mi padre les tenía echado el ojo. Pero yo también le eché el ojo al jamón, lo corté, le hice como una tapadera con la corteza del tocino, y le iba sacando cortes y le ponía luego la tapa para que no se notara que me lo estaba comiendo. Lo iba escarbando, escarbando, y siempre le ponía la tapadera de la corteza y del tocino para que pareciera que aún no se había abierto.
Y un día que llegó mi padre con Albertano, un aficionado que había en el pueblo, con Francisquillo, otro que también apuntaba al cante, y con otros cuantos, y se pusieron allí y me dice:
 - ¡Tráete el jamón!
 Y yo salí corriendo y todavía me están buscando».

Tienda de jamones al lado de mi oficina. A prueba de crisis.

¿Qué habría sido de este país sin jamón? Pero el jamón, al igual que el amor, se acaba de tanto sobarlo (sobre todo ahora, con la puñetera crisis). Hablemos del jamón o, mejor, cantémosle apasionadamente:

«Se nos acabó el jamón de tanto usarlo,
de tantos cuchillazos sin medida,
de cortarlo a taquitos pal´puchero,
se nos quedó en los huesos un buen día...
Ya se acabó el jamón maravilloso,
jamás pudo existir tanta belleza,
las cosas de bellota duran poco,
jamás duró un jamón dos primaveras.
¡Me alimenté de ti por tanto tiempo,
te devoramos vivo como fieras,
jamás pensamos nunca en el hueso,
pero el hijo´puta del hueso llega, aunque tú no quieras!
Y una mañana gris al despertarnos
sentimos en la cocina un crujido tela de chungo y mu seco...
cerramos nuestros ojos y pensamos:
¡¡se acabó el jamón... de tanto usarlo!!
Procuro olvidarte, comiendo panceta con poco tocino,
procuro alejarme de aquellos lugares donde te comimos,
intento comprarte, pero en mi cartela no hay más que papeles...
¡¡si llevo parao desde que estrenaron Bonanza en la tele!!
Jamón de pata negra, estás haciéndome llorar una vez más,
pringue, chorreando por el lomo al bajar, me haces hasta llorar,
sólo queda ya na´más que hueso y cuerda...
Te recordaré, mi jamón de pata negra».


Nota: hay una canción maravillosa de Emilio El Moro llamada "Jamonera pueblerina" que versiona la emblemática "Con divisa verde y oro". Desgraciadamente, no la encuentro en Youtube.


Mucho ciudado con los japoneses, que ya llevan tres ediciones de su Concurso de Cortadores de Jamón Ibérico, y estos, cuando le cogen el gusto a algo, no paran. Son muy cansinos.

  
A los jamoneros más sentimentales, aquellos que necesitan achuchar a su pata además de hincarle el diente, les recomiendo que estas Navidades se auto-regalen el cojín Jamón de Jabugo.

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