"¡Que me maten como a este rosal de mayo!" (Valle-Inclán)
No es casualidad que la feria de San Isidro se celebre en mayo. También es éste el mes en el que florecen las rosas. Conozco un rosal que podaron el pasado invierno y al que le realizaron una escabechina notable. El desmoche fue tan brutal que, durante mis paseos, di por sentado que esta primavera no brotaría una sola rosa. Me equivoqué. Esta mañana pasé junto a él y ya está reventón. El secreto reside en dar tiempo al tiempo. Y en esperar a que llegue mayo con su San Isidro.
Juan del Álamo también ha necesitado temple y perseverancia. Pero ya emergió, con una fortaleza inquebrantable. Comenzó a despuntar la pasada temporada y se insinuó durante la Feria de Abril con la corrida de Montalvo. Los duros inviernos camperos en su Salamanca natal resultan fecundos. Este sábado, en Las Ventas, ha derrochado verdad ante un sobrero sosote del Vellosino que ha brindado a su madre. Previamente, sembró un sólido toreo a la verónica frente al titular que echaron para atrás, un ejemplar lisiado de Martín Lorca. Con la muleta enjaretó una faena maciza a dos manos, cuatro series por la derecha y una por la izquierda, rematada con un estoconazo arriba yéndose detrás de la espada, como saben hacer los que tienen hambre por ser toreros. Oreja cosechada a ley.
La suerte cambió en el sexto, toro magníficamente picado por el también salmantino Óscar Bernal. A toma y daca, Del Álamo le tenía cortada otra oreja al que cerraba plaza, un boyancón de Martín Lorca que se vencía mucho por el pitón izquierdo. Una fea voltereta por ese lado no amedrentó al mirobrigense. Todo lo contrario: tiró de raza. Sin embargo, la espada truncó la Puerta Grande. Que vaya afilando el estoque para la tarde en la que salga un toro de verdad... Se despidió de Las Ventas con una unánime ovación del color de un rosal reverdecido. Juan del Álamo. Rosal de mayo.
Fotos de Tierras Taurinas y Juan Pelegrín
Los álamos de plata
se inclinan sobre el agua,
ellos todo lo saben, pero nunca hablarán.
[...] El silencio profundo de la vida en la tierra,
nos lo enseña la rosa
abierta en el rosal.
(Federico García Lorca)
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