"No sé cuándo llegaron, si en unas Cruces de Mayo, si en unos cacharros de feria, si en la radio, en un especial de Nochevieja en la tele, si en un disco que alguien trajo a un guateque, pero aquella música –la mejor- era otra cosa, tanto, que dábamos por bueno que sólo fuera un conjunto instrumental. Se llamaban Los Pekenikes. Ayer tarde, mientras leía la prensa, supe de la muerte de uno de sus creadores, Alfonso Sáinz, Alfonso Eduardo Sáinz Amorós, alicantino. De pronto, alguien ha cerrado aquella azotea de los guateques, y en alguna parte suena, tan hermosa, Embustero y bailarín. Y yo no tengo adolescencia a la que agarrarme..." (Antonio García Barbeito).
Como cosidos con un hilo de seda, días después de la muerte de Antonio Morales Junior, falleció el impulsor de Los Pekenikes, Alfonso Sáinz. En 1965, los componentes de este magnífico grupo llegaron a actuar como teloneros de Los Beatles durante el primer concierto que los británicos dieron en España. Una auténtica revolución en los años del desarrollismo que tuvo su epicentro en la plaza de Las Ventas. Un año después, en 1966, del saxofón de Alfonso Sáinz nació Hilo de seda, que alcanzó el primer puesto de las listas musicales. Poco después brotaron las inolvidables adaptaciones de Embustero y bailarín y Sombras y rejas.
Recuerdo que un médico, melómano y buen amigo de la familia, me regaló un cassette con los mayores éxitos de Los Pekenikes cuando yo tenía diez años. Tardé poco en quemar la cinta de tanto que me gustaba. La escuchaba cada tarde, en el cuarto de la plancha, mientras el resto de la casa dormía la siesta. De este grupo, liderado por Alfredo Sáinz, emergió la música de la adolescencia de don Antonio García Barbeito, y la de mi propia infancia. Un pespunte en el tiempo cosido con hilo de seda.
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