El 10 de mayo de 1950, Jacinto Benavente firmaba en el ABC una columna sobre las rosquillas de San Isidro: "Quizá de ninguna golosina pueda ofrecerse tanta variedad en sabor, tamaño y aspecto [...] Las llamadas del Santo son de tres clases: las tontas, las de Fuenlabrada o yema; y las de Villarejo de Salvanés, o de la Tía Javiera, que por rosquillas hizo famoso su nombre y el de su pueblo. Todavía se recuerda el anuncio: Yo, como la verdadera Tía Javiera, no tengo hijas ni sobrinas; porque eran muchas las que se anunciaban, cuando la Tía Javiera ya había muerto, como verdaderas sobrinas de la Tía Javiera.
Por haber sido mi padre médico titular de Villarejo de Salvanés y por ser de allí mi madre, he tenido cabal noticia de la verdadera Tía Javiera y de su descendencia. Cuando yo nací, ya no existía la Tía Javiera, que, en efecto, no había dejado hijas ni sobrinas, pero sí una sobrina segunda, que todos los años, por San Isidro, venía a Madrid y tenía su puesto con las más legítimas rosquillas de Villarejo y de la Tía Javiera. De niño, iba yo con mis padres a la Romería, en la víspera del Santo, y mis padres, que conocían a la vendedora, compraban en su puesto las rosquillas. No vestía de lugareña, como las de otros pueblos similares, vestía a lo señora de pueblo y llevaba al cuello un collar de aljófar de muchas vueltas. Hablaba con mis padres de sucesos y personas del pueblo y me obsequiaba con una rosquilla. Podía yo haberme olvidado de todo, pero no me he olvidado de la rosquilla; a la rosquilla van engarzados el recuerdo del collar de aljófar y del señoril agrado de la vendedora al departir con mis padres y celebrar mis ojos.
Las rosquillas especiales de Villarejo eran las de baño blanco, y la gracia de ellas estaba en que el baño no se cuarteaba ni se desprendía al partirlas. Su elaboración era muy esmerada. Sus componentes, harina, huevos y azúcar, habían de ser de la mejor calidad.
Hoy ignoro si se mantiene la elaboración en Villarejo, ni si vendrán todavía a venderlas en la Romería, ni si quedará alguna descendiente de la Tía Javiera [...] ¡Romería de San Isidro! Más de sesenta años hará que no he vuelto a ella. Entonces yo ni miraba, ni me daba cuenta de que allí cerca estaban tres cementerios. ¿Quién pensaba en la muerte? Hoy, de todo ello, sólo vería un cementerio, en el que descansan seres queridos, con los que yo fui tantas veces a la Romería a comprar rosquillas de Villarejo, las verdaderas rosquillas de la Tía Javiera".
Feliz día de San Isidro, gatos... porque gato no naces, te haces
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