"Hombres del campo, hechos al polvo y a la pena, con la copla sin alegría, pardos, contra el suelo, surco va, surco viene, ya al arado, ya a la hoz o al azadón uncidos a la tierra, nobles hombres del campo, en el olvido y en la desesperanza.
Se vive como se puede, malamente; se mantiene malamente la esperanza, nadie sabe de qué.
Os sospecháis siempre cerca de la tierra, apenas os saca de ella una hora en que el mundo se dora, el aire se hace ingrávido, la noche alegre y amáis. Luego os ata la carga, el amor, se os arruga la cara, se os hace pesado el andar, duras las manos, torcida la sonrisa. No hay nada que esperar.
Al frío seguirá el calor, al relente de la noche la chicharrera del mediodía.
Y en vuestros pueblos, sobre un costerón tapiado de blanco, el lugar seguro y pobre donde la tierra que os persigue, os hará suyos para siempre".
JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS
¿Qué sería de estos hombres del campo sin la fiel compañía de sus perros? Sombras de su sombra. Nobles compañeros en el trabajo diario. Amigos y defensores. El campo siempre se embellece con la silueta de un can oteando el horizonte.
"Era la llave de mi cortijo
y del ganao su centinela,
no había lobo que se acercara
a los corderos en la ribera.
Era valiente con los valientes
y no lo había con más nobleza,
había que verlo cuando jugaba
con mis chiquillos en la dehesa.
No había otro perro como mi perro".
y del ganao su centinela,
no había lobo que se acercara
a los corderos en la ribera.
Era valiente con los valientes
y no lo había con más nobleza,
había que verlo cuando jugaba
con mis chiquillos en la dehesa.
No había otro perro como mi perro".
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