"En la playa y en las piscinas de Madrid, la gente que sabe guardar la debida compostura se baña y toma el sol en maillot, sin que nadie se lo estorbe". Éste era el titular de un reportaje que publicaba la revista Crónica el 14 de julio de 1935, a las puertas de la Guerra Civil.
"La Dirección General de Seguridad estimó que no todos los bañistas se comportaban con el decoro y el respeto debidos a la decencia pública. Y para remediar esto tuvo a bien dictar ciertas disposiciones acerca de la indumentaria de baño en las playas y piscinas madrileñas. Tales disposiciones, por su carácter general, produjeron alguna alarma entre los entusiastas de la natación y de la helioterapia.
¿Tendremos que revestirnos de aquel maillot de principios de siglo que, provisto de media manga y media pierna, estorbaba para nadar y hacía prácticamente imposible el baño de sol, que, por lo demás, nadie o casi nadie tomaba entonces? ... ¿Tendremos que estar en la plaza cubiertos con un albornoz, que impide los ejercicios de cultura física y hace imposible el secarse al sol?, se preguntaban las deportistas y los deportistas, que ya en Madrid son legión...
Para responder a estas preguntas e informar a la juventud muy sport, que constituye una gran parte de los lectores de Crónica, me propuse celebrar una interviú con el brillante escritor, y gran sportman también, que es don Ramón Fernández Mato, actual subdirector general de Seguridad, en funciones de director, que dictó las disposiciones relativas a la indumentaria de los bañistas y a la manera de comportarse en las playas y piscinas de la provincia de Madrid.
El señor Fernández Mato me recibió con exquisita amabilidad, pero inexorablemente decidido a no hablar de ese asunto... Traté de obtener, al menos, una leve explicación, y dije:
-Es bien poco lo que le pido... Sencillamente, que me aclare un punto de la disposición: el relativo a la indumentaria de las mujeres en el baño y en la playa, porque si en el momento que salgamos del agua hemos de embutirnos en el albornoz, el baño pierde gran parte de su encanto y de su virtud higiénica.
- Le repito que me he prohibido hablar de este asunto.
- ¿Es que el albornoz sólo debemos llevarlo cuando formemos grupo con los muchachos?
- Siento mucho no poder esclarecer sus dudas.
Como último y vano recurso, muestro al señor Fernández Mato una colección de fotografías de maillots, lucidos por las maniquíes de Berlín y de Viena.
- Fíjese qué maillots tan bonitos. Como puede usted apreciar, son los que lucen este veranos las muchachas austriacas y alemanas, bajo regímenes que no pecan de excesiva tolerancia. ¿No podría indicarme si alguno de estos modelos puede permitirse, para eliminar el albornoz?
La sonrisa del señor Fernández Mato se hace más amplia y más cordial; pero su voluntad no ceja en la negativa: Únicamente entreabre el resquicio de estas frases:
-Creo que mis disposiciones no han sido interpretadas en su exacto sentido. La consigna que tienen los agentes no es rigurosa. Vaya, vaya a la playa y las piscinas...
Me dispongo a seguir el consejo del señor Fernández Mato. Y como casualmente se halla en Madrid la señorita Araceli Castro, elegida Reina de las playas españolas para 1935, en el Concurso de la bañista más bella y mejor presentada en maillot, celebrado por Crónica durante el pasado verano, requerimos su colaboración [...] Media hora después paseábamos en traje de baño por la playa de Madrid. La experiencia tuvo éxito completo. Araceli pudo lucir la esbeltez sin par de su cuerpo, enfundado en el breve y coquetón maillot, pudo mezclarse con los grupos de muchachos y de muchachas que, en maillot también, se bañaban en la piscina o hacían gimnasia, o tomaban el baño al sol. Repetimos la prueba en días sucesivos en dos piscinas más y con idéntico y favorable resultado. Ningún agente de la Autoridad llamó la atención de la bellísima Araceli Castro ni a ninguna otra bañista que sepamos. Y esto indica que no hay tales disposiciones tiránicas o antideportivas de la Dirección General de Seguridad, y que todo se reduce a exigir, como es lógico, a los bañistas la compostura y la decencia debidas, así como el elemental respeto al pudor y a la sensibilidad del público que acude a las piscinas y a las playas".
Firmaba el genial artículo CARMEN A. MORALES y, bajo su nombre, se leía: "ESTE NÚMERO HA SIDO VETADO POR LA CENSURA" (ojo: fue escrito durante la Segunda República, aquel período que ahora intentan vendernos como el paraíso de la libertad perdida).
En la playa se bañaba
una niña angelical
y acariciaban las olas
¡Ay… su figura escultural!
Al entrar en la caseta
A quitarse el bañador
Le decía a su bañero : ¿qué…?
Con acento de candor...
Tápame, tápame, tápame...
Tápame, tápame que estoy mojada...
Para mi será taparte
La felicidad soñada.
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