martes, 2 de julio de 2013

Complementos infalibles: un morenazo con Vespa

"À partir du 2 juillet, plus de laine, ni de corset"
 

Se cumplen 60 años desde aquellas felices Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953) que catapultaron a la fama a Audrey Hepburn. La película no sólo sirvió para que la actriz y la Ciudad Eterna firmaran una larga historia de amor, sino también para que todo el planeta soñara con comerse un helado en la Plaza de España. La obra de Wyler -que, en un primer momento y plegándose a los deseos de la Paramount, pensó en Elisabeth Taylor como protagonista- cosechó tres estatuillas: Óscar a la mejor actriz principal, al mejor guión adaptado y al mejor vestuario.
 
 
Curiosamente, Audrey pasa las tres cuartas partes de la película con la misma indumentaria; ésa que elige la noche en que decide escaparse del palacio y vagabundear por Roma hasta que Gregory Peck la encuentra dormida en un banco. ¿Y en qué consiste este look? En una sencilla camisa blanca abotonada hasta el cuello, un cinturón ancho, una falda plisada camel por debajo de la rodilla y unas bailarinas. Aunque, aparentemente, no parece un vestuario de Oscar, con unos toques de customización y tuneo, Audrey -gracias a la habilidosa mano de la diseñadora Edith Head- se convierte en una romana terriblemente chic.
 

¿Cuáles son estos pequeños cambios? Para empezar, se remanga la camisa por encima del codo, se desabrocha los botones superiores y se anuda un desenfadado pañuelo de rayas al cuello. A continuación, cambia las bailarinas por unas sandalias y, finalmente, se corta el pelo. Como complemento infalible, un morenazo (Gregory Peck) que conduce una Vespa. Un look que, sesenta años más tarde, resiste al paso del tiempo.
 

Curiosamente, cuando Audrey recoge el Oscar a la mejor actriz por su papel en Vacaciones en Roma, luce el mismo vestido que lleva al final de la película, aunque también algo retocado. Desde entonces la artista lo llamaría "el traje de la suerte".
 
 
Sin embargo, poco faltaba para que abandonase las creaciones de Edith Head (también trabajaría con ella en el maravilloso vestuario de Sabrina) y para que su diseñador de cabecera fuera, por siempre, Hubert de Givenchy. La futura estrella Miss Hepburn cambió así los helados italianos por los delicados croissants franceses.
 
 
 

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