Mis pies, que representan la única parte de mi cuerpo con espíritu sindicalista, reclaman mejorar su situación laboral y cambiar el asfalto metropolitano por la arena de la playa. Si no se cumple su petición en un plazo breve, amenazan con ponerse en huelga, o lo que es peor, solicitar la baja sine die. Y como los pies son la parte más importante de la anatomía humana, los cimientos y la base del edificio, no deseo emborricarlos. Me veo obligada, pues, a abandonar un mes la ciudad, y con ella, el Internet.
Pasen, queridos lectores, un agradable mes de agosto. Nos reencontraremos en septiembre, como no, en la contraquerencia.
Es una
hermosa noche de verano.
Tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo a la anchurosa plaza.
En el amplio rectángulo desierto,
bancos de piedra, evónimos y acacias
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cénit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma.
Tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo a la anchurosa plaza.
En el amplio rectángulo desierto,
bancos de piedra, evónimos y acacias
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cénit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma.
(Antonio Machado)
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