"Cuando Sancho sale de la ínsula, poco menos que de estampía,
nos hace algunas confesiones: nos dice, por ejemplo, que él prefiere hartarse
de gazpachos, que comer todas las gollerías que pudieran darle en la ínsula.
Los gazpachos son un guiso popular y delicado".
La internacionalización del gazpacho se debió inicialmente a Eugenia de Montijo de Granada (consorte de Napoleón III) responsable de llevar la receta a Francia. Los viajeros románticos que viajaban a lo largo de España describían al gazpacho en sus libros.
Es un alimento tan perfecto y delicado que un poeta anónimo, incluso, puso en verso la receta:
(Azorín, 1947)
Los romanos inventaron el gazpacho propiamente dicho, que
llamaron salmorium, un majado de ajo, sal y pan al que agregaban aceite y
vinagre antes de desleírlo en agua fresca. Faltaba incorporar el tomate y el
pimiento (que vinieron de América, como es sabido) para completar la receta del
gazpacho canónico. No sabemos cuándo ocurrió ese feliz maridaje, aunque se
deduce que en el siglo XIX. Covarrubias (1611) llama gazpacho a "cierto
género de migas que se hace con pan tostado, aceite y vinagre y algunas otras
cosas que les mezclan, con los que lo polvorizan. Esto es comida de segadores y
de gente grosera y ellos debieron poner nombre como se les antojó; pero digamos
traer origen de la palabra toscana guazo y guazato, que vale potage o guisado
líquido con algunos pedazos de vianda cortados y guisados en él, y de guazo,
gazpachos; o del verbo gazaz que vale succideere, excidere, por los pedazos en
que se parten o desmenuzan el pan porque se remoje mejor". Entre las
cuadrillas de jornaleros existía la figura del "gazpachero" encargado
de preparar la comida a las cuadrillas de trabajadores en los cortijos
andaluces.
En 1954 en el “Diccionario crítico etimológico de la lengua
castellana” se menciona que el origen procede del portugués caspacho que a su
vez deriva de la voz prerromana caspa, que significa fragmento en derivación
mozárabe, aludiendo a que se hacía con cachos de pan; el sufijo “-acho” parece
mozárabe y se extiende por la zona de Andalucía. Los primeros gazpachos que se
conocen llevaban solamente pan, vinagre, aceite y, con frecuencia, ajo y a veces
frutos secos molidos, como puede ser la almendra (ajoblanco), uno de los
gazpachos más antiguos que se conocen.
El gazpacho originario se elaboraba ya en la época del
Al-Ándalus y los ingredientes eran pan en migas (a pellizcos), ajo, aceite de
oliva, vinagre, sal y agua. Estos elementos se majaban en un mortero
(dornillo) y eran servidos como en una sopa.
La internacionalización del gazpacho se debió inicialmente a Eugenia de Montijo de Granada (consorte de Napoleón III) responsable de llevar la receta a Francia. Los viajeros románticos que viajaban a lo largo de España describían al gazpacho en sus libros.
A partir del año 1960, con el boom del turismo, el gazpacho
empezó a ser conocido internacionalmente, teniendo un gran auge y expansión.
Durante mucho tiempo la versión tradicional de esta bebida se hacía en un
mortero, pero con la aparición de nuevas tecnologías, como la licuadora
eléctrica a mediados del siglo XX, se sustituyó al mortero, modificando y
facilitando la trituración de los ingredientes. En la actualidad, es muy raro encontrar una familia que "maje" (machaque)
el gazpacho a mano.
El famoso médico y gastrónomo Gregorio Marañón (1887-1960)
en su libro El alma de España considera el gazpacho una "sapientísima
combinación empírica de todos los simples fundamentales para una buena
nutrición que, muchos siglos después, nos revelaría la eficacia de las
vitaminas [...]. Con el vino, que casi nunca falta, su eficacia se acentúa, y
si pudiera añadírsele un buen trozo de carne podría considerarse el gazpacho
como alimento muy próximo a la perfección".
Juanita Reina también le canta un tanguillo al gazpacho
Es un alimento tan perfecto y delicado que un poeta anónimo, incluso, puso en verso la receta:
"Diente de ajo se maja en el mortero,
se añaden dos pimientos troceados,
y unos cuantos tomates bien pelados.
Vuelta a majar, que nada quede entero.
Un puñado de pan -miga sugiero
y si es de candeal vendrá pintiparado-
pondrás a remojar; luego, estrujado,
lo añades a la pasta a retortero.
En débil chorro sumas, meneando,
noble sangre de oliva generosa,
vinagre y sal prudentemente.
Cuando añadas agua fría y deleitosa
alcanzarás la gloria resoplando
en vaso, plato, cuenco, pila o fosa".
se añaden dos pimientos troceados,
y unos cuantos tomates bien pelados.
Vuelta a majar, que nada quede entero.
Un puñado de pan -miga sugiero
y si es de candeal vendrá pintiparado-
pondrás a remojar; luego, estrujado,
lo añades a la pasta a retortero.
En débil chorro sumas, meneando,
noble sangre de oliva generosa,
vinagre y sal prudentemente.
Cuando añadas agua fría y deleitosa
alcanzarás la gloria resoplando
en vaso, plato, cuenco, pila o fosa".
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