Me dispongo a abrir mi revista de Glamour del mes de abril sentada en un banco del parque. Leo en voz alta el título de un artículo: "Descubriendo al Houseband".
Un caballero que se encuentra a mi lado pregunta:
- ¿Qué raza es ésa?
Continúo leyendo el primer párrafo: "Hay pocos, pero existen. Cocinan, cambian pañales y hacen la compra. Nos referimos a los amos de casa, un fenómeno que crece provocado, entre otras cosas, por la crisis económica. Ahora bien, ¿estamos realmente preparados para aceptarlo?".
- Tu madre se enfada cada vez que friego las tazas del café. Dice que eso no es cosa de hombres -apunta el caballero desde la otra esquina del banco-.
- Aquí dicen que: "para un hombre puede ser duro al principio, pero a medio plazo es una experiencia muy gratificante". Encima, acaban de descubrir que los hombres que lavan los platos tienen una vida sexual más satisfactoria.
- ¿Cómo?
- Ya lo oyes: "cuantas más tareas domésticas hacen los hombres, más felices están con las mujeres".
- ¿Cómo?
- Ya lo oyes: "cuantas más tareas domésticas hacen los hombres, más felices están con las mujeres".
Para resolver nuestras dudas, delante del banco pasa un houseband en carne y hueso. Este hombre joven lidia con un crío de, aproximadamente, cinco años, un chucho blanco y una bicicleta pequeña. A todas luces, le faltan manos. El niño se empeña en estrellar su bicicleta contra el naranjo más cercano.
- Vamos, Diego, no molestemos a esta familia. ¿Quieres que vayamos a ver a los cua-cua?
Hasta el naranjo respira aliviado.
- Cinco señales de que es un houseband: sabe cuánto cuesta el litro de leche en los tres súper más cercanos; cuando llegas a casa te espera con la cena hecha y, si has tenido un mal día, también con helado de chocolate; cuando coincides con esa encantadora anciana en el ascensor siempre te recuerda la suerte que tienes y te insta a que "lo cuides mucho"; si tenéis niños, ellos le llaman a él antes que a ti cuando les despierta una pesadilla; de repente, te das cuenta de que todas las mujeres del barrio le sonríes embelesadas.
Buscamos de nuevo con la mirada a nuestro houseband: se le ve en apuros y ninguna mujer del parque le pone ojos golosos. Los tres pasean peligrosamente por el filo de una alberca: el niño lleva cogido de la correa al perro, que hace equilibrios, y el padre, a su vez, agarra al crío de la mano que le queda libre. La bicicleta, afortunadamente, ha quedado aparcada a unos metros. Sospechamos que houseband, hijo y chucho acabarán mojados.
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