lunes, 22 de abril de 2013

Una "lady" torera


Vamos a hablar de Patricia McCormick, una mujer con reaños que nació en San Luis (Missouri) en 1929 y que, con sólo siete años, tomó la decisión de hacerse torera tras unas vacaciones familiares en México. Allí, en DF, sus padres la llevaron a una corrida en La Monumental y quedó prendada de un matador que continuó toreando tras perder la zapatilla en el albero. A su vuelta, le pidió a su vecino pequeño que le hiciera de toro. Al terminar el colegio (su familia acabó mudándose a Big Spring, en Texas), empezó estudios de arte y música en la universidad del Paso pero, al igual que los capas charros, solía escaparse y cruzar la frontera para ver toros. Por las noches, en su dormitorio, leía compulsivamente revistas taurinas españolas y toreaba de salón con una manta de la Guerra Mundial que le había regalado su padre.

 
Así, con colosales dosis de perseverancia, dedicación y entrenamiento, y con la ayuda del matador retirado Alejandro del Hierro, debutó en 1951 en la plaza Ciudad Juárez, donde cortó una oreja, ingresando en la Unión de Matadores un año más tarde. No pudo tomar la alternativa de forma oficial porque ningún diestro quería cederle los trastos. Carlos Arruza, que en aquellos años era la mayor figura mexicana, dijo sobre ella: "Sí, torea toros más grandes que cualquier otra mujer, y reconozco que mata bien... Su defecto es ser una mujer".

Durante una década, Miss McCormick lidió más de 300 corridas entre México y Venezuela, y recibió seis cornadas graves (en Ciudad Acuña, llegaron a darle la extremaunción). En los años 50, mientras las mujeres norteamericanas cocinaban pasteles en el horno, Patricia hacía el paseíllo rodeada de hombres y envidiaba sus vistosos vestidos de luces (ella toreaba con traje campero). Gracias a su arrojo, se convirtió en una celebridad y captó la atención de toda la prensa norteamericana, que la describió como "the most courageous woman". En 1954, publicó su biografía, titulada Lady Bullfighter, donde escribió "I love the brave bull [...] I do not consider bullfighting a sport. It is an art, a science, a ritual... a mystery... more spiritual tan physical". 

 
Cuando se retiró de los ruedos, en 1962, se trasladó a Pasadena (California), donde se centró en su carrera artística, firmando acuarelas y apuntes taurinos en sus ratos libres. A comienzos de la década de 2000, sin apenas dinero, regresó a su Texas natal. Vivió en la ciudad Del Río hasta su reciente muerte en una residencia, con 83 años, a finales del pasado mes de marzo. Nunca se casó ni tuvo hijos.

 
Su aventura hizo que otras mujeres siguieran sus pasos, como su paisana Patricia Hayes, conocida, en la década de los 60, como la "Grace Kelly de los ruedos".


 

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