La lluvia ni sabe ni quiere ir a la moda. Quedó claro el jueves, durante la Vogue Fashion Night Out 2014, cuando el cielo del Barrio de Salamanca se abrió en dos, como un enorme costurón, y alguien arriba grito "¡agua va!".
Dicen los organizadores que, a pesar del mal tiempo, la noche fue un éxito. Y sí: es muy posible que se dispararán las ventas de paraguas. Salvo eso, vi tan pocas bolsas como tarjetas de crédito. Las niñas estaban más preocupadas en peinarse los cabellos falsamente alisados que, con el agua, volvían a su estado natural, rizado y rebelde. Las alfombras rojas escupían lluvia y los tacones resbalaban por las aceras madrileñas. Sólo Audrey Hepburn era capaz de conservar el glamour bajo una tormenta.
Dentro de las tiendas, los fashionistas intentaban recuperar la compostura. Los paraguas chorreantes iban dejando un reguerillo entre sección y sección, como pequeños ríos en el interior de Zara o Massimo Dutti. Bajo las luces de neón, el rímel de las muchachas también goteaba hasta formar grotescas lágrimas negras. El agua es implacable ante los decorados de cartón-piedra.
Las páginas de Vogue, siempre luminosas y seductoras, se volvieron papel mojado. Lástima grande que no sea verdad tanta belleza.
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