¿Cómo a partir de un tema vulgar
puede rodarse una película brillante? Gracias a un guionista magistral como Paddy Chayefsky.
Marty es el único hijo aún sin independizar en una familia italo-americana de
cinco hermanos. Se trata del clásico solterón de treinta y pico años que aún vive con su madre, la protectora señora Piletti. Marty, que tiene un gran corazón, trabaja como carnicero en una tiendecita del Bronx. A pesar de su timidez, todas las clientas del barrio le tienen afecto y desean que encuentre a una buena chica para casarse con ella. "Debería avergonzarte seguir soltero, Marty", le dicen mientras compran filetes y chuletas que Marty, primorosamente, envuelve con sus manazas en papel de estraza. Pero las mujeres no se fijan en Marty y éste suele acabar las noches cenando los espaguetis a la boloñesa, con extra de queso, que le cocina su madre. Un sábado, alentado por la señora Piletti, se enfunda su mejor traje azul y sale, junto a su amigo Angie, a una sala de baile. La noche promete ser un nuevo desastre amoroso hasta que se cruza con otra alma solitaria: una infeliz y romántica profesora.
El actor Ernest Borgine, al que hasta entonces habíamos visto en películas más duras como De aquí a la eternidad, Johnny Guitar o Conspiración de silencio, con su físico tosco y sus descomunales manos, desborda ternura en el papel de Marty. Esta historia, rodada en 1955, supuso, además, el debut de Delbert Mann, quien se llevó el Óscar a la mejor película y al mejor director, a pesar de competir aquel año con Elia Kazan, David Lean y John Sturges. Sin embargo, el gran responsable del éxito de Marty fue Chayefsky, ganador también del Óscar al mejor guión adaptado.
Cuando Borgnine recogió el Óscar de manos de Grace Kelly, la primera persona a quien le dio las gracias fue a su madre.
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