recuerdo unos diciembres muy lejanos,
y aquellas cartas a unos soberanos
que echaba en el buzón de la tristeza.
Pedía para mí una fortaleza
que nunca tuve. Dios, según sus
planos,
sabría construirme con sus manos.
Pero me fui rompiendo pieza a pieza.
Yo quería un juguete duradero
con desesperación. Ya nada espero
de la felicidad que perseguía.
Pero mi corazón, pueril a ratos,
pone sus cansadísimos zapatos
por si los Reyes Magos, todavía...
(JAVIER DE BENGOECHEA)
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