martes, 14 de enero de 2014

La historia de Luis Castro "El Soldado" (II)

En estos tiempos en los que los toreros son colegas y se mandan besos y abrazos por sus cuentas en Twitter, conviene recordar la rivalidad que existía entre los diestros mexicanos Lorenzo Garza y "El Soldado", una historia que pueden encontrar en el libro "Los machos de los toreros", escrito por José Pagés Rebollar. Aquí no busquen toreros que anuncien Loewe.


Lorenzo Garza es un capítulo aparte. Nunca fuimos amigos y todo se debió a un pique entre los dos a consecuencia de un engaño. La cosa estuvo así: un día le pregunté en España: "Oye Lorenzo, ¿qué tal son los toros de la ganadería Fulana?" y él me contestó: "¡Muy buena, hombre! ¡Muy buena, Luisito!". Pocos días después me fue de lo peor lidiando toros de ese lugar y yo resentí de inmediato la mala fe de Lorenzo porque total ¿qué le hubiera costado decirme que era mala, que eran toros de "mal son"?


A partir de allí empezó la guerra sin cuartel. El asunto no quedó así, porque pocos días después, al coincidir en Madrid durante una corrida, las cosas se fueron calentando y para no hacértela larga, un domingo, cuando los dos toreábamos en Portugal, mi apoderado me avisó que el miércoles alternaríamos en Madrid. Al saberlo, yo dije para mis adentros: "¡A toda madre!". Para todo esto, nos fuimos jugando poker en el tren y yo, "picado", le gané 33 mil pesetas no sin antes decirle de despedida: "¡Qué joda vas a llevar el miércoles!", cosa que él no tomó en cuenta porque su apoderado era Eduardo Pagés, y Lorenzo pensó que como aquél era apoderado de varias plazas ya había arreglado que no me pusieran en el cartel.


Para dejarnos de cosas, aparecí en el cartel y cuando llegó la corrida el toro cogió a Cecilio Barral y quiso Dios que Lorenzo y yo nos quedáramos "mano a mano". ¡Ya era nuestra suerte! La faena estuvo "a toda madre". A mi primer toro lo trabajé para cortarle orejas y rabo. ¿Te imaginas? Pero lo mejor de todo estuvo cuando entré a matar con el pañuelo, en vez de muleta, y no lo hice para lucirme sino para acabar dé una vez por todas con todos los cabrones que estaban allí. La plaza estaba eufórica, Lorenzo también y emocionado avanzó para darme un abrazo, pero yo, "picado", lo empujé y allá fue a dar de culo, sobre la arena. El aficionado español, como tú sabes, es de los más conocedores y exigentes y por eso la reacción no se hizo esperar y la gente me gritaba "Chulo, hijo de la gran puta" y yo, desconcertado, me preguntaba: ¿por qué me dicen "chulo"? Después, supe que era como decir hijo de puta y me fui al centro del ruedo para mandarlos donde tú sabes.


Pero Lorenzo, no te creas, también tenía lo suyo y entró a matar sin nada. Garza y yo nunca llegamos a las manos.
 
¿Por qué me decían "El Soldado"? A mí me pusieron "El Soldado" porque de chico vivía junto a un cuartel al que entraba casi diario pues me gustaba muchísimo montar a caballo y para eso había que uniformarse. Por otra parte, cuando me anuncié para torear la primera novillada de mi vida llevaba puesto un pantalón de soldado y la gente se fijó en eso. De allí me vino el nombre de Luis Castro "El Soldado" y con él tomé la alternativa el 5 de marzo de 1933 con Joaquín Rodríguez "Cagancho" como padrino, David Liceaga como testigo y toros de Cuaxamaluca en el encierro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario