sábado, 18 de mayo de 2013

Crónica del 18 de mayo: "Unos se fueron sin merendar, otros sin torear"

- Me voy sin merendar del disgusto que llevo. ¡Sin merendar! Y los flamenquines fríos.


Exterior de Las Ventas. Nueve y cuarto de la noche. Un señor que porta una nevera de camping color azul sube las escaleras hacia el paso de peatones. Dentro de la plaza, varias docenas de almohadillas reposan sobre el albero. La encerrona de Talavante ha terminado. Afortunadamente, ha sido breve.
 
 
No se produjo un solo quite. Los toros se pusieron ante el caballo de mala gana. Se picó mucho y mal. En las seis faenas de muleta no hubo un ápice de pasión. Frío. Frío el ambiente y gélido el torero. Estocadas atravesadas y caídas. Silencio, silencio, ovación, silencio, silencio y pitos. Un sainete insalvable. Sin corazón no se torea.
 
 
Sobre los toros, una ganadería de la categoría de Victorino Martín tiene que aspirar a más. Es una obligación. No hubo bravos ni alimañas. Preocupa la deriva que está tomando la divisa extremeña. Sin embargo, tampoco mereció una lidia tan mediocre ni seis tercios de varas desmedidos. Hubo toros para cortar una oreja.
 
 
Talavante aún está esperando una alineación inter-planetaria para ponerse a torear. Siempre se le podrá echar la culpa al viento.

viernes, 17 de mayo de 2013

Crónica del 16 de mayo: "Mi torero lleva chándal"


Alrededor de las seis, tomaba café en un bar aledaño a Las Ventas. Diez minutos después, entró un amigo, casi en tromba, me dijo: "-Suelta el café" y, presintiendo el desarrollo de los acontecimientos, pidió dos gin tonics. Yo, que nunca bebo pelotazos, obedecí de inmediato, en parte por respeto, y en parte también porque sabía que me iba a hacer falta. Tras semejante merienda, media hora más tarde estaba subiendo a mi grada con la tranquilidad que da la anestesia. Los recuerdos de la corrida son, pues, imprecisos.
 
 
Tan sólo un rosario de juampedros, algunos con hechuras de raspa de pescado, a cual más soso. También recuerdo que, en el tendido 6, casi acaban a tortazo limpio un morantista y un manzanarista. Poco después del minuto de silencio dedicado a Joselito, aún llegan a mis oídos gritos de "Morante, chorizo" y "Manzanares, gamberro". Creo que el confirmante del jueves, Jiménez Fortes, hizo lo que pudo en mitad de aquel ambiente tormentoso y se arrimó mucho. Luego, decidió brindar el sexto juampedro a sus "maestros" y, un aficionado sentado a pocos metros, sentenció con aire de fatalidad: "Si le ha brindado el toro a Morante, no hay nada que hacer". Ah, un quite a Trujillo y frío. Recuerdo que hacía un frío que pelaba.
 
 
Por la noche, llegué a casa y leí varias declaraciones que me despistaron todavía más. Al parecer, Juan Pedro junior solicitó en el Plus "cariño y tiempo" para sus toros. Aquello me sonó a bolero de Los Panchos. Luego, en Burladero, José Mari dijo que había estado disfrutando y que, cuando los toreros disfrutan, eso se transmite. Morante también soltó en ABC que, "a pesar de la división", había disfrutado mucho. ¡Arsa! Alegría pal´cuerpo y que nos quiten lo cobrado.
 
 
Y, para rematar la torrija, me rondaba la idea de que, por la mañana, antes del festejo, Morante se había paseado por Las Ventas con un chándal del Real Madrid. Sobre este episodio, sé que un rapsoda anda dándole vueltas a un proyecto de pasodoble que tendrá por título "Mi torero lleva chándal".
 
Cuando las excavadoras quitan
montones de arena gris,
 mientras Morante sueña
 verónicas de alelí,
enseñado la patita
con un chandita cañí,
 voces de coña sonaron
cerca del Guadalquivir.
 José Antonio de la Puebla
moreno de verde cuna,
 se estira el gemelo varonil:
 ¿Quién te ha puesto ese chandita
lejos del Guadalquivir?

jueves, 16 de mayo de 2013

¿Qué habría sido del poema de Lorca si los toros, en vez de a las cinco de la tarde, hubieran empezado a las cinco y veinticinco?


Voy tarde. Lo sé. El festejo de Las Ventas terminó hace más de doce horas y escribo sobre él en este momento.  Sin embargo, bien mirado, ¿quién se preocupa por la puntualidad? ¿No arrancó ayer la corrida veinticinco minutos tarde por culpa de los operarios Taurodélticos que se pusieron a jugar con palas, rastrillos y cubitos a las siete en punto de la tarde? ¿Qué habría sido del poema de Lorca si los toros, en vez de a las cinco de la tarde, hubieran empezado a las cinco y veinticinco?
 
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco y veinticinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y humo
a las cinco y veinticinco de la tarde.

 
Pero, como bien dice don Antonio Burgos, en este país nunca passssssa nada. Y allí nos tuvieron, igual que a unos lelos: más de veinte mil espectadores contemplando como diez tíos trabajaban. ¿No es eso España? La corrida de toros, siempre fiel reflejo de la realidad social, espejo de nuestras miserias. También de nuestra gloria, cuando la hubo.

 
¿Qué contar sobre el festejo a esta hora tardía, cuando ya está todo dicho? Que me gustó la corrida de Alcurrucén, sobre todo el lote de Perera (tercero y quinto), con un toro, de nombre "Peladito", encastado, con emoción, de embestida cambiante y que hubiera puesto a correr a unos pocos. El colorado "Ambicioso" también nos tuvo con los ojos bien abiertos, a pesar de que las manecillas del reloj rozaban las nueve y media. El sexto, "Herrerito", apretó en el caballo y le dieron una buena tunda. Otro toro bueno. El primero, "Pandero", fue una pera en dulce, un derroche de nobleza, ideal para un confirmante que no está bregado en las trincheras venteñas. El cuarto, "Altamares", probablemente habría sido diferente si Castella no le hubiera recortado tanto las embestidas de salida. Sólo "Pianero", lidiado en segundo lugar, fue un toro soso que se agarró pronto al piso. En conjunto, una corrida entretenida, muy en Núñez, con un lote para armar el taco; eso sí, desigual de presentación, con algunos toros rozando el límite de lo admisible en Las Ventas.


Perera luchando con "Peladito"

¿Y sobre los toreros qué señalar? Que no me convenció ninguno. No niego que Perera mereciera la oreja del tercero: anduvo firme -no era un toro de carril- y mató bien. Pero sorteó un lote de lío gordo y, si con eso no abre la Puerta Grande, los de Taurodelta deberían ordenarle a sus operarios que la tapien. El extremeño, a ratos, estuvo vulgar, perfilero y al hilo del pitón, sin mando, sólo acompañando la embestida de sus toros (y somos conscientes de que la estética no se encuentra entre sus virtudes); a ratos, en cambio, dejó muletazos buenos, con mando y por bajo. Un Guadiana. Fue, sin embargo, el mejor, con diferencia, de la terna. El confirmante Ángel Teruel confirmó lo que muchos sospechábamos: que tiene voluntad, pero no vale para torero. Y Castella firmó una tarde para el olvido: a pesar de sacar las bolitas menos afortunadas en el sorteo, a un matador de su rodaje no se le puede tolerar la tauromaquia despegada y brusca de la que hizo gala. Su banderillero, Javier Ambel, estuvo, en cambio, soberbio, cuadrando en la cara del toro como hacía tiempo que no se veía. Otro hombre de plata que merece una mención fue Joselito Gutiérrez.


El tatachín acabó a las diez en punto de la noche y con la luna creciente más que despuntada sobre el cielo isidril.

 

miércoles, 15 de mayo de 2013

Falsificación de rosquillas


El 10 de mayo de 1950, Jacinto Benavente firmaba en el ABC una columna sobre las rosquillas de San Isidro: "Quizá de ninguna golosina pueda ofrecerse tanta variedad en sabor, tamaño y aspecto [...] Las llamadas del Santo son de tres clases: las tontas, las de Fuenlabrada o yema; y las de Villarejo de Salvanés, o de la Tía Javiera, que por rosquillas hizo famoso su nombre y el de su pueblo. Todavía se recuerda el anuncio: Yo, como la verdadera Tía Javiera, no tengo hijas ni sobrinas; porque eran muchas las que se anunciaban, cuando la Tía Javiera ya había muerto, como verdaderas sobrinas de la Tía Javiera.


Por haber sido mi padre médico titular de Villarejo de Salvanés y por ser de allí mi madre, he tenido cabal noticia de la verdadera Tía Javiera y de su descendencia. Cuando yo nací, ya no existía la Tía Javiera, que, en efecto, no había dejado hijas ni sobrinas, pero sí una sobrina segunda, que todos los años, por San Isidro, venía a Madrid y tenía su puesto con las más legítimas rosquillas de Villarejo y de la Tía Javiera. De niño, iba yo con mis padres a la Romería, en la víspera del Santo, y mis padres, que conocían a la vendedora, compraban en su puesto las rosquillas. No vestía de lugareña, como las de otros pueblos similares, vestía a lo señora de pueblo y llevaba al cuello un collar de aljófar de muchas vueltas. Hablaba con mis padres de sucesos y personas del pueblo y me obsequiaba con una rosquilla. Podía yo haberme olvidado de todo, pero no me he olvidado de la rosquilla; a la rosquilla van engarzados el recuerdo del collar de aljófar y del señoril agrado de la vendedora al departir con mis padres y celebrar mis ojos.


Las rosquillas especiales de Villarejo eran las de baño blanco, y la gracia de ellas estaba en que el baño no se cuarteaba ni se desprendía al partirlas. Su elaboración era muy esmerada. Sus componentes, harina, huevos y azúcar, habían de ser de la mejor calidad.


Hoy ignoro si se mantiene la elaboración en Villarejo, ni si vendrán todavía a venderlas en la Romería, ni si quedará alguna descendiente de la Tía Javiera [...] ¡Romería de San Isidro! Más de sesenta años hará que no he vuelto a ella. Entonces yo ni miraba, ni me daba cuenta de que allí cerca estaban tres cementerios. ¿Quién pensaba en la muerte? Hoy, de todo ello, sólo vería un cementerio, en el que descansan seres queridos, con los que yo fui tantas veces a la Romería a comprar rosquillas de Villarejo, las verdaderas rosquillas de la Tía Javiera".

Feliz día de San Isidro, gatos... porque gato no naces, te haces

martes, 14 de mayo de 2013

Venancio Blanco: las hendiduras de la Tauromaquia


Todos recordarán la estatua de Juan Belmonte que preside la plaza del Altozano. Esa efigie con inconfundible prognatismo mandibular y el corazón hueco que vive mirando a La Maestranza, con montera calada y capote de paseo al hombro, es obra del escultor salmantino Venancio Blanco. Desde hace más de treinta años, Triana contempla la orilla opuesta de Sevilla, la de La Giralda y su plaza de toros, a través del alma ausente de Belmonte. Y, a pesar de la algarabía procedente de los comercios de la calle San Jacinto, al pasar junto al Belmonte de Venancio Blanco, uno escucha el eco de pasos en Gómez Cardeña, el pesar de un jinete que ya no se acopla con su mejor caballo, el crujir de una garrocha y la detonación seca de un 8 de abril.  
 
 
Los huecos, el vacío y la ausencia, en la obra escultórica de Venancio Blanco, se encuentran, paradójicamente, colmados de matices y significado. Su maestría emana de la falta de materia: de la cavidad en el pecho de Belmonte, del cuello casi inexistente de un toro que imaginamos badanudo o de la oquedad en una silla de montar. ¿No sucede lo mismo en el toreo? ¿Qué es el temple, sino una frágil grieta entre el toro y el vuelo de la muleta donde, a través de ella, nos contemplamos a nosotros mismos y, a la vez, nuestra orilla opuesta, la de cada uno, diametralmente distinta a la del semejante? Las esculturas de Venancio Blanco se estructuran plano a plano, serie a serie, tanda a tanda, como los muletazos de una faena tan perfecta como incompleta.
 
 
Hasta el 15 de junio, en la Galería Modus Operandi de Madrid, junto a cuadros de artistas como Fernando Palacios o David Arnás, puede admirarse una decena de piezas del artista charro: picadores, elegantes matadores y toros altivos que demuestran su personalidad y maestría. Sólo un amante del toro bravo puede conocer, con tal perfección, cada articulación y gesto. Sus obras del tercio de varas son una exhibición de violencia, movimiento, fuerza y, por supuesto, de gracilidad. El arte de la superposición y del vacío. De una vitalidad irrefrenable. Venancio Blanco tiene hoy 90 años y sigue trabajando.
 
Apunte de Venancio Blanco firmado en 2012 (con 88 años en el esportón)
 

lunes, 13 de mayo de 2013

Ay, trece de mayo, cuando me encontré contigo


La tarde de toros en Las Ventas, otra ruina (ya van tres). Pero estaba Curro Díaz, al que entran ganas de cantarle: "ay, trece, trece de mayo, cuando me encontré contigo". Bendita sea la mare, la mare que te ha parío, tan bien vestío, de rosa y oro. Incluso los Palmosillos y las banderillas del Fandi ganan ante su presencia. Desde luego, con una corrida como la de este lunes, se agradece que suene un clarín de olvido...


Un poema de Rafael de León titulado "¡Así te quiero!", y dedicado a Concha Piquer en 1941, fue el origen de la canción "Trece de mayo", musicada por Juan Solano. La copla adelantó el almanaque dos meses (en el soneto, la acción transcurre un trece de julio), pero incrementó, si cabe, la intensidad de la letra del sevillano.

El día trece de julio
yo me tropecé contigo.

Las campanas de mi frente,
amargas de bronce antiguo,
dieron al viento tu nombre
en repique de delirio.
Mi corazón de madera
muerto de flor y de nidos,
floreció en un verde nuevo
de naranjos y de gritos,
y por mi sangre corrió
un toro de escalofrío,
que me dejó traspasado
en la plaza del suspiro.

¡Ay trece, trece de julio,
cuando me encontré contigo!


El 13 de mayo, además de la corrida Palmosilla en Las Ventas, es el día de la portuguesa Virgen de Fátima. En esa fecha del año 1917, la Virgen María se apareció por primera vez ante una terna de pastorcitos: Francisco, Lucía y Jacinta. Tuvo lugar entonces el siguiente diálogo:
- ¿De dónde es su merced? -preguntaron los niños.
- Mi patria es el cielo.
- ¿Y qué desea de nosotros?
- Vengo a pedirles que vengan el 13 de cada mes a esta hora. En octubre les diré quién soy y qué es lo que quiero...

Ay trece, trece de mayo
cuando me encontré contigo.
Ay, tus ojos de manzana
y tus labios de cuchillo
y las nueve, nueve letras
de tu nombre sobre el mío
que borraron diferencias
De linaje y apellido.


Apuesto a que la Virgen de Fátima, en su aparición de octubre,
no pidió una corrida de la Palmosilla


Trece de mayo: momento de escalofrío


Crónica del 12 de mayo: Escolares con más fachada que cimientos


Tras el petardo de José Luis Pereda y los Bayones, la corrida de José Escolar mantuvo el interés, sin embargo, le faltó mucho para convencer al aficionado riguroso. Salvo el escurrido quinto, el conjunto salvó la papeleta por la fachada, en vez de por los cimientos de la casta. En definitiva, más geniuda que brava. El mejor toro, sobre todo por su movilidad, fue el cuarto, de nombre Bustillo II, aplaudido en el arrastre y que tomó tres varas propinadas por Juan José Esquivel. Rafaelillo plantó cara en las primeras arrancadas del violento animal, justo antes de arrugarse y recortarle el recorrido. No pudo con él. El primero fue un Escolar deslucido y agarrado al piso.


Entre los matadores, sobresalió la actitud de Alberto Aguilar, que jamás volvió la cara y estuvo muy por encima de su descastado lote. En todo momento llevó el mando de la lidia, con cordura y cabeza fría. Lástima que haya quemado sus dos cartuchos en Las Ventas. Merece más.


El momento más torero llegó de la mano de Fernando Robleño, doblándose en el comienzo de faena a su primero. Firmó detalles para un cartel de toros, a pesar de que al conjunto le faltó consistencia y remate, principalmente por el pitón derecho. El madrileño, que llevaba un crespón negro prendido de la chaquetilla, quiso abandonarse con el toro menos adecuado y le acabó pasando factura. El mejor de la tarde con el estoque. Ante el quinto no hubo nada que hacer.


Entre las cuadrillas, además del tercio de varas de Esquivel, se desmonteraron José Mora y Pascual Mellinas, en las filas de Rafaelillo. Tarde primaveral con la plaza casi llena. Desde el tendido, un maestro en el arte de lidiar Escolares aplaudió el arrojo de la terna.

Fotos: Juan Pelegrín

sábado, 11 de mayo de 2013

Los toros con glamour

La tarde del 17 de mayo de 1949 pasará a la historia de la Tauromaquia como el día en que Luis Miguel Dominguín se autoproclamó número uno del toreo alzando su dedo índice hacia el cielo en la plaza de Las Ventas de Madrid. Aquello provocó una de los mayores escándalos que se recuerdan en esta plaza. "¡Menos mal que no había entonces en España pena de muerte! Si hubiera habido, lo habrían matado...". Así se expresaba un picador de Luis Miguel esa tarde en una opinión recogida en el libro de Andrés Amorós.


En la explanada de Las Ventas, el doctor Fleming, Antonio Bienvenida y "Yiyo" tienen compañía. Junto a ellos se ha instalado Luis Miguel Dominguín. En la escultura, con la mano izquierda, el provocador torero madrileño arrastra su capote por el albero, a la vez que extiende el brazo derecho hacia el cielo en señal de gratitud (algunos opinan que está pidiendo un taxi). La pieza, elaborada en bronce por Ramón Aymerich, es poco garbosa: debería haber continuado enchiquerada en el museo de Las Ventas, donde se guardaba discretamente hasta ahora. Desgraciadamente, el autor no ha conseguido reflejar ni el portentoso físico de Luis Miguel Dominguín ni tampoco su esencia. El matador, con su dedo índice, tendría que señalar, para la posteridad, que fue y sigue siendo el "número uno". ¿O alguien piensa que conquistar a la Gardner era tarea sencilla?


Durante sus vacaciones en España, Ava, casada en aquella época con Frank Sinatra, no escatimó en escarceos con Luis Miguel, un hombre que se codeaba con la élite intelectual, política y social de su éoica. Cuentan que, en un arrebato de celos, Sinatra se plantó delante del toreo, a quien insultó en un spanglish perfectamente inteligible, y éste último, sin pensárselo dos veces, le plantó a la voz de terciopelo dos bofetadas "a la ibérica". El número uno no era, precisamente, un hombre discreto pero, como él mismo decía, ¿qué gracia tenía acostarse con el animal más bello del mundo si después no lo pregonaba? Llegó a describir a Ava como "la más guapa y la más fiera: tenía yo una loba muy feroz en una jaula...".

"Luis Miguel se levanta de la cama y se dispone a salir. Ella le pregunta: 'A dónde vas ahora?' Y él contesta rápido: '¿Dónde voy a ir?, ¡A contarlo!'".

En el interior de Las Ventas, en la Sala Bienvenida, una exposición con fotos de Canito reflejan estos años. En alguna ocasión, el centenario fotógrafo ha llegado a afirmar que Ava estaba locamente enamorada de él: "He tenido muchas veces a Ava Gardner entre mis brazos. Nos hemos besado y emborrachado; me quería y nos respetábamos".

Ava vista por Canito

Hace poco, me contaron una anécdota gastronómica sobre las visitas que Ava hacía por España. Le entusiasmaba la lengua, no la de Luis Miguel, que también, sino la de vaca estofada. El guiso de toda la vida, vaya. En las tabernas de la Cava Baja todavía recuerdan que no pedía otra cosa, salvo su otro plato favorito: huevos fritos con patatas.

viernes, 10 de mayo de 2013

El brochazo del Papa Negro: "Apura la cicuta"

"Ya sé que las soluciones virtuosas pasan por los términos medios. Eso creyeron los ganaderos incluso los de divisas duras cuando decidieron quitar agresividad a sus toros para darles nobleza. Eufemismos, y poco más que eufemismos: el toro, o es una fiera con todos sus derechos y con todas sus consecuencias -entre ellas, el toreo defensivo-, o es un animal azucarado en beneficio del torero".
(Javier de Bengoechea "Tabaco y oro")

...Y en esto hemos venido a dar: lo que cría la familia Pereda ("La Dehesilla") es una colección de mansos descastados disfrazados de "guapos lindos", una comedia de "figurón" como aquel "Lindo Don Diego" de Moreto: fachada y nada por dentro (es lo que gusta a la torería andante... lo ha dicho en el Plus Caballero, que esta corrida "enamoraba en los corrales") y el lote "que se deja" le toca a Leandro que está para irse a su pueblo a encandilar al mujerío.


Es decir: si oyes a los toreros decir que están "enamorados" de un "lindo Don Diego", echa a correr. Si la corrida "es un tacazo", bebe a morro medio litro de cicuta para que el aficionado que aún queda entre tus entretelas tenga una muerte digna y rápida. Amén.

Aficionado después de ver un "tacazo" de corrida
que enamoró a los toreros
 

Cuidados básicos masculinos


¿Se acuerdan ustedes de Pimpón? Era un muñeco con cara de cartón que, temerariamente, se lavaba la carita con agua y con jabón. No le iba la marcha y, todas las noches, cuando daban las doce, se retiraba a dormir como un clavo. Pues bien: los consejos del soso Pimpón están completamente desfasados. Los hombres de nuestra era -aunque muchos siguen teniendo la sesera de cartón- ya no se lavan la cara con agua y con jabón.


Una escandalizada estudiante de arquitectura, junto a una nota que decía: "por favor, escríbete un contrapost ya, ¿qué coño ha pasado con los hombres?", me ha remitido al blog de un actor de cine español (un tal Quim Gutiérrez) donde detalla los "cuidados básicos" que debe seguir todo macho del siglo XXI.
Arranca así el artículo: "Al tener que maquillarme y desmaquillarme por motivos laborales, tuve que perder los complejos con las cremas muy pronto para intentar llegar a la madurez epidérmica con una piel más o menos en condiciones". La tersa criatura, cada mañana, se echa en la carita un gel limpiador, un tónico, una crema hidratante y un reparador "for men". PIM-POM.


¿Se imaginan a Marlon Brando, Kirk Douglas o Burt Lancaster usando un gel limpiador? En 2013, hasta los picadores usan crema anti ojeras (no es broma). De las figuras, una ya espera cualquier cosa. Así, en una entrevista para ABC, José María Manzanares reconocía que se aplicaba crema hidratante a diario: "Ser torero y no ser un poco vanidoso es difícil". No sé si Antoñete, por ejemplo, tendría un tarro de Nivea en la mesita de noche. Lo dudo mucho.


Desde los años de Pimpón a los de Bob Esponja, hemos pasado del género masculino al epiceno, aunque, muy hidratado, eso sí. Algunas mujeres, sin embargo, aún se resisten a convivir con un hombre que les roba los cosméticos. ¿Qué será lo próximo? ¿La lencería?