lunes, 29 de junio de 2015

El secreto de saber mirar


Al principio, pensaba que lo quería porque era mío. Uno siente afecto por aquello que posee, aunque sea feo. Después, con el tiempo, llegué a la conclusión que lo quería porque, realmente, era bonito. No diría que un paraíso, pero sí un lugar con encanto. Al fin y al cabo, se trata de mi pueblo y es humano sentir orgullo por el sitio donde se ha nacido. El secreto de vivir en Algeciras consiste en saber mirar. Puede que se trate de algún síndrome producido por los vendavales de levante, no lo descarto. Sin embargo, la luz y el mar -mezclados con la miseria- también influyen en este cariño por los orígenes; sin olvidar la desembocadura del río Palmones, la playa de Getares, la sempiterna silueta del Peñón, la despreocupación de los vecinos, las campanadas de la iglesia de La Palma (en Madrid rara vez se escuchan las campanas), las paredes encaladas del barrio de San Isidro, el pescado fresco a la venta en el mercado, las palmeras del parque María Cristina y la casa donde uno se ha criado. Regresar a Algeciras implica reajustar una brújula interior; comprobar que, en el fondo, todo sigue igual, al menos en lo fundamental.


Los que han nacido en un lugar "naturalmente bello" tienen más fácil el asunto de saber mirar... Algunos opinan que amar una ciudad como Algeciras conlleva su mérito. En casos extremos, los jureles de Tarifa ayudan.

Fotos realizadas en junio de 2015

miércoles, 24 de junio de 2015

Un toro en alta mar

Aguilillo, toro que, cuando era conducido a Marsella el 13 de septiembre de 1900, rompió la jaula y subió a cubierta del vapor "Andalucía", causando el pánico entre los pasajeros. Fue rematado a tiros por el capitán y la tripulación
(Tomo I de Los toros, de Cossío)
 
 
[...] El gigantesco buque mixto "Andalucía" viajaba hacia Argelia con una carga muy especial. De repente, un estrépito descomunal apresó al pasaje, al que se advirtió que abandonara la cubierta. Aunque la tarde estaba serena, parecía que una tempestad había aflojado la obencadura.
 
- ¡Un toro! ¡Se ha escapado un toro!, gritó un marinero. Un astado enorme y cornimonumental de Miura había roto la jaula donde lo transportaban, para ser lidiado en el coso de Orán.
 
De un testarazo, la fiera arrancó un trozo de la crujía y con sus enormes agujas hizo cuantiosos estragos. Las entrañas del barco se estremecieron: carreras, pisotones, chillidos, bastonazos y sombrillas abandonadas. Víveres, maderaje y cabos volaron al rasel y hasta cayeron al mar: sacos de serrín atravesados como manteca, las tablas de cubierta desencajadas y convertidas en pequeñísimas virutas, y fuertes maromas que, partidas, zigzagueaban como leves serpentinas.
 
Los gritos histéricos de algunas pasajeras se entremezclaron con las respiraciones jadeantes de la mayor parte el pasaje, entretanto la tripulación del buque, también azarada, intentaba sosegar los ánimos a los más exaltados, quienes se refugiaban en los camarotes.
 
(La anécdota del toro "Aguilillo" inspiró a Luis Nieto Manjón para escribir 
el relato "Un toro en alta mar", al que pertenece este fragmento). 

lunes, 22 de junio de 2015

Las portadas del verano

Llegó el verano, a la vida y al papel. Las revistas también se llenan de verano y resulta muy difícil no arramblar con todos los números de julio y agosto, que pronto serán hojeados durante las maravillosas tardes de playa y piscina. Sin embargo, para inolvidables, aquellas portadas que Eduardo García Benito diseñaba para Vogue durante los años 30 y 40... sin Illustrator, ni Indesign, ni Photoshop.
 
 
García Benito -nacido en Valladolid en 1891- fue el principal artista español del movimiento Art Decó a nivel mundial. A los veintiún años, fue becado por el Ayuntamiento vallisoletano para continuar sus estudios de pintura en París, donde entabló amistad con Picasso o Modigliani, pasando por Juan Gris o Gauguin. Durante la Belle Époque, ya era considerado un brillante dibujante, comenzando a trabajar para Vogue y Vanity Fair.
 
 
Las portadas de García Benito -hoy injustamente olvidado- nos transportan al mismo corazón del verano, el más elegante, con cielos estrellados azul cobalto, tejidos ligeros, barcos reflejados en la bahía, cigarrillos al anochecer e interminables paseos por la playa.
 
 
"Se cruzaron junto al ascensor, reflejados en los grandes espejos de la escalera principal, cuando él se disponía a bajar a su cabina, situada en la cubierta de segunda clase. Ella se había puesto una capa de piel de zorro gris, llevaba en las manos un pequeño bolso de lamé, estaba sola y se dirigía hacia una de las cubiertas de paseo; y Max admiró, de un rápido vistazo, la seguridad con que caminaba con tacones pese al balanceo, pues incluso el piso de un barco grande como aquél adquiría una incómoda cualidad tridimensional con marejada. Volviendo atrás, el bailarín mundano abrió la puerta que daba al exterior y la mantuvo abierta hasta que la mujer estuvo al otro lado. Correspondió ella con un escueto «gracias» mientras cruzaba el umbral, inclinó la cabeza Max, cerró la puerta y desanduvo camino por el pasillo, ocho o diez pasos. El último lo dio despacio, pensativo, antes de pararse. Qué diablos, se dijo. Nada pierdo con probar, concluyó. Con las oportunas cautelas" (Arturo Pérez-Reverte, El tango de la Guardia Vieja).

viernes, 19 de junio de 2015

La ley de la selva (y del toro)

"Con su caminar blando, pasos flexibles y fuertes,
gira en redondo en un círculo estrecho;
al igual que una danza de fuerzas en torno a un centro
en el que, alerta, reside una voluntad imponente"
(Rainer María Rilke)
 

"Se movió hacia el círculo una sombra negra. Era Bagheera, la pantera, toda ella de un color negro de tinta, pero ostentaba marcas en su piel, propias de su especie, las cuales, según como incidiera en ellas la luz, parecían las aguas de ciertas telas de seda. Todo el mundo conocía a Bagheera; nadie osaba atravesarse en su camino, porque era tan astuta como Tabaqui, tan audaz como el búfalo salvaje y tan sin freno como un elefante herido. Con todo, su voz era suave como la miel silvestre que se desprende gota a gota de un árbol y su piel era más fina que el plumón.
 

[…] Nada fue tan de su gusto como perderse con la pantera en las tibias profundidades del bosque, dormir durante todo el pesado día y contemplar por la noche cómo Bagheera se entregaba a la caza. Mataba ella sin discreción ni miramiento, según su apetito, y lo mismo Mowgli, con una sola excepción: en cuanto tuvo edad suficiente para comprender las cosas, Bagheera le enseñó que se abstuviera de matar ninguna cabeza de ganado porque la propia vida de él había sido rescatada mediante la entrega de un toro.
 

-Cuanto hay en la selva es tuyo -le dijo Bagheera- puedes matar todo lo que tus fuerzas te permitan. Pero, en memoria del toro que sirvió para salvar tu vida, no pondrás nunca la mano en res alguna, ni siquiera para comerla, sea joven o vieja. La ley de la selva prescribe esto".
 
(El Libro de las Tierras Vírgenes, Rudyard Kipling, 1894)
 
 
Dieciséis años antes de que Kipling publicara su colección de historias sobre la selva, nacía el pintor y viajero infatigable Paul Jouve (1878-1973), encuadrado en el movimiento Art Decó. Este artista francés -que recorrió el Magreb, Oriente, África y, finalmente, América- se sentía fascinado por la fisonomía de la pantera negra, especie que dibujó en infinidad de ocasiones. Su trabajo era tan minucioso, que llegó a ilustrar algunos relatos de Kipling, como La caza de  Kaa.
 
 

miércoles, 17 de junio de 2015

La guinda sobre el pastel

Un gato dura trece años, el amor tres: primero hay un año de pasión, luego un año de ternura y, por último, un año de aburrimiento. Esta clarividente teoría es del escritor francés Frédéric Beigbeder. Después de los tres años, la pareja debe separarse, suicidarse o tener hijos, que son tres maneras de confirmar el fin. Cuanto más obsesionados estamos por encontrar la pasión, más decepcionamos nos sentimos cuando la llama se apaga. Según Beigbeder, lo que necesitamos es buscar el aburrimiento: la pasión no puede "institucionalizarse", puesto que el aburrimiento es el estado natural... y la pasión, una guinda sobre el pastel.


"Un chat dure treize ans, l’amour trois. C’est comme ça. Il y a d’abord une année de passion, puis une année de tendresse et enfin une année d’ennui. Après trois ans, un couple doit se quitter, se suicider, ou faire des enfants, ce qui sont trois façons d’entériner sa fin. Plus on cherche à être passionné et plus on est déçu quand ça s’arrête. Ce qu’il faut, c’est chercher l’ennui, comme ça tu seras toujours surpris de ne pas te faire chier. La passion ne peut pas être «institutionnelle», c’est l’ennui qui doit être la normale –et la passion une cerise sur le gâteau".


El amor es una catástrofe espléndida. La única decepción programada. Sin embargo, vivimos en la "sociedad de la soledad", según palabras de Beigbeder. Ya no hay familias, ya no hay ciudades, ya no hay Dios. Esta declaración hizo que recordara una entrevista radiofónica a la actriz María Casares, el gran amor de Albert Camus: "Fuera de mis padres, con Camus aprendí que uno puede no estar solo en el mundo... porque siempre pensé que estábamos solos. Y, con él, supe que no podía estar sola... Incluso después de su muerte, nunca estuve sola. No es que piense que está ahí... No. Pero no estoy sola porque sé que, una vez, no lo estuve, por consiguiente, no lo estoy". La mujer que corre por la playa al final de El primer hombre es ella, María, aunque en opinión de Catherine, la hija del Premio Nobel de Literatura, "nadie fue la mujer de Camus infinitamente".  

lunes, 15 de junio de 2015

Echar el anzuelo

La vida de Paquita Rico es un folletín. A los diez años ya trabajaba para ganarse el sustento; a los veinte, era cancionista folklórica y a los treinta, estrella del cine. Y siempre bellísima. Natural que más de uno quisiera echarle el azuelo...


En 1956, Ochaíta, Valerio y Solano compusieron varias coplas para la película Curra Veleta, dirigida por Ramón Torrado y protagonizada por Paquita Rico, quien interpreta el papel de una guapa muchacha que vive con sus tíos en Ayamonte. La cinta arranca con unos espectaculares planos generales de la dársena de Ayamonte, donde los pescadores acuden camino de la lonja, para vender su mercancía. Paquita sale a escena en la parte más alta del pueblo, La Villa, con una cesta al brazo, cantando una simpática coplilla titulada El Anzuelo

El anzuelo,
el anzuelo procura afinarlo,
que no haya camelo
pa que luego,
si en la iglesia 
te ponen el yugo
al irte a casar,
no te larguen
un besugo...
¡qué bar... que barbaridad!

Mocita que en tu ventana,
te dan de pares y nones, 
ten cuidado que no te piquen
los malos y los tiburones.

Y cuando la pesca llegue,
procura con tu gracejo, 
que no caigan en tus redes
langostinos ni cangrejos.

Son pescaítos de plata
las niñas en buen estado, 
en cambio son las gambonas
y las raspas del bacalao.

Mocitos de veinte años,
filetes de pescaílla,
merluzos los solterones 
pa asarlos en la parrilla.


Paquita Rico vino al mundo en una modesta casa del barrio de Triana, en 1929. Mucho antes de rodar Curra Vetela, aprendió a distinguir un besugo de un filete de pescadilla: su padre era vendedor de cucuruchos de marisco por las calles de Sevilla. En 1960, se casó con Juan Ordóñez Araújo, hijo de El Niño de la Palma y hermano del famoso torero Antonio Ordóñez. Cinco años después de la boda, Juan, que en el mundillo sólo llegó a banderillero, teniendo que vivir a expensas de su mujer, se suicidó, dejando muerta de tristeza a La trianera de bronce. A su funeral, acudió el director de cine Orson Welles, quien besó la mano de la hermosa viuda.

jueves, 11 de junio de 2015

Querencias: antología de cuentos costumbristas

Tras un mes acudiendo como autómatas a los toros -Kafka habría disfrutado con los abonados de Las Ventas-, tristemente, hay que ir pensando en planes "post-isidriles". Como alternativa a las tardes de sol y moscas, la editorial Modus Operandi ha lanzando su último libro, una antología de cuentos costumbristas titulada "Querencias", que ya puede encontrarse en librerías.
 

"En una época en la que se busca con desesperación la tumba de Miguel de Cervantes a pesar de que casi nadie lee ya libros, la editorial Modus Operandi se afana en una quijotesca cruzada literaria: recuperar un género tan nuestro y olvidado como el costumbrismo. Éste es el objetivo de la presente obra, una recopilación de cuentos que oscilan desde la vertiente más pura del costumbrismo hasta el surrealismo-pícaro, pero todos con algo en común: descubrir las querencias de sus autores. La Real Academia Española define la palabra querencia como “acción de amar o querer bien”, “inclinación o tendencia del hombre a volver al sitio en que se ha criado o tiene costumbre de acudir” y “tendencia natural de un ser hacia algo”. En este libro, hay relatos que tratan sobre el puesto de frutos secos de la Manuela, sueños blancos de nieve, torrijas bañadas en miel, banderilleros a los que se les atravesó la vida, Nochebuenas malditas, pardales que aprenden a volar, primeros amores, dioses y Santos.

Albert Camus escribió que España, sin tradiciones, no sería más que un bello desierto. Tradiciones y costumbres se engarzan en esta antología de relatos donde los autores nos desvelan cuáles son sus querencias: Andrés Amorós, Aquilino Duque, Antonio Burgos, Carlos Colón, Domingo Delgado de la Cámara, Antonio García Barbeito, Tomás Paredes, Manuel Jesús Roldán, André Viard y Javier Villán son sólo algunos de los escritores que pueblan estas páginas, salvándolas de la sequía que predijo Camus, con cuentos costumbristas, cautivadores por su sencillez, por contener la magia de lo cotidiano, cualidades que los hacen intemporales y universales".
 

El libro, de manejable formato, cuenta con 248 páginas y está ilustrado por la artista francesa Lucie Geffré. Los nostálgicos venteños encontrarán bastantes relatos taurinos y algunos nombres que les resultarán familiares. Que lo disfruten: hasta que arranque San Fermín, nos esperan tardes de lectura.

miércoles, 10 de junio de 2015

Aire nuevo

Aire pasa,
aire nuevo,
aire fresco,
pa la casa.


Apenas la voz había brotado de la garganta de José Mercé, y la tormenta se desencadenó sobre Madrid. Al fin, aire y lluvia de verano. Vino el cantaor jerezano no sólo a traernos el agua, sino también a inaugurar el 10º Festival de Flamenco de la Comunidad de Madrid, la Suma Flamenca que se celebra en los Teatros del Canal. Mientras Mercé desgranaba soleares, tarantos, alegrías y bulerías acompañado por la guitarra del maestro Manuel Parrilla, fuera caía la anhelada lluvia.


Y para completar el cuadro de cante, agua y aire, las tintas -más flamencas que chinas- del artista francés David Vaamonde, expuestas a la entrada del teatro. Trazos limpios, líneas verticales que estilizan a la mujer, zapatos taconeando, lunares que se confunden con la luna y, por supuesto, manos. Manos deformadas que equilibran el conjunto en blanco y negro. Valiente y directo el trabajo de Vaamonde.  



Una vieja letra flamenca dice: "Pobrecita de mi madre, que le han robado de la azotea su delantal de lunares". La ropa puesta a tender en las terrazas de Madrid, por fin, amanece mojada.

lunes, 8 de junio de 2015

¿Qué queda tras un San Isidro?

Anoche me quedé dormida con una vieja canción de Charles Trenet titulada Que reste-t-il de nos amours. "Esta noche, el viento que golpea mi puerta me habla de los amores muertos delante del fuego... ¿Qué queda de nuestro amor? ¿Qué fue de los días soleados?".

Ce soir le vent qui frappe à ma porte
Me parle des amours mortes
Devant le feu qui s' éteint...
Que reste-t-il de nos amours?
Que reste-t-il de ces beaux jours?


La letra va describiendo los restos de aquel amor: una vieja foto, flores secas guardadas en un libro, las citas de abril... Trenet canta sin tristeza. Al final, ¿qué queda tras un San Isidro? Poco menos que un recuerdo que nos persigue constantemente, como en la canción de Trenet. El toreo es efímero: las faenas no se esculpen, ni se plasman en lienzos, ni se graban en discos... ni siquiera se escriben. Suceden, nos emocionan o nos enseñan... et après, ils sont un souvenir qui nos poursuivons sans cesse. 


Entre esos recuerdos, surgen algunos nombres... De torero bueno, Sebastián Castella, quien ha conseguido no poca cosa: estar a la altura de dos magníficos toros, "Lenguadito" y "Jabatillo". Por original -rozando lo inverosímil-, Alejandro Talavante en la corrida de Juan Pedro Domecq. Por temple, gusto y clasicismo, Morenito de Aranda, tanto en el aperitivo de la Feria de la Comunidad (Puerta Grande) como en la tarde de Valdefresno. Por valor y ganas, López Simón, a quien sacaron a hombros la tarde de Las Ramblas. Manuel Escribano también estuvo hecho un tío con aquel Adolfo llamado "Baratero" que le arrancó la medalla del cuello. Lo de Rafaelillo con los Miuras fue emoción en estado puro (como escribió la aristócrata Mary Montagu, "Después de la propia sangre, lo mejor que el hombre puede dar de sí mismo es una lágrima"). Juan del Álamo volvió a confirmar que sabe torear... y que merece entrar en más ferias. Fernando Robleño, sin haber cortado orejas, ha echado un San Isidro soberbio bailando siempre con la más fea. Ante los Adolfos, Urdiales también pintó varios carteles de toros. Se me viene a la memoria una estocada hasta la bola de Juan Bautista a uno de Alcurrucén y otra de Joselito Adame recibiendo a uno de El Montecillo. Y, por supuesto, imposible olvidar la heroicidad de Jiménez Fortes con la cornada más dramática de los últimos meses. Entre los novilleros, se llevó la palma el peruano Andrés Roca Rey.

Obras de Tico de la Rosa

En el "álbum ganadero", varias fotos: "Jabatillo" de Alcurrucén, "Lenguadito" de El Torero, "Mensajero" de Parladé y "Agitador" de Fuente Ymbro. La mejor corrida, indiscutiblemente, fue la lidiada por Juan Pedro Domecq el 29 de mayo.

Y entre los hombres de plata, Juan José Trujillo, Ángel Otero, Roberto Martín "Jarocho", Luis Carlos Aranda, David Saugar "Pirri" (herido en la de Victorino), Fernando Sánchez, Pascual Mellinas, Curro Javier, Domingo Siro, Marco Galán (herido en la de Miura), Joselito Rus, Rafa González... De los picadores, Pedro Iturralde con Fuente Ymbro, Tito Sandoval y Paco María con los Victorinos, Óscar Bernal con uno de Victoriano del Río... y algunos más que me dejo en el tintero (es el problema de escribir "de memoria").

Que reste-t-il de ces beaux jours? Al margen de lo sucedido en la arena, un San Isidro deja otros recuerdos, muy buenos de hecho. Cada año, esta feria pasa más deprisa... Un mes después, tras 31 tardes de toros, sigue sin llover sobre Madrid.

domingo, 7 de junio de 2015

La "Semana Torista" o el reinado de Witiza


Con el tiro de mulillas arrastrando a "Arenero" (6º), terminó la Feria de San Isidro 2015; el mejor Miura -o el más noble- de un encierro aprobado in extremis que ha permitido ver a tíos que se visten por los pies, empezando por Rafaelillo, que ha dado una clamorosa vuelta al ruedo, roto en lágrimas por la emoción, tras jugarse el tipo con un cárdeno bragado de nombre "Injuriado" (4º) que le enredó en los bordados de la taleguilla. El murciano, valeroso y a la vez tremendamente entregado, desmayó la mano para torear al natural; sin embargo, dos pinchazos antes de la estocada impidieron que su buen oficio fuera premiado con una oreja de ley.


La otra cara de la moneda -la cruz- cayó en el bolsillo de Marco Galán cuando banderilleaba al peligroso quinto, que andaba buscando carne con la cara por las nubes. El subalterno de Javier Castaño -que previamente había lidiado muy bien al segundo Miura- sufrió una cornada en el escroto, un puntazo a la altura de la cadera y múltiples contusiones. No ha sido el único valiente, pues sus compañeros, Ángel Otero y Fernando Sánchez, protagonizaron un emocionante tercio de banderillas ante "Aguilero" (2º), un verdadero pulso de raza y gallardía que la plaza supo valorar con una cerrada ovación, a pesar de que algunos rehiletes cayeron traseros. El público, en cambio, se mostró más cicatero con Castaño, quien también tragó paquete en dos dignas actuaciones. 


El único torero que no terminó de romperse durante la Miurada fue Serafín Marín, cuyo lote fue especialmente castigado en el caballo. De todos modos, a la corrida de Zahariche le faltó casta y bravura. Los tres primeros toros rozaron -o alcanzaron- la invalidez... y no hay nada más triste que un Miura rodando por el suelo. La "Semana Torista" ha sido un horror, oscuro e incierto igual que el reinado de Witiza. Como escribir "entre tinieblas" no es aconsejable, dejaremos para mañana el resumen de la feria. Por hoy, mi rendida admiración por los toreros, de oro y plata, que han hecho el paseíllo ante el atragantón de los Miuras.

sábado, 6 de junio de 2015

Los espejos del pasado


Dice el tango que veinte años no son nada. Diez tampoco. El 4 de junio de 2005, Zabala de la Serna publicaba la siguiente crónica en ABC: "Por fin la tierra prometida, ese trocito de cielo que se respira bajo la arcada de la Puerta Grande, Cid [...] Con permiso de Rincón, eres el torero más puro de los activos. Quizás por eso le brindaste al César". Diez años después, Zabala escribe en El Mundo: "Victorino y El Cid se suicidan de la mano". Entre medias, el 19 de abril de 2007, una tarde gloriosa en La Maestranza, cuando Manuel Jesús abrió la Puerta del Príncipe gracias a Borgoñés: "Como guante a la mano, y qué mano la de El Cid, así le cae el encaste de Victorino al torero de Salteras. O viceversa. Tan suprema compenetración, como la del Beluga al Moët, se precipitó por la Puerta del Príncipe en esa hora mágica cuando la tarde se asoma a la noche. El Cid y Victorino, Victorino y El Cid, son pareja de hecho inseparable desde que hace un lustro se volvieron locos de pasión en las arenas de Bayona" (Zabala para ABC). Cuatro meses después, tuvo lugar la encerrona de El Cid en Bilbao ante seis Victorinos... Ante los espejos del pasado, no somos naide. Pero El Cid y Victorino fueron mucho, y mucho debemos agradecerles los aficionados. 


"Compréndelos a todos. Ama y admira sólo a unos pocos", escribió Camus. El Cid y Victorino se ganaron a ley nuestra admiración y devoción. Por eso, la reciente caída sabe más amarga. ¿Qué pensaría ayer Rafael Perea "Boni" contemplando la debacle desde el callejón? A veces, una retirada -o un descanso- a tiempo es la solución más decorosa. ¿Volverá a salir un "Borgoñés"? Seguramente sí. ¿Y un guante que sepa entender el encaste Santa Coloma como aquel de El Cid? Posiblemente. La fe del aficionado es parecida a la piedra de Sísifo: estamos condenados a cargar con ella. Porque, cualquier tarde y en cualquier plaza, un torero hará un faenón a un Victorino de bandera. Y eso es algo demasiado inconmensurable como para dejarlo pasar. "Todo el gozo silencioso de Sísifo se encuentra en eso. Su destino le pertenece. Su roca es todo lo que posee [...] La lucha por alcanzar las cimas basta para llenar el corazón de un hombre. Hay que imaginar a Sísifo feliz".

viernes, 5 de junio de 2015

¿Semana torista?


La "Semana Torista" está saliendo de Pasión con un rosario de decepciones ganaderas a cuestas. Ni un toro bravo entre los Ibanes, Pablo Romeros, Cuadris y Adolfos. A falta de lo que suceda en las corridas de Victorino y Miura, a los aficionados al toro se le abren dos caminos: uno que conduce al Calvario y otro al psiquiátrico porque, de momento, el asunto no tiene visos de resurrección. 

Ayer, salió un toro encastado y con muy mala leche que puso emoción en la plaza. Llevaba por nombre "Baratero", como aquel Victorino premiado con la vuelta al ruedo en Madrid, que tomó cinco puyazos y al que Andrés Vázquez le pegó 20 muletazos en el centro del ruedo. Bueno, pues el "Baratero" de Victorino no fue como el "Baratero" de Adolfo, que le marcó el cuello a Escribano varias veces. Este último grano de pimienta animó un poco otra corrida gris, igual que el par de banderillas que colocó Ángel Otero a aquel Cuadri que llevaba la cara hasta el Séptimo Cielo. 

Me contaba un aficionado que, después de la "Semana Torista", empieza a echar de menos la perdida corrida de Martelilla... 

lunes, 1 de junio de 2015

Vivir de la guapura


Que "Zarcillero" era un toro guapo, nadie puede ponerlo en duda. Que hay toros más feos que embisten mejor, también. Sin embargo, de la misma manera que existen personas que viven gracias a su belleza, ¿por qué no van a existir ganaderías? ¿Qué aficionado no recrea la vista ante un Partido de Resina, antiguo Pablo Romero? Generalmente, la guapa no es la más lista... Ni se le exige. 

La corrida de Partido de Resina tampoco salió como la tonta del bote, pero le faltó casta y lucimiento. Siendo generosos, hubo tres toros con cierto interés -sólo cierto-: segundo, tercero y sexto. Los toreros que tuvieron delante -Sebastián Ritter y Rafael Cerro- no están lo bastante placeados para sortear rarezas. Probablemente, un diestro veterano habría sacado algo más de partido -sólo algo-, pero tampoco fue éste el caso. Como suele suceder con estos carteles, se juntaron el hambre y las ganas de comer. Para rematar el asunto, el más decano de la terna, Eduardo Gallo, vino a Madrid inapetente. 

Noticias positivas: que los de Partido de Resina no terminaron rodando por el suelo -antiguo problema de la casa- y que los toreros, a pesar de su bisoñez, se marcharon sin golpe ni multa. Y con esto y un bizcocho, a pensar en mañana, que vienen los Cuadris.