miércoles, 29 de abril de 2015

Un fotógrafo de fin de semana


La suya fue una muerte discreta, sin filtros ni retoques digitales. La semana pasada falleció Rafael Sanz Lobato (Sevilla, 1932), Premio Nacional de Fotografía en 2011, autodidacta, fumador empedernido, hijo y nieto de ferroviarios. Decía de sí mismo que era "fotógrafo de fin de semana": escapaba el sábado de Madrid con su cámara y su seiscientos, sin rumbo fijo, llegaba a algún rincón de España y volvía el domingo a última hora. "Me gusta lo rural y las fiestas populares. Alguno por ahí dice que soy el pionero del documentalismo gráfico", declaraba en una entrevista. "La función del fotógrafo en la sociedad tiene mucho que ver con la memoria histórica de los pueblos". 


Un antropólogo en blanco y negro, neorrealista, a veces solanesco. Su cámara captó la transformación de España. "No me gustaba Madrid, así que me compré a plazos el seiscientos y empecé a pisar la Piel de Toro. Iba a todas partes: Galicia, Extremadura... La gente de campo era maravillosa. He hecho de todo. Pero, cuando llegaba el sábado, me iba al campo, con la cámara, y así hasta volver el domingo, de madrugada, justo para entrar otra vez en la oficina".


Rafael Sanz Lobato, después de haber visto tanto, se estaba quedando ciego, por lo que decidió morir, discretamente, de un cáncer de pulmón la pasada semana. La España rural que plasmó en sus fotografías, cada vez más "europeizada", cada vez más impersonal, también agoniza y morirá el día menos pensado.

lunes, 27 de abril de 2015

Saetas, toreros caninos y Miuras

Estrellita Castro cantando una saeta (Sevilla, 1942)

Manuel Jiménez Centeno podría considerarse el padre de la saeta moderna. Nació en la sevillana Puerta la Carne en 1885 y, antes de dedicarse al cante, sintió la llamada del toro. Siguiendo su primera vocación y ayudado por un tío materno -el afamado matador José Centeno-, se hizo banderillero y después novillero, pero la aventura duró poco, pues a los tres años colgó el traje de luces al recibir varias cornadas. Tiempo después, reconocería en una entrevista a El Liberal:

"Me da la afición por el toreo y salgo el año 1907 como banderillero. Verme la gente y decir aquí hay un matador de toros, todo fue uno. Ese mismo año marcho a Méjico con mi tío José Centeno, que fue gente en el toreo, y estoy allí un año. Regreso y debuté en Sevilla como matador, con Cuatrodedos y Morenito Chico de San Bernardo. Se me dio regular, y toreo seis novilladas, alternando con Angelillo, Ostioncito, Punteret y varios más. De estas corridas sacan mis amigos la impresión de que yo no soy banderillero ni matador, sino un buen torerito. ¡Y desgraciado de aquel que le digan que es un buen torerito. Hay que ser torero a secas, no toreador ni torerito. ¡Como no se sea torerazo, malo!".

Manuel Centeno con su tío, el torero José Centeno

Resultó que Centeno tenía la torería en la voz y no en los trastos. Afortunadamente, el hambre le hizo encontrar el camino y, tras su desafortunado lance taurino, se hizo cantaor de flamenco. En aquella entrevista para El Liberal, explicaba: "Yo empecé a cantar en un día raro. Era torero. Tenía mi coleta y todo. Llegué a mi casa a la hora en que se suele almorzar, y aquel día no había de qué. Con mi coleta, con cuerpo para pensar en otra cosa, en vez de pensar me puse a cantar tarantas y granaínas y fuera porque tenía el cuerpo vacío, o porque cantara con más sentimiento aquel día, lo cierto es que escuché más de una vez decir que me las podía buscar por el cante, y decidí buscármela".

"El Emperador de la Saeta"

El escritor Antonio Puente Mayor, en su libro Cofrades de Leyenda, resume así la trayectoria del Emperador de la Saeta: "Centeno fue un hombre muy polivalente, ya que además de cantaor fue novillero, actor y tenor de zarzuelas. En la Semana Santa de Sevilla llegará a ser el saetero más cotizado, tanto que le bautizarán con el sobrenombre de Emperador de la Saeta. Suya es la mágica innovación de cantarle a la Cruz de Guía del Silencio al salir de su templo. Fue en el año 1926 y la letra comenzaba diciendo: Silencio pueblo cristiano....

El cantaor Manuel Torre

[...] Otro de los grandes fue sin duda el jerezano Manuel Torre, figura a la que se le llegó a considerar cantador de leyenda pese a ser un gitano analfabeto. Federico García Lorca decía de él, sin embargo, que era el hombre con mayor cultura en la sangre. Manuel Barrios recoge una anécdota del cantaor en su apogeo saetero en Sevilla, cuando llegó a hacer llorar al ganadero Eduardo Miura una mañana de Viernes Santo:

Cuando cierra el pellizco del último ¡ay!, la gente que asiste, pasmada, al acontecimiento no aplaude ni vitorea. Todos sacan los pañuelos, en silencio, y la plaza de la Encarnación se convierte en un inmenso aletear de palomas blancas que piden una nueva saeta a aquel hombre fabuloso a quien un gitanillo, que le acompaña, dice, señalando a don Eduardo Miura:
- Fíjate, primo, con la mala uva que se gasta criando toros y ahí lo tienes, que me los ha hecho llorar".

domingo, 26 de abril de 2015

Aprieten los dientes, que llegan los Miuras

"Matar una corrida de Miura es una medalla que el torero cuelga de la pechera de sus mejores recuerdos" (Vicente Zabala Portolés).
 
 
Este domingo, tres matadores lidian Miuras en Sevilla: Eduardo Dávila, Iván Fandiño y Manuel Escribano. La ganadería lleva anunciándose en La Maestranza 75 años seguidos, sin faltar una sola temporada a la cita desde 1940, cuando terminó la Guerra Civil. Aquel 20 de abril, fueron Pascual Márquez, Juanito Belmonte y "Manolete" los encargados de estoquear los toros de la A con asas. Un año después, Pepe Luis Vázquez puso el kiosco boca abajo cortando dos orejas al Miura que cerraba plaza. En una entrevista publicada por El País en 1985, el torero de San Bernardo contaba: "Que no se dé cuenta de que le tienes miedo. Sobre todo, que no se dé cuenta, porque entonces abusa de su poder y ya no tienes dónde meterte. Estos toros entienden lo que pasa y, sobre todo, ven si eres débil. A mí me ha revolcado algún Miura, pero nunca he tenido una cornada grave. ¿Sabe por qué? Porque, si he tenido miedo, no me lo ha notado. Me he puesto cerca y he apretado los dientes".
 
 
 
En la misma entrevista, Pepe Luis recordaba que, hasta los cincuenta, ningún torero que se preciase cerraba la temporada sin haber lidiado un par de corridas de Miura. "Lo que de verdad diferencia a este toro es su personalidad, una especie de capacidad psicológica para darse cuenta de cuándo es dueño de la situación. Cuando sale el toro bueno, es bueno de verdad, te haces con él, y como son largos, de bonita lámina y bien armados,  la corrida es un lujo. Pero si te achicas, se da cuenta y entonces va por ti".
 
 
Para que este domingo, la corrida de Miura en Sevilla, la septuagésima quinta desde 1940, sea un lujo. Y que nadie se achique.

viernes, 24 de abril de 2015

"El Quijote" en un tuit


Paradójicamente, cuando los españoles leemos menos que nunca, nos partimos la crisma por encontrar los restos óseos de Cervantes. El insigne escritor, gloria de nuestras malversadas letras, decía: "El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho". Es una cita de El Quijote, novela llena de soberbios "tuits".


"La pluma es lengua del alma: cuales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales serán sus escritos".

“No hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas".

“Si a los oídos de los príncipes llegase la verdad desnuda, sin los vestidos de la lisonja, otros siglos correrían...”.

"—Muchos son los andantes —dijo Sancho. —Muchos —respondió don Quijote—, pero pocos los que merecen nombre de caballeros".

"Ya sabe el buen Sancho que lo que una vez promete un caballero procura cumplirlo, aunque le cueste la vida".

"Pero... ¡Ay de mí, desdichada! ¿Qué locura o qué desatino me lleva a contar las ajenas faltas, teniendo tanto que decir de las mías?”.

"No pueden las tinieblas de la malicia ni de la ignorancia encubrir y escurecer la luz del valor y de la virtud".

"Y es querer atar las lenguas de los maldicientes lo mesmo que querer poner puertas al campo".

"Aquí esperaré intrépido y fuerte, si me viniese a embestir todo el infierno".

"—Antes creo, Sancho —dijo don Quijote—, que te quieres encaramar y subir en andamio por ver sin peligro los toros".

"Que las tierras que de suyo son estériles y secas, estercolándolas y cultivándolas vienen a dar buenos frutos".

"Habían llegado a aquella venta, que para él era haber llegado al cielo, donde se rematan y tienen fin todas las desventuras de la tierra".

“Y a Sancho le vino en voluntad de dejar caer las compuertas de los ojos, como él decía cuando quería dormir...".

martes, 21 de abril de 2015

Olor a sardinas asadas en el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York

En el año 1940, mientras España se sumía en la miseria de la postguerra, Carmen Amaya y parte de su familia desembarcaron en Nueva York, con el apoyo del empresario Sol Hurok, quien consiguió que la compañía debutase en el cabaret Beachcomber. Carmen, aquella niña criada en las barracas del Somorrostro barcelonés, había puesto un pie en Estados Unidos y, desde entonces, su leyenda no haría más que crecer. Eclipsados por el talento de la bailaora, la prestigiosa revista Life le dedicó un extenso reportaje con fotografías de Gyon Mili. 

Reportaje para la revista "Life" (1940)

El año de su consagración americana fue 1942, cuando fue contratada en el Carnegie Hall de Nueva York con un espectáculo de trece números donde bailaba sinfonías de Albéniz, Turina o Falla combinadas con los palos flamencos más tradicionales. Un año después, en 1943, Carmen Amaya fue invitada a actuar en la Casa Blanca en el cumpleaños del presidente Roosevelt quien, en agradecimiento, le regaló una chaquetilla bolera bordada en brillantes. Cuando regresa al hotel, Carmen empuña unas tijeras y corta la chaquetilla en tantas partes como mujeres formaban parte de su compañía.


Grandes estrellas del cine también se entusiasmaron con la gitana. Orson Welles, quien quiso contratarla en una de sus películas, dijo: "Es la más artista de las bailarinas y la más genial de las artistas"; Charles Chaplin: "Es un volcán alumbrado por soberbios resplandores de música española"; y el bailarín Fred Astaire: "De Carmen hay mucho que ver, mucho que admirar... y mucho que aprender".

Carmen junto al actor Marlon Brando

Una anécdota, cuenta que, añorando la cocina española, el "volcán" Amaya y su gente decidieron asar unas sardinas en una suite del Hotel Waldorf Astoria, el más lujoso de Nueva York. Alguien de la compañía, utilizó como parrilla un somier metálico y, para prender el fuego, se rompieron un par de mesillas de noche. Dicen que todo el hotel olía a sardinas asadas y nadie comprendía lo que estaba sucediendo... Anteriormente, su madre, la Micaela, ya había utilizado la bañera de algún hotel para montar un infiernillo y cocinar cocido para la saga Amaya. 

El Waldorf Astoria, en la Quinta Avenida

Anécdotas aparte, Carmen eclipsó los Estados Unidos, llegando a grabar varias películas en la Meca del Cine. Regresó a España en 1947, convertida ya en una artista mundialmente consagrada.

domingo, 19 de abril de 2015

¡Vale un Perú!


Tiene cara de niño y cuerpo de hombre. A pesar de proceder de una acomodada familia limeña, para su debut en Las Ventas, no ha estrenado vestido de torear. Vive en Gerena, se arrima como un jabato y es la ilusión de su apoderado, José Antonio Campuzano. Se llama Andrés Roca Rey y este domingo ha abierto la Puerta Grande de Las Ventas tras cortar dos orejas (una y una) a un lote complicado e incierto, formado por un novillo-toro de La Ventana del Puerto y un sobrero de José María López (procedencia Torrestrella). Desde 2011, ningún novillero salía en volandas hacia la calle de Alcalá. La hazaña le ha costado cara, pero podría haber sido peor: se lleva tres cornaditas, múltiples contusiones y su usado terno celeste y oro lleno de sangre. El peruano no dudó, Puerta Grande o enfermería, no existía más camino... y, al final, se juntaron ambas vías. Sus faenas también fueron una mezcla de olé y ay, enorme emoción en el ruedo y ni un parpadeo en los tendidos. ¡Así se viene a Madrid!


Guardadas en una maleta sin fondo, Roca Rey trajo desde Lima chicuelinas, tafalleras, caleserinas y enorme frescura. Sus faenas fueron una mezcla de determinación, improvisación y corazón. Un corazón a prueba de bomba tras ver los descomunales novillos -de la rama Aldeanueva- que los Fraile han lidiado en Madrid. Que tomen nota los figurones de Brihuega porque, como reza un refrán peruano, "jóvenes a la obra, viejos a la tumba". Y Roca Rey viene arreando, pues vale un Potosí. El maestro Campuzano tiene tan buen olfato como aquellos incansables buscadores de oro. Este torero con cara de niño y cuerpo de hombre es su nueva mina.


La novillada de La Ventana del Puerto, aunque excelentemente presentada, no salió buena, salvo el cuarto, "Niñoso", más noble y humillado. Al lote, en general, le faltó bravura, fijeza y romper para adelante. Los novilleros que completaban el cartel, Tomás Angulo y David de Miranda, anduvieron más que dignos con sus respectivas papeletas, matando bien; sin embargo, cierto sector del público los trató con excesiva dureza. Que afinen sus paladares de oro porque pocas novilladas vamos a ver esta temporada tan entretenidas como ésta.

Color moreno


Ya están las gitanas guapas, con sus delantales blancos de puntilla, haciendo buñuelos pa la feria. De color moreno ellas, como el chocolate. Ya están ahí, entre las calores del perol, cazando del aceite hirviendo las rosquillas fritas con sus varas de madera. Que en feria nunca falten unos buñuelos morenos a las claritas del día ni un bayón gitano, como aquel que Quintero, León y Quiroga compusieron para Luisa Ortega en 1954.


El clavito y la canela
con la menta y el limón,
rebujó en una cazuela
cierta noche el Faraón.

Y después de aquel guisao,
tras de mucho remové,
salió el coló aceitunao
natural de los calés.

Color moreno, casi tostao,
tienen los celos, tiene la zambra,
tiene el querer.
Color moreno, recetrinao,
Tiene, que tiene, ¡viva su mare!
quien yo me sé.

No le des vueltas al molinillo
porque nos vamos a mareá;
color moreno tiene el tanguillo,
color moreno, color moreno la soleá.

viernes, 17 de abril de 2015

Amante de abril y mayo en la Sala de Fitness

Entre abril y mayo llegan las primeras calores. Que la primavera altera la sangre es un dicho que se cumple tanto en los hombres como en las mujeres, principalmente entre las que andan por la cuarentena, hermosas y sin un amor (o con un marido, tanto da). De pronto, un buen día, estas señoras cambian de peinado y salen al zaguán a decir adioses a un niño tostado. O, en su defecto, se apuntan al gimnasio con el fin de arrimarse a su entrenador personal. 

 
Observo el modus operandi de estas mujeres en la Sala de Fitness. Todo comienza con un tirón ficticio, con una máquina que no funciona o con una duda sobre el plan de entrenamiento. Son señoras burguesas, de escudo y renta, todavía de buen ver, como la rosa de Peñaflor. Van al gimnasio con unos modelos meticulosamente estudiados -realzando las carnes en los puntos clave-, que relucen aún más gracias a los complementos: pendientes de perlas o pulseras de oro. Las alianzas de casadas quedan accidentalmente olvidadas dentro del joyero. 

 
Mientras el especialista en fitness acude cabalmente en ayuda de estas atléticas damas, venas adentro, corre un amor de mayo y abril. A veces, las vecinas -que también están apuntadas en el mismo gimnasio- hablan más de la cuenta: que si ella tiene cuarenta y que él sólo veintidos. Pero contra el viento de la comidilla y a pesar del tango de la edad, a las señoras con zarcillos de perlas les duelen los centros de tanto querer a su "entrenador de definición muscular".


Nada nuevo bajo el sol: en 1957, Rafael de León ya escribió Amante de abril y mayo para doña Concha Piquer. La misma historia... sólo que el especialista en fitness iba a caballo.
 

miércoles, 15 de abril de 2015

Marineros en la ciudad


Vuelve a ponerse de moda lo que ahora, las it girls, llaman estilo navy, que en castellano se traduce por marinero, es decir, las rayas horizontales (o rayas Breton) de toda la vida. Parece ser que las camisetas de rayas se remontan a comienzos del siglo XIX, cuando los pescadores del Canal de La Mancha las utilizaban bajo la ropa, para calentarse. Sin embargo, fue Gabrielle "Coco" Chanel la primera diseñadora en apostar por el estilo marinero en 1917, vistiendo de rayas a las mujeres de la burguesía parisina. A partir de entonces, y a lo largo de todo el siglo XX, otras figuras de la moda -como Yves Saint Laurent-, el arte -Picasso o Warhol- y el cine -Audrey Hepburn, Brigitte Bardot o James Dean- se convirtieron en abanderados del look navy, uno de los emblemas del chic francés.


Si un marinero es mar,
rubio mar amoroso cuya presencia es cántico,
no quiero la ciudad hecha de sueños grises;
quiero sólo ir al mar donde me anegue,
barca sin norte,
cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.

(Luis Cernuda)

lunes, 13 de abril de 2015

En el pajar de Juan Belmonte


Antonio Ruiz Rodríguez nació el 29 de marzo de 1943 en el pueblo sevillano de Espartinas. Aunque en su familia no había antecedentes taurinos, cuando cumplió los 14 años, se marchó de casa para trabajar en la mítica finca de los Guardiola, El Toruño. Allí, Antonio era el encargado de echar el pienso a los toros y, de vez en cuando, pegaba algún capotazo a las vacas. Cuando terminó aquella etapa, el chaval de Espartinas se trasladó al pajar de Gómez Cardeña. Pronto Belmonte se percató de su presencia y preguntó a los vaqueros quién era aquel muchacho que se había instalado en el pajar. Le respondieron que un espartinero que pretendía ser torero y se negaba a irse de la finca. "El Pasmo" le hizo llamar para hablar con él, bautizándole desde entonces "El Remendao", por los muchos cosidos que poblaban su viejo pantalón. Con la generosidad de los grandes señores, Belmonte le regaló ropa nueva y le adecentó una habitación en Gómez Cardeña. A cambio, "El Remendao", profundamente agradecido, cuidaba los caballos y las monturas en el guadarnés del maestro.


Sobra decir que aquel muchacho con pantalones remendados era "Espartaco padre", quien llegó a tomar la alternativa en 1966, en la plaza de toros de Huelva. Años después, declaraba en una entrevista realizada por Francisco Mateos: "Hay muchos toreros, pero figuras sólo pueden ser unos pocos elegidos, porque se tienen que reunir una serie de cualidades muy importantes, y por eso todo el mundo no puede ser figura. A mí, Belmonte me puso en el camino para ser figura, y si no llegué a serlo es porque algo fallaba. De mí, los que me han visto, siempre han dicho que tenía mucho valor, pero que me faltaba cabeza. Hay una anécdota de Belmonte, que, después de verme en una plaza, me dijo que nada más saliera el toro me pusiera detrás del burladero y me agachara para que viera que tenía los cojones más grandes que los míos. Con ello quería decirme que en el toreo no todo se basa en el valor".


Hace poco más de una semana, Antonio Ruiz le cortó la coleta a su hijo en La Maestranza. Tras el triunfo, y huyendo de la algarabía que se había formado en el hotel, los Espartacos se reunieron, como tantas noches, en la casa familiar para cenar una tortilla de patatas.


sábado, 11 de abril de 2015

Abril es el más cruel de los meses


«Porque las rosas buscan en la frente
un duro paisaje de hueso
y las manos de un hombre no tienen más sentido
que imitar las raíces bajo tierra.

Tu vientre es una lucha de raíces,
tus labios son un alba sin contorno,
bajo las rosas tibias de la cama
los muertos gimen esperando turno».


En estos desconocidos versos de Lorca, publicados en Diván de Tamarit, las rosas, signo tradicional de la belleza y la trascendencia, en su ascenso hacia la frente de los hombres, buscan la petrificación del "paisaje de hueso" de la muerte... la pérdida en una pasión sombría, la huida en la oscuridad y la inconsciencia. En La tierra baldía de T. S. Eliot, el poeta tampoco puede seguir el curso de las estaciones, confundidas y paralizadas, no puede saludar el comienzo de la primavera porque despierta el recuerdo de lo que ya no fluye, de lo que ya no sirve:

«Abril es el más cruel de los meses, pues engendra
lilas en el campo muerto, confunde
memoria y deseo, revive
yertas raíces con lluvia de primavera.
El invierno nos dio calor, cubriendo
la tierra con nieve sin memoria, alimentando
un hilo de vida con tubérculos secos».

jueves, 9 de abril de 2015

El verano en Argel

"Siempre tuve la impresión de vivir en altamar, amenazado, 
en el centro de una dicha real" (Albert Camus)


Los amores que se comparten con una ciudad son, a menudo, amores secretos. Ciudades como París, Praga y aun Florencia, están cerradas sobre sí mismas, limitan de este modo el mundo que les es propio. Pero Argel, y con ella ciertos ambientes privilegiados como las ciudades sobre el mar, se abre en el cielo como una boca o una herida. Lo que en Argel se puede amar es aquello de que todo el mundo vive: el mar a la vuelta de cada calle, un cierto peso del sol, la belleza de la raza. Y, como siempre, en este impudor y en esta ofrenda se reconoce un perfume más secreto. En París se puede sentir la nostalgia de espacio y batir de alas. Aquí, al menos, el hombre está colmado y, seguro de sus deseos, puede medir entonces sus riquezas.


Sin duda se precisa largo tiempo en Argel para comprender lo que puede tener de esterilizante un exceso de bienes naturales. Nada hay aquí para quien quisiese aprender, educarse o mejorarse. Este país no tiene lección que dar. Ni promete ni deja entrever. Se contenta con dar, pero profusamente. Se entrega del todo a los ojos y se le conoce desde el momento en que se le goza. Sus placeres no tienen remedio, ni esperanza sus alegrías. Lo que exige son almas clarividentes, es decir, inconsolables. Pide que se haga un acto de lucidez como se hace un acto de fe. ¡Singular país que, al mismo tiempo, da al hombre que nutre su esplendor y su miseria! No es sorprendente que la riqueza sensual de que está provisto un hombre sensible de estas comarcas coincida con la más extrema desnudez. No hay verdad alguna que no lleve consigo su amargura. ¿Cómo asombrarse entonces de que no ame yo tanto el rostro de este país cuanto lo amo en medio de sus hombres más pobres?


Durante toda su juventud, los hombres encuentran aquí una vida a la medida de su belleza. Después, vienen la caída y el olvido. Apostaron a la carne, pero sabiendo que debían perder. Para quien es joven y vivaz, todo en Argel es refugio y pretexto de triunfos: la bahía, el sol, los juegos en rojo y blanco de las terrazas hacia el mar, las flores y los estadios, las mozas de frescas piernas. Pero para quien ha perdido su juventud, nada a qué acogerse y lugar alguno en que la melancolía pueda salvarse a sí misma. En otras partes, las terrazas de Italia, los claustros de Europa o el dibujo de los alcores provenzales son otros tantos sitios en que el hombre puede huir de su humanidad y liberarse dulcemente de sí mismo. Pero aquí, todo exige la soledad y la sangre de los jóvenes.


[…] Hay pueblos nacidos para el orgullo y la vida. Son los mismos que nutren la más singular vocación para el tedio. Y son también los pueblos para quienes resulta más repugnante el sentimiento de la muerte […] Este pueblo totalmente entregado al presente, vive sin mitos, sin consuelo. Ha puesto todos sus bienes en la tierra y ha quedado indefenso contra la muerte.

(Albert Camus)

martes, 7 de abril de 2015

La Virgen de la Esperanza ha servido de escudo al corazón del valiente Joselito

"Durante las pasadas fiestas taurinas de San Sebastián, Joselito, el torero valiente, el artista imponderable, que modela esculturas atrevidas ante las astas amenazadoras de los toros, que se burla de las fieras con su trapo ágil, seguro y elegante, muleteaba a un Saltillo, llevándole dócil, manejándole obediente y escuchando las aclamaciones frenéticas de la muchedumbre, que abarrotaba los huecos todos de la enorme plaza. Los vítores de la multitud traquean sus nervios mozos; y hambriento de gloria, levanta el arma y se atraca de toro entre pitón y pitón. Al salir la bestia de aquellos brazos con la muerte en el corazón, asestó una cornada peligrosa en el pecho del torero, y pudo ser golpe de venganza matando al morir. La concurrencia se apercibió del peligro y se levantó inquieta, anhelante. No fue nada; su ídolo permanecía en pie: cayó rota al suelo por el desgarrón de la camisa una cadenita de oro, se hundió en la arena una medalla abollada. La Virgen de la Esperanza ha servido de escudo al corazón del valiente. Joselito llevaba en su pecho la imagen de la Virgen que adoran los macarenos, el barrio sevillano de la majeza y la torería; y cuando la fiera le acometió de muerte, la punta acerada del cuerno se embotó en el disco dorado. Cuando Joselito tornó a la fonda, fue rodeado por su familia".

Publicado en el Blanco y Negro del 24 de agosto de 1913


En 1913, Joselito tenía 18 años y hacía su primera temporada completa como matador de toros, deslumbrando a público y crítica con su dominio de las suertes. A pesar de ser ya una eminencia en el toreo, aquella tarde de agosto en San Sebastián, fue una medalla de la Esperanza Macarena la que le salvó de una cornada segura. Al finalizar la temporada, Joselito, triunfal, viajó a París con el recuerdo del quite realizado por la Virgen ante un toro de Saltillo. El de Gelves entró en una de las grandes joyerías del centro parisino y compró, como regalo para la Señora de San Gil, cinco broches verdes compuestos de pétalos de cristal de roca francés engarzados en oro blanco y rematados con brillantes. A comienzos del siglo XX, este broche femenino, llamado también "mariquilla", era utilizado por las jóvenes de buena sociedad al ser una pieza muy atrevida y chic inspirada en el estilo art decó.
 
 
De vuelta a Sevilla, Joselito entregó las cinco "mariquillas" verdes a Juan Manuel Rodríguez Ojeda, afamado bordador y mayordomo de la hermandad hasta 1900. Pronto, aquellos broches verdes se integraron en la iconografía de la Macarena, hasta tal punto que, un siglo después, aún los lleva prendidos sobre su pecho.
 
 
Precisamente, fue Rodríguez Ojeda quien vistió a la Virgen de riguroso luto en 1920, cuando un toro de la Viuda de Ortega, Bailaor, arrancó la vida a Joselito en Talavera de la Reina un trágico 16 de mayo. Esta vez, la Macarena no pudo servir de escudo al corazón del "Rey de los Toreros".
 
 
Suspira bajo su manto
la Virgen de la Esperanza
y arrían en señal de duelo
banderas en La Maestranza.
Y Sevilla, enloquecía,
repetía a voz en grito:
¿pa´qué quiero mi alegría?
¿Pa´qué quiero mi alegría
si se ha muerto Joselito?
 

domingo, 5 de abril de 2015

Domingo de Resurrección

Aquel maestro de mi infancia -¿Don Daniel? ¿Don Matías?- nos enseñaba las sílabas. Por cada sílaba, dábamos una palmada. “Y ahora vamos a hacer palabras bisílabas, esto es, las de dos sílabas” dijo. Levanté la mano y con dos palmadas pronuncié PA-SO. “Muy bien, paso, cuando uno camina da pasos” explicó aquel hombre bueno. Pero yo, que entonces no sabía que aquello se llamaba polisemia, me refería a nuestros pasos con canastos de oro y candelabros de guardabrisas. Aquellos que yo dibujaba, llamitas encendidas en los candelabros, con mis lápices de madera en los márgenes de los libros […] El Sábado Santo aquel mundo esperado se me iba desinflando. Poco a poco sentía que todo se acababa, un sentimiento de estar en el fin del mundo me poseía y me impedía, casi, disfrutar de las cuatro cofradías  que entonces procesionaban. “Esta es la última que da cera”, “éste, el último paso de palio”, “ésta, la última que lleva música”… 


Aquí estaban las sillas, queda cera
de cirios desangrados. Todo ha muerto
este domingo mudo cual desierto. 
No hay más nadie, tú y yo por la Carrera.

Aquí estuvo tu mano, niño mío,
como antes las de tantos, hacia el cielo
esperando una estampa, un caramelo…
y ahora sólo el azul, sólo el vacío.

Piensa en lo ya vivido, una quimera
será siempre este tiempo en tu memoria.
De soñar una nueva primavera
                       
ya no habrá desengaños que te quiten.
Sonreirás cuando cirios, oro, gloria…
como Dios -hoy domingo- resuciten. 

(Lutgardo García, Pregón de Semana Santa de Sevilla 2015) 


jueves, 2 de abril de 2015

¿Conocéis el lugar?

¿Cómo está la Virgen? Preguntaba la abuela al recibirnos en el patio donde ardía un jazmín en el centro y la ropa en los tendederos resumía la luz del día que reluce más que el sol. “¿Cómo está la Virgen?” “Cómo va a estar, abuela, tan guapa como siempre”. Y nos daba un beso, que eran varios juntos engarzados. En su mecedora, el abuelo, serio, apurando un cigarrillo negro que duraba un siglo, economizaba sus palabras, hasta que, por fin, mi insistencia de niño preguntón le hacía salir de la laguna de sus silencios para contarnos aquellas mañanas de Jueves, las madrugadas y los Viernes en la vieja casa.


¿Conocéis el lugar donde la luz ultima
miniaturas de estrellas dentro del limonero,
y un diapasón de plata marca el son de las tardes
mientras –como un faquir- hace pompas de incienso?

¿Conocéis el lugar,  donde –un río, un ocaso-
Jesús anda las aguas sobre los costaleros,
y, al sonar de tres golpes, un disparo de flores
de cera y bambalinas va directo hasta el cielo?            

¿Conocéis el lugar donde los niños llevan
 vestiduras de siglos, vuelan globos al aire
buscando a nazarenos que una tarde partieron
a hacer la estación última a la casa del Padre?
                       
¿Conocéis el lugar donde una cruz velada
abre malvas veredas y veis venir al Hombre,
a un desarmado Cristo -ay tic tac de aquel jueves-
bajando del Madero entre cardos y bronces? 

¿Conocéis el lugar donde los siglos corren
y los abriles vuelven renovando su rito
de cirios encendidos, y cornetas que sangran
tras el buen Galileo al que llevan prendido?

¿Conocéis el lugar, donde Dios suda sangre,
y las voces son flechas que lanzan ballesteros
cargadas del veneno de antiguas seguiriyas,
donde hay ya tanto mío que, al recordar, me hiero?
           
¿Conocéis el lugar donde el viento devuelve
antiguas melodías -Ione, Virgen del Valle-,
y las puertas alumbran las potencias de un Cristo
litigando en la piedra por salir a la calle?

¿Conocéis el lugar donde Dios dentro vive
-como aquello de Chesterton- de un capullo de rosa
despertado de un dedo; y hasta el dolor es bello
como bello es el llanto de nuestras dolorosas?
                                  
¿Conocéis el lugar, donde una plaza tiende
sobre el cielo las hojas -bóveda vegetal-,
y una Virgen sostiene en sus brazos a un mundo
que, Soledad del Sábado, sueña resucitar?
                       
¿Conocéis el lugar donde, encima del río,
la bisagra del puente une mis dos orillas?
Ese lugar es nuestro, es un sueño de luz
que hoy enciende mis labios… y se llama Sevilla.

(Lutgardo García, final de "El tiempo vivido", 
prosas y versos del Pregón de Semana Santa de Sevilla 2015)