Aquel maestro de mi infancia -¿Don
Daniel? ¿Don Matías?- nos enseñaba las sílabas. Por cada sílaba, dábamos una
palmada. “Y ahora vamos a hacer palabras bisílabas, esto es, las de dos
sílabas” dijo. Levanté la mano y con dos palmadas pronuncié PA-SO. “Muy bien,
paso, cuando uno camina da pasos” explicó aquel hombre bueno. Pero yo, que
entonces no sabía que aquello se llamaba polisemia, me refería a nuestros pasos
con canastos de oro y candelabros de guardabrisas. Aquellos que yo dibujaba,
llamitas encendidas en los candelabros, con mis lápices de madera en los
márgenes de los libros […] El Sábado Santo aquel mundo esperado se me iba
desinflando. Poco a poco sentía que todo se acababa, un sentimiento de estar en
el fin del mundo me poseía y me impedía, casi, disfrutar de las cuatro
cofradías que entonces procesionaban.
“Esta es la última que da cera”, “éste, el último paso de palio”, “ésta, la
última que lleva música”…
Aquí estaban las sillas, queda cera
de cirios desangrados. Todo ha muerto
este domingo mudo cual desierto.
No hay más nadie, tú y yo por la Carrera.
Aquí estuvo tu mano, niño mío,
como antes las de tantos, hacia el cielo
esperando una estampa, un caramelo…
y ahora sólo el azul, sólo el vacío.
Piensa en lo ya vivido, una quimera
será siempre este tiempo en tu memoria.
De soñar una nueva primavera
ya no habrá desengaños que te quiten.
Sonreirás cuando cirios, oro, gloria…
como Dios -hoy domingo- resuciten.
(Lutgardo García, Pregón de Semana Santa de Sevilla 2015)
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