lunes, 30 de mayo de 2016

Alberto Aguilar ante el abismo

Y cinco días después de "Malagueño", volvió a salir un toro en Las Ventas. Y, de nuevo, tuvo delante a un torero. No hay más. No existe otra fórmula. Un hombre en soledad delante de un toro fiero. La receta más eficaz para que miles de personas vibren -aficionados o no- y para sellarle la boca a aquellos que pretenden prohibir este espectáculo.


Se llamaba "Camarín" y llevaba el hierro de Baltasar Iban, aunque en sus hechuras no había ni rastro de lo que fue Contreras. Fue más encastado que bravo. Con menos clase que "Malagueño" -el toro de Alcurrucén premiado con la vuelta al ruedo cinco días antes- pero más picante. Se arrancaba de lejos y en el caballo empujó metiendo los riñones. Dudo que hubiera aguantado un tercer puyazo, aunque el público deseaba que lo volvieran a llevar al peto. Con la lidia que le dieron, justa y medida, llegó a la muleta como un tren. Y el inicio de faena de Alberto Aguilar fue portentoso, poderoso, con gusto, por bajo. Ya de capa lo recibió impecablemente, clásico, sacándose por verónicas al toro hasta el tercio y cerrando con la media.


En la muleta, por momentos, "Camarín" y Aguilar estuvieron a la altura de "Bastonito" y Rincón, con el torero enfrontilado, dando espacio en el cite, y el de Iban galopando y humillando en el embroque. Emocionantes ambos. La inteligencia del hombre ante la casta incontrolada del animal. Eso es una faena de verdad. La que pone al personal de pie, sepa o no de toros.


Tremendo el mérito de Alberto con lo poco que toreó la pasada temporada. Y, a la hora de coger el estoque, se tiró a matar o morir. Espeluznante el pitonazo que le lanzó "Camarín" directo al pecho, pero la espada resultó fulminante y Aguilar cortó una oreja con todas las de la ley. Una "pelúa" con más valía que algunas faenas de dos porque, para estar delante de "Camarín", había que ser muy hombre y muy torero.


Decía William Burroughs que era necesario estar en el infierno para ver el cielo. Ya es hora de que toreros como Alberto Aguilar, o como Rincón en su día, vean al cielo... aunque para ello primero tengan que jugarse la piel ante un toro con el abismo encerrado en cada pitón, como sucedió con el gran "Camarín".

miércoles, 25 de mayo de 2016

La historia de un hombre de muchos senderos

"Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie"
(Emily Dickinson)


Dejé de escribir el día en que me di cuenta de que había más escritores que lectores. Al abandonar el hábito de juntar unas letras al terminar la tarde de toros, creo que me volví más incrédula, incluso derrotista; pero tampoco sucedía nada que me animara a volver a escribir. Quizás fuera yo... o que en el ruedo no ocurría algo extraordinario. No sé si el problema era interno o externo, el caso es que la tinta se secaba desde comienzos de abril y la primavera transcurría sin que fuera capaz de firmar cinco líneas. Hasta que David regresó como el Ulises que se vio obligado a abandonar Ítaca. Lo escribió Cernuda:

¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia 
de su tierra...


Ver a un hombre levantarse, volver tras un largo viaje, resurgir de la misma arena donde cayó, abrazar a quien le salvó la vida. La historia de David Mora está escrita con sangre, pero también con tinta, pues nunca de concibió una Odisea tan perfecta, tan bien tejida, tan épica. "Cuéntame, Musa, la historia de un hombre de muchos senderos, que anduvo errante muy mucho después de Troya sagrada asolar; vio muchas ciudades de hombres y conoció su talante, y dolores sufrió sin cuento tratando de asegurar la vida y el retorno... [...] Y el caso es que cuando transcurrieron los años y le llegó aquel en el que los dioses habían hilado que regresara a su casa de Ítaca, ni siquiera entonces estuvo libre de pruebas; ni cuando estuvo ya con los suyos". 


No sé qué Dios hiló el destino de David Mora, de la puerta de toriles a la enfermería, y después a la Puerta Grande, de la muerte a la vida, y del abismo a la gloria, ligando unas trincherillas que han hecho brotar un nudo de cada garganta. Sólo sé que una historia como la suya haría revivir al mismo Homero, porque una epopeya tan colosal, la de un hombre y un toro, no puede quedar sin alguien que la cante y escriba. 


Por supuesto, loas también al Dios (distinto del primero, porque el toreo es una religión pagana y politeísta) que puso en el camino de Mora a un extraordinario Alcurrucén llamado "Malagueño", porque una gesta así debe tener un toro, es decir, una última prueba, a la altura del héroe. 

Fotos: Juan Pelegrín

En La Odisea se hablaba de una "diosa de ojos brillantes": Atenea. Imposible asistir al regreso de David a Las Ventas sin brillo, o sin lágrimas, en la mirada. Imposible de olvidar. Y difícil de escribir.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.

jueves, 12 de mayo de 2016

Tiempo de silencio


Desde primeros de abril, este blog vive un "tiempo de silencio". Circunstancia no grave y absolutamente pasajera: la acumulación de ocio y negocio me ha impedido ponerlo al día. Pido disculpas a todos aquellos lectores que se han interasado por saber si me había tragado la tierra o si estaba metida en los Papeles de Panamá.

En el planeta de los toros, en este mes y pico hemos visto indultar a un Victorino de bandera en Sevilla, a Rafaelillo crujir La Maestranza, genialidades de Morante, una inspirada faena de Bautista sobre el barro de Las Ventas y otro gran toro de El Torero llamado "Ojibello"... Así, a vuelapluma. Ahora, me dispongo a hacer las maletas para Nîmes. Intentaré dar noticias desde el anfiteatro romano.