jueves, 28 de febrero de 2013

Día de Andalucía o de las "chuminás"


"Hoy estoy guarnía. Y lo que más me gusta de estar guarnía es poder decir que estoy guarnía... Es una expresión que me encanta... como tantas otras que son tan nuestras. Como cuando una se harta de comer y acaba engollipá (o engoñipá) o cuando riegas las macetas más de la cuenta y las dejas enguachinás... Yo nunca pido churros, sino calentitos... de niña nunca iba a las atracciones, sino a los cacharritos... a los amigos pesados se les dice jartible y cuando me tangaba del colegio lo que hacía era rabona... (qué peyas ni peyas). A lo largo de mi vida he conocido a más apollardaos que tontos y a más esnortaos que despistados... pero nunca a ningún antipático, sólo a malajes o saboríos... La mentira no es mentira sino engañifa. Aquí lo mucho es una jartá o una pechá, y lo poco es una mijita... y la gente no pasea, da vuerta... Lo que está muy sucio está empercochao y lo que limpias a fondo lo dejas escamondao o niquelao... Si se te va la olla te quedas majarón, y si das mucho la lata te llaman pejiguera... Los borrachos, que son papaos, no deambulan, sino que dan camballás... y la gente no odia la mentira, sino el falserío... Lo roto está descuajaringao y lo pasado de fecha, revenío... los cobardes son jiñaos y lo muy visto está mu manío... (y que conste que lo que acabo de soltar no es ninguna tontería, sino una chuminá)".


El 28 de febrero, en recuerdo del referendum de 1980, se celebra el Día de Andalucía. Otra chuminá autonómica para añadir a la lista. Cuando estaba en el colegio, cada 28 de febrero, nos regalaban un Plastidecor verde y nos mandaban colorear la bandera de Andalucía. Parajódicamente, nunca nos dieron una cera roja y otra amarilla para pintar la de España... Minimeces. Hasta los 15 años tampoco estudié una capital, un río, una cordillera o un cabo que estuvieran más allá de la frontera andaluza... El mundo acababa en Sierra Morena. A partir de ahí, la vida era un agujero negro.


Otra tradición escolar del 28 de febrero consistía en cantar el himno de Andalucía con las lágrimas asomando en recuerdo de Blas Infante. Jamás comprendí la letra: si los andaluces pedíamos libertad y tierra, ¿no podíamos encontrar un terrenito majo más allá de Sierra Morena? En Murcia, sin ir más lejos. Y lo de "andaluces, levantaos" era un cuento de mucha consideración: ¡si nos repele madrugar! Pero todos estos pensamientos infantiles debía guardármelos so pena de recibir una clase extra de Patrimonio Artístico Andaluz.


A Andalucía, Carlos Cano le compuso una canción, mucho más hermosa, por supuesto, que la escrita por Blas Infante, y que debería ser su verdadero himno: "Verde, blanca y verde".


El repertorio de Carlos Cano está cuajado de himnos a Andalucía. ¡Te quie´ir ya, Blas Infante y toda su casta de adoctrinadores! Que pongan en los colegios "Andalucía Superstar", "La murga de los currelantes" o "Verigüe fandango". ¡Vamos que nos vamos!

"¡La Reina Superstar! ¡Viva Andalucía Libre!
-alimento principal-, que viene pidiendo tierra y la tierra abandoná.
Ay, palomas que van a Cai y Cai como un palomar.
¿Qué habrá pasao en la carretera?
¿Qué habrá pasao?
Que pa ir a Cai hay que tirarse por los sembraos.
Más de lo que vale un peine aquí tú te va a enterar.
¡No me vengas con rebajas que la tela está cortá!
¿Qué habrá pasao en la carretera, que l'han cortao?".


miércoles, 27 de febrero de 2013

Algunas ciudades aún huelen a toro


¿Qué ha sido de nuestros "capas" y nuestros maletillas? ¿Quién ha dado el golpe de gracia a esta figura emblemática que poblaba los caminos y se encaramaba a las talanqueras de los pueblos más rudos? ¿Adónde han ido nuestros "Conrados"? Ah, bendito Estado del Bienestar que nos haces nadar en la abundancia, has sido tú el puntillero. Sólo las sociedades hambrientas y desesperadas pueden engendrar toreros eternos.  


Era Ciudad Rodrigo la tabla de salvación donde los "capas" se aferraban con determinación para cambiar las camisas zurcidas por el vestido cuajado de oro. Así, carnaval tras carnaval, se lanzaban al improvisado ruedo cuadrilátero flanqueado por los elegantes arcos rebajados del Ayuntamiento perpetuando la tradición. Algunos, tras jugarse el pellejo, conquistaban una gloria efímera; otros, carentes del arrojo necesario, no olían un pitón y volvían a sus pueblos con el peso del fracaso y la vergüenza dentro del hatillo; finalmente, los más infelices, regaban con su sangre las aceras mirobriguenses, donde se instalaban auténticos hospitales de campaña.


Como tantos otros mitos que hemos perdido, en España ya no quedan maletillas. Soñé con encontrarlos en las capeas de Ciudad Rodrigo y sólo hallé recortadores mediocres e irrespetuosos con el toro. En el ruedo no había una sóla muleta. Ningún capote. La conquista del éxito a través de caminos menos crueles, sin duda, pero también inmerecidamente confortables, ha truncado el destino de nuestros "capas". De dormir hechos un ovillo en un pajar, los aspirantes a toreros del Bolsín mirobriguense ahora hacen noche en un hotel de cuatro estrellas.

 

Conrado Abad, el eterno maletilla, romántico, bohemio y buscavidas, con 16 años pernoctaba en un vagón de la estación del ferrocarril y comía gracias a la limosna de los viajeros, a los que ayudaba a llevar el equipaje. Los ganaderos de postín no le dejaban participar en sus tentaderos hasta que Alipio Pérez Tabernero, por primera vez en su vida, lo invitó a bajar de la tapia. La vida era una lucha constante que se desarrollaba de pueblo en pueblo y de finca en finca. Conrado, con 84 años, aún habla de su hatillo como si fuera un palacio, mejor que cualquier hotel de cuatro estrellas: "En él llevamos nuestra pequeñez. Es un hogar muy sencillo. Llevamos ahí lo poquito que tenemos: ropa, no mucha porque no somos marqueses para tener ropa sobre ropa. Los maletillas somos sencillos y vivimos casi al día. También llevo algunos alimentos para comer. Yo pienso que el hatillo es nuestro hogar, nuestro palacio, el palacio más grande del mundo".
 

Se acabaron los tiempos de los hatillos y los Conrados, sin embargo, aún queda algo de romanticismo en esta fiesta. Sentados sobre los sólidos maderos de la plaza, vi rostros regocijados ante los primeros festejos que, cada año, presagian la partida del invierno. También reían los hombres apostados ante "El Sanatorio" y los mozos que iban a correr el encierro a la altura de la puerta de Santiago. No está todo perdido: Ciudad Rodrigo, despojado de sus maletillas, aún vive alrededor del Carnaval del Toro y, con un poco de suerte, los niños que treparon por las empinadas escaleras de los tendidos para ver a Juan Mora torear al natual, el día de mañana, no se harán anti-taurinos. Algunas ciudades, pocas, aún huelen a toro.

martes, 26 de febrero de 2013

Opiniones femeninas

"A María Caballé, la Venus de Alabastro no la satisfacen los toreros como tipo ideal; pero en cambio, aboga por la castidad y la belleza del desnudo"
Por: María Teresa Borragán (entrevista publicada en "Toros y Deportes").

Retrato de la actriz María Caballé por Julio Romero de Torres

Sobre el gran espejo donde los reflectores ponen sus raudales de luz, triunfa el cuerpo de Maruja como una sonata pálida en cuyas armonías se hubiera hundido el atrayente abismo de sus pupilas tenebrosas […] La kimona de Maruja se ha entreabierto levemente y, por la abertura negra, destaca el cuerpo blanco y terso como un alabastro de impecable estructura milagrosamente vivificado.
La cabeza griega de Maruja, en que las trenzas, rebeldes a la moda, se recogen sobre la nuca con sobriedad ética, me hace recordar las bellas estatuas del Partenón o las graciosas flautistas de Alma Thadema, y pienso: "¡Es muy interesante esta mujer!"... Con esa perspicacia femenina que hace que nos equivoquemos muy pocas veces, la Caballé adivina mi simpatía, pues es la primera vez que tomo por mujer a muñecas de esta especie, y, sonriendo de manera encantadora:
- Puede usted preguntarme cuanto quiera - dice.
- ¿Tan segura está usted de que todo va a poder contestarme?
- Sí, porque la juzgo con talento suficiente para no hacer preguntas que la delicadeza y el buen gusto deben callar.
- Las mujeres como usted pueden decirlo todo.
- No, señora, ninguna mujer puede decirlo todo sin arriesgar lo más estimable.
- Tiene usted razón y la felicito, pero no se preocupe. Por hoy, sólo me interesa saber si le gustan los toros.
- Pues... no soy muy aficionada a ellos. Me gusta la fiesta; los preparativos... el ambiente de la plaza en que todo es luz, alegría y color. Ante el entusiasmo de las multitudes, que se disputan y esperan ebrias de pasión la salida de los ídolos, llego a contagiarme y, cuando estalla el pasodoble bravío; cuando los ojos de las mujeres avizoran ansiosos la arena en tanto aletean las mantillas sobre el nervioso ritmo de los abanicos, hechos arma de combate...; cuando pisa la cuadrilla el ruedo y el sol se quiebra en los fastuosos alamares de los dorados arlequines... mis manos se unen para aplaudir...; pero dura esta exaltación hasta que sale el primer toro.
- ¿Y entonces?
- Acabó la fiesta para mí. Como de arte taurino no sé un pitoche, no puedo juzgar lo acertado o desacertado de tal o cual faena. Solo sé que en todo aquel juego hay un riesgo inminente, y sufro por los toreros, por los caballos; sufro por todo, cosa que no me impide disfrutar. No vaya usted a creer que por esto soy como la mayoría de esos que piensan que es la fiesta más bárbara; no señora. Prefiero ver matar un toro, a ver pegarse de puñetazos a dos hombres.
- ¿Y no le interesa ningún torero?
- Ninguno. Como profesionales, no sé juzgarles; como hombres, no son mi tipo. En lugar de esa admiración al muñeco de seda que sienten la mayoría de las mujeres, yo siento una lástima profunda, pensando en lo que van a exponer. Y sólo por eso, los admiro a todos. Unos, dicen que son miedosos; otros arriesgados; otros pintureros o elegantes... yo no sé; pero los juzgo a todos héroes. Porque mire que se necesita valor para, a los veinte o veinticinco años...; cuando la vida sonríe ebria de ilusiones y de promesas, exponerse a perderla en ese momento. Y estas cosas son las que me atormentan en cuanto el bicho pisa la arena y arremete con fiereza contra la habilidad del diestro.
En cuanto veo que un torero se arrima mucho, ante ese gesto de osadía que atrae las miradas ansiosas de las mujeres y azuza el salvaje instinto de la multitud, yo cierro los ojos sin que apenas pueda abrirlos ante el temor de que, sobre la arena ebria de solo, sólo quede el toro ensañándose fieramente con el cuerpo enangrentado. Le aseguro a usted que en vez de grandes emociones, me produce la fiesta grandes sustos.
- ¿Y ni siquiera para una aventura fugaz ha llegado a interesarla algún torero?
- No amo esa clase de aventuras que ni siquiera rozan la piel, señora. Yo soy una mujer de corazón y necesito vivir intensamente.
La bella actriz y vedette de revista María Caballé (1927)

- ¿Encuentra bella la vida?
- ¡Lo más...!
- ¿Se ha enamorado usted de veras?
- ¡Sí!... Soy una enamorada del Amor. Más que por lo que hay en ellos, amo a los hombres por lo que nuestro afán y nuestra fantasía les atribuye. Yo no he tenido desengaños porque nunca me he sentido incomprendida. Solamente dejó de comprenderme el hombre que más obligación tenía... y no le guardo rencor; hasta somos buenos amigos.
- ¿Cómo es su tipo?
No me complique la vida. No creo en el tipo definido. Cuando una llega a querer a un hombre, sepa usted por qué, no se da cuenta si tiene los ojos azules o negros; en estas cosas, se fija una después. Yo no me he enamorado nunca del hombre por su  físico, sino por sus cualidades morales; por su simpatía.
- ¿Qué cualidad es la que más estima en ellos?
- El talento. Tanto en los hombres como en las mujeres, lo esencial para que simpaticen, es que sean inteligentes.
- ¿Amó usted mucho?
- En pretérito y en presente, señora; pero corra usted un velo, porque hay cosas que resultan mejor en el misterio...

Y Marujita, tocando su cabeza con un arrogante casco de plumas, sale a escena donde, su carne de nardos aprisionada por la púdica caricia de las mallas... triunfa como un mármol inmortal en que palpitara todo el ritmo y todo el encanto de vivir.

Nota: María Caballé fue una actriz muy popular en el teatro de revista durante los años veinte. Gracias a su belleza, elegancia y desparpajo, debutó en el género de la zarzuela con "La niña de los besos". Después llegaron espectáculos como "Arco Iris" (1922), "La tierra de Carmen" (1923), "Rosa de fuego" (1924) o "En plena locura" (1928), donde destacó por sus dotes interpretativas y deslumbrante vestuario. También trabajó en varias películas, entre ellas "Frivolinas" (1927) y "Pepe-Hillo" (1928). En esta última, actuó junto al diestro Ángel Alcaraz. Se retiró de los escenarios cuando terminó la Guerra Civil. Su hermana, Emilia Caballé, una de las "tres gracias de 1928" junto a Tina de Jarque e Isabelita Ruiz, también cosechó un enorme éxito como vedette.

lunes, 25 de febrero de 2013

Celeste y plata

“Y antes que un tal poeta, mi deseo primero hubiera sido ser un buen banderillero”
(Manuel Machado)


Agustín Serrano
Fotografía: Juan Pelegrín

Si tú supieras, chaval,
lo buen torero que fui,
ni me trataras tan mal
ni me gritaras así.

Tú me miras de soslayo
con actitud altanera,
más que si fueras El Gallo
o Lagartijo o El Guerra.

Guárdate tus reprimendas
y no te engrían tus pelas,
que de toros no chanelas
lo que chanela mi menda.

Yo también comí del toro
en mi juventud lejana,
enfundado en terno grana
con guarniciones de oro.

Pero un pitaco certero
me partió la femoral.
Después... ya na’ fue igual,
ni ilusiones ni dinero.

Aquel recuerdo me mata
por triste y esaborío,
pero yo tengo mi casta,
mi enjundia y mi señorío,
y soy torero de entrega,
ya sin muletas ni estoques,
pero sí con palitroques
y con capotes de brega.

Es verdad: perdí mi pasta
y mi cartel de tronío,
pero aún me quedan bríos
pa salirle a cualquier barbas,
y colocarle en lo alto
-escucha tú, que tanto hablas-
por los terrenos de adentro,
un par soberbio en las tablas.

Dios quiera que nunca sepas,
chavalillo presumido,
lo que es un pitón hundido
en tu carne hasta la cepa.

¿Qué estoy llorando? ¡Ya sé!
¿Y por qué voy a negarlo?

Pero ¡hombre!, escucha muy bien
lo que yo te estoy hablando:
No es que te vuelva la espalda
por chalao ni majareta.

¡Es que quiero que te enteres,
que entoavía peino coleta!
Y lloro porque me acuerdo
que pude ser y no fui
un primate del toreo,
sol de mi raza cañí...

Y porque sólo me queda
una espá que ya no mata,
un pitillo, dos monedas...
¡Y un terno celeste y plata!

(FEDERICO GARIBAY ANAYA)

Curro Robles
Fotografía: Juan Pelegrín


domingo, 24 de febrero de 2013

La copla se dice desde las entrañas (repertorio "desgarrao")

"Me siento muy orgullosa de haber tenido que comer peladuras de patata cocida"
(Marifé de Triana)

La copla, que es el latido del pueblo, íntima y a la vez de todos, no basta con cantarla: hay que saber "decirla". Ahora, a menudo, se vocifera, pensando erróneamente que produce un efecto más desgarrador.  Las buenas cantantes de copla han sido también unas magníficas actrices vocales. La otra noche, sin ir más lejos, escuché dos versiones de "Esclava de tu amor". Una, la original, en la garganta de Marifé; la segunda, interpretada por un chico de La Línea, con unas facultades extraordinarias que, literalmente, se desgañitó. Una estrofa que dice: "no dejo en mi silencio de quererte, más nunca ni a la hora de la muerte, se escapará tu nombre de mi boca", ¿por qué se brama?

 
 
Miriam Domínguez, medida y templada, también hace una magnífica
interpretación de "Ten cuidado", otra copla del repertorio de Marifé.
 
El caso opuesto es el final de la "Encrucijada", donde resulta necesario echar toda la carne en el asador: "¿Qué me pasa, dice... ¿pero es que estás ciego? ¡No ves que por otro me muero! Déjame en silencio, no preguntes nada, ya no tengo fuerzas pa´seguir callada". Sucede lo mismo en "Tres veces loca" o "Amor maldito".


 
 
Marifé era una maestra en "decir" la copla porque la cantaba desde las mismas entrañas. Quizás en esto la ayudó su propia historia. A los 27 años, tras una larga gira por América, conoció al amor de su vida: un joven rapsoda, alto y de buena planta, que se incorporó a su compañía el 5 de octubre de 1963. Ay, cinco, cinco de octubre, cuando me encontré contigo. Se llamaba José María Alonso Calvo y había nacido en El Bierzo. Su atractivo no había pasado inadvertido entre las bailarinas del Circo Price y, durante un tiempo, Marifé, que sin miedo se perdió por sus jardines, tuvo que compartir el cariño del recitador leonés. Formalizaron su relación en 1972, cuando se fueron a vivir juntos, y no se casaron hasta una década después, en octubre de 1982, tras veinte años "de novios". A José le encantaba que Marifé le cantase "Compañero" y, a cambio, le regalaba una rosa casi a diario. El matrimonio no tuvo hijos; quizás por eso, Marifé amadrinó artísticamente a varias generaciones de niñas que se asomaron al mundo de la copla.

 

"Tres puñales" (versiones de Marifé, Álvaro Díaz y Miguel Poveda)
 
Marifé, enamorada y temperamental, casi en un susurro o devorando el escenario, le cantó al amor, al desamor, a la locura y a los celos como ninguna otra. Dijo la copla desde las entrañas.

 
 

sábado, 23 de febrero de 2013

Mala espina

Gines Bueno (1935)

Tienen las pescateras fama de criticonas, mala uva y lengua larga, pues, mientras desgranan escamas y limpian el género, ponen de vuelta y vuelta a plaza y media de abastos. Durante las mañanas de verano, suelo visitar el puesto de dos pescateras onubenses, madre e hija, que echan gusarapos por la boca. Que si fulano es mariquita, que si zutano anda tieso, que si mengana la palmó el pasado invierno. Y así, poco a poco, maldad a maldad, van limpiando unos chocos, que son gloria bendita.
 
Ternura exagerá

Por besar tus manos frías
muero yo de calentura,
pescadera, vida mía.
Vaya tela la manera
con que mueves tu cintura;
tienes planta marinera
y eres guapa sin pintura.

Y pregonando la venta
la gracia del mundo entero;
pescadera, qué salero,
que si no me doy cuenta
me vendes el puesto entero.

Tú me embrujas con tal arte
cuando en mí tus ojos pones
que no sé lo que comprarte.
Tus pestañas son manojos
de traviesos boquerones
que del mar que hay en tus ojos
me regalan ilusiones.

Por tu amor estoy tan bobo
que dejaba que me aliñes
y me echaras en adobo.
Qué acuarela tan divina
el mandil que se te ciñe,
que platea la sardina
y que el calamar lo tiñe.

Pones cara de inocente
y un desplante de abolengo
al hablarle a los clientes:
-Con el agua a las rodillas
de la misma mar que vengo,
traigo choco y pescadilla
y ¡ay que fresco que lo tengo!-


(El pregón de la pescadera - J.A. Sánchez de Paco / Manuel J. López)


Pescados "pata negra"
(Algeciras, en la calle de mi hermana)


"En las pescaderías hay olas despojadas,
y bajo las bombillas,
acuarelas de añil y barcas rojas.
Carne roja, tendida sobre trozos de hielo.
¡Oh, pescados, odiados por el aire!
[...] Se están vendiendo olas; se envuelven en periódicos
los ojos abultados que vieron los naufragios.
Hay carnes de tormenta en modestas cocinas,
y al salir la tostada de luna entre los faroles
un ansia de marea mueve estos cuerpos muertos
que, a través de los cierres, escuchan a la lluvia
como rondalla última que les envía el mar".

(Agustín de Foxá)
 
Bernard Buffete, "La poissonnerie" (1951)

jueves, 21 de febrero de 2013

Cabalga lejos

"Dos de las cosas más bellas del mundo son un caballo galopando y una pareja bailando un vals".
(John Ford)

 
"Centauros del desierto" (John Ford, 1956) contiene, por supuesto, ambas imágenes. Reconozco que, a pesar de ser una apasionada del Cine del Oeste, cuando la vi por primera vez, no me gustó. No entendía por qué esa película coronaba todos los escalafones del género cuando el propio Ford era el director de westerns tan soberbios como "El hombre que mató a Liberty Valance" o "Pasión de los fuertes". ¿Qué tenía de extraordinario "Centauros del desierto"? Sólo lo comprendí cuando, para un trabajo de la Facultad, tuve que analizar la cinta fotograma a fotograma...; y entonces me enamoré de la cruzada de Ethan Edwards, el Ulises del Oeste.

 
Una canción country cantada a coro por The Sons of the Pionners -tema central de la película- resume la epopeya psicógica de Ethan (John Wayne), quien encarna la antítesis del personaje "bueno buenísimo" del western, como eran, por ejemplo, Wyatt Earp en "Pasión de los fuertes" o Ranse Stoddard en "El hombre que mató a Liberty Valance". Ethan es un héroe condenado a la soledad que busca sin la fe de hallar. No le mueve la sed de venganza, sino la necesidad de encontrar la paz.

“¿Qué hace a un hombre vagar?
¿Qué hace a un hombre errar?
¿Qué hace a un hombre dejar cama y mesa
y volver la espalda al hogar?
Cabalga lejos, cabalga lejos, cabalga lejos…”


 
La película comienza con una puerta que se abre ante un Monument Valley dolorosamente luminoso. Los altos contrastes lumínicos y cromáticos recuerdan un expresionismo a color; de esta manera, se contrapone el calor del hogar con la aridez del desierto. El aire, al igual que en el film “El viento” de Victor Sjöström (1928), no deja de soplar: despeina a los personajes, levanta la tierra seca y azota los oídos. Suenan entonces los compases del viejo vals sureño “Lorena”, símbolo del amor, la familia y el deseo de echar raíces en una tierra inhóspita.

Frederic Remington ("The Fall of the Cowboy", 1895)
“El paisaje atrapa y somete al hombre, borra el rastro de su paso y su fuerza y vigor surgen majestuosos e inmutables. Desierto, zonas rocosas, nieve, son las etapas del largo proceso de búsqueda en el que el paso del tiempo se presiente de manera constante […] Captado con toda su luminosidad, el paisaje se halla en todo momento surcado por las figuras vagabundas, cuya fugacidad testimonian las nubes cambiantes. […] Como los grandes dramaturgos, el espacio condiciona la acción” (Rafael Cherta Puig).

“Entre dos puertas, una que se abre y otra que se cierra, transcurre Centauros del Desierto, un hermoso título en español (para variar) que nada tiene que ver con el original The Searchers. Porque, en efecto, todo el filme es una gran búsqueda, materialmente, de dos mujeres raptadas por los indios comanches y, espiritualmente, de la paz, el amor y la comprensión” (Ramiro Cristóbal Múñoz).
La película, efectivamente, acaba con una puerta que se cierra y otro gran interrogante: ¿dónde puede hallar la paz un hombre sin destino como Ethan, condenado a vagar eternamente entre los vientos, sin patria ni esperanzas? ¿Es posible vivir sin una Ítaca?

Itaca (Konstantinos Kavafis)

Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencia, en conocimiento.
[….]
Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Más no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Más ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ítaca.
Rico en saber y vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas.

Peregrino (Luis Cernuda)

¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.

Mas ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a Ulises,
sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.

Ilusos los Ulises (Ángel González)

Siempre, después de un viaje,
una mirada terca se aferra a lo que busca,
y es un hueco sombrío, una luz pavorosa
tan sólo lo que tocan los ojos del que vuelve.
Fidelidad, afán inútil.
¿Quién tuvo la arrogancia de intentarte?
Nadie ha sido capaz
-ni aún los que han muerto-
de destejer la trama de los días.
 

miércoles, 20 de febrero de 2013

Manjares maternos para llevar


El otro día leí que Rafael de León se había inspirado en la estampa de dos albañiles almorzando debajo de un árbol para escribir su "Cocidito madrileño".
"Digame usté
dónde hay un cuadro con más gracia
con el color
que da la luz del mes de abril,
cuando son dos
y están debajo de una acacia,
y entre los dos
un cocidito de albañil".


Hoy, los curritos españoles nos dejamos 217€ de media al mes por comer fuera de casa. “Muchos combinan el comer fuera de casa con traer el tupper al trabajo como medida de ahorrar unos euros”, ha declarado el presidente de la Federación de Usuarios-Consumidores Independientes (a lo que habría que añadir: "y Tiesos"). En Madrid, el 79% de los encuestados almuerza fuera y gasta 14€ al día. Por eso, entre los caninos, la tartera arrasa en la ofi. Obviamente, los nutricionistas, que son una panda de pijos, ya han puesto el grito en el cielo a causa de los "peligros microbiológicos", un terrorífico ejército de mini-aliens saliendo en hilera de la fiambrera. 

Yo, hace unos meses y gracias a la recomendación de mi amiga Rebeca, descubrí el paraíso de las tarteras en Nostrum. ¿Y allí qué encuentro? Platos preparados a cascoporro, bastante ricos y a buen precio. Pongamos ejemplos: ensalada de pasta (1€), arroz con verduritas (2€), fideuá (2€), menestra de verduras (2€), judías con jamón (1€), tortilla de patatas y cebolla (2€), 1/4 de pollo asado (2€), albóndigas (2€), canelones de espinacas (2€), berenjena rellena (2€), ración de croquetas de la abuela (1€)... Aseguran que hacen la comida como en casa, con paciencia y el "xup-xup" de la cazuela. Su lema es: "La comida de mamá para llevar".

Para llevar a la oficina o para tomar allí mismo, ya que tienen algunas mesas (pocas) y un par de microondas donde hacer la parada y fonda. Ahora echen cuentas: a las dos de la tarde, cuando la canina aprieta, visita su Nostrum más cercano y arrampla con un arroz con verduras, unas albóndigas y una botella de agua. Total a pagar: 3,50€. Ya le hemos destripado la encuesta a la Federación de Usuarios Tiesos. Y con lo que se ahorran, el domingo se preparan un cocidito madrileño donde no falte de ná.

martes, 19 de febrero de 2013

El torero más arrogante y mejor plantao


"Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.
Moreno de verde luna
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.
A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.
Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo.
 
El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.
Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.
A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro".


Este poema de Lorca titulado "Prendimiento de Antoñito El Camborio camino de Sevilla" recuerda a la hermosísima zambra "Antonio Vargas Heredia", compuesta, presuntamente, por Joaquín de la Oliva y Juan Mostazo en 1938 para la película "Carmen la de Triana". Escibe Manuel Francisco Reina: "Existe una polémica soterrada sobre esta copla, ya que hay quienes dicen que su autoría es de Rafael de León, que vendió la letra a los músicos y letristas que luego la registraron. Rafael de León, dada su discreción, nunca dijo nada al respecto de esta letra de factura bellísima".


Antonio Vargas Heredia sí era digno de su raza y estirpe, no como Antonio Torres Heredia, que fue un cobarde y se dejó apresar por la Guardia Civil tras robar limones en el camino de Sevilla.
"Con un clavel grana sangrando en la boca.
Con una varita de mimbre en la mano,
por una verea que lleva hasta el río
iba Antonio Vargas Heredia, el gitano.
Entre los naranjos, la luna lunera
ponía en su frente su luz de azahar.
Y cuando apuntaron las claras del día
llevaba reflejos de verde olivar.

Antonio Vargas Heredia, flor de la raza calé...
Cayó el mimbre de tus manos
y de tu boca el clavel.
De Puente Genil a Lucena,
y de Loja a Benamejí,
las mocitas de Sierra Morena
se mueren de pena llorando por ti.

Era Antonio Vargas Heredia, el gitano,
el más arrogante y el mejor plantao.
Y por los contornos de Sierra Morena
no lo hubo más bueno, más guapo y honrao.
Pero por culpita de una hembra gitana,
su faca en el pecho de un hombre se hundió.
Los celos malditos nublaron sus ojos,
y preso en la trena de rabia lloró".



¿Y quién era este hombre, flor de la raza calé, que volvía locas a las mozas de Sierra Morena? Un torero, por supuesto. En la película "Carmen la de Triana", protagonizada por Imperio Argentina, ella se colaba en el Cuartel de Dragones para llevarle a su Antonio, que estaba preso, algo de tabaco que le aliviara las duquelas. Por avatares del destino, en el tiempo que dura la condena, entre tantas idas y venidas, acaba enamorada de un brigadier. Cuando sueltan a Antonio, la encrucijada de celos está servida. Finalmente, Vargas Heredia muere en el ruedo tras recoger del albero un clavel lanzado por la traicionera Carmen.

 

A causa de las penurias desencadenadas por la Guerra Civil, "Carmen la de Triana", dirigida por Florián Rey y con guión inspirado en la obra de Merimée, fue rodada en Berlín en español y alemán. Allí, la coproducción se estrenó bajo el título de "Andalusische Nächte" y cosechó un enorme éxito.
Las historias de celos y navajazos han cautivado a medio mundo. Si a Antonio Vargas Heredia le hubieran comprado un billete de avión desde Córdoba a Buenos Aires, bien podría haber sido el protagonista del tango "Silbando", de José González Castillo, Sebastián Piana y Cátulo Castillo.
"Una calle... Un farol... Ella y él...
y, llegando sigilosa,
la sombra del hombre aquel
a quien lo traicionó una vez la ingrata moza...
Un quejido y un grito mortal
y, brillando entre la sombra,
el relumbrón
con que un facón
da su tajo fatal..."