domingo, 24 de febrero de 2013

La copla se dice desde las entrañas (repertorio "desgarrao")

"Me siento muy orgullosa de haber tenido que comer peladuras de patata cocida"
(Marifé de Triana)

La copla, que es el latido del pueblo, íntima y a la vez de todos, no basta con cantarla: hay que saber "decirla". Ahora, a menudo, se vocifera, pensando erróneamente que produce un efecto más desgarrador.  Las buenas cantantes de copla han sido también unas magníficas actrices vocales. La otra noche, sin ir más lejos, escuché dos versiones de "Esclava de tu amor". Una, la original, en la garganta de Marifé; la segunda, interpretada por un chico de La Línea, con unas facultades extraordinarias que, literalmente, se desgañitó. Una estrofa que dice: "no dejo en mi silencio de quererte, más nunca ni a la hora de la muerte, se escapará tu nombre de mi boca", ¿por qué se brama?

 
 
Miriam Domínguez, medida y templada, también hace una magnífica
interpretación de "Ten cuidado", otra copla del repertorio de Marifé.
 
El caso opuesto es el final de la "Encrucijada", donde resulta necesario echar toda la carne en el asador: "¿Qué me pasa, dice... ¿pero es que estás ciego? ¡No ves que por otro me muero! Déjame en silencio, no preguntes nada, ya no tengo fuerzas pa´seguir callada". Sucede lo mismo en "Tres veces loca" o "Amor maldito".


 
 
Marifé era una maestra en "decir" la copla porque la cantaba desde las mismas entrañas. Quizás en esto la ayudó su propia historia. A los 27 años, tras una larga gira por América, conoció al amor de su vida: un joven rapsoda, alto y de buena planta, que se incorporó a su compañía el 5 de octubre de 1963. Ay, cinco, cinco de octubre, cuando me encontré contigo. Se llamaba José María Alonso Calvo y había nacido en El Bierzo. Su atractivo no había pasado inadvertido entre las bailarinas del Circo Price y, durante un tiempo, Marifé, que sin miedo se perdió por sus jardines, tuvo que compartir el cariño del recitador leonés. Formalizaron su relación en 1972, cuando se fueron a vivir juntos, y no se casaron hasta una década después, en octubre de 1982, tras veinte años "de novios". A José le encantaba que Marifé le cantase "Compañero" y, a cambio, le regalaba una rosa casi a diario. El matrimonio no tuvo hijos; quizás por eso, Marifé amadrinó artísticamente a varias generaciones de niñas que se asomaron al mundo de la copla.

 

"Tres puñales" (versiones de Marifé, Álvaro Díaz y Miguel Poveda)
 
Marifé, enamorada y temperamental, casi en un susurro o devorando el escenario, le cantó al amor, al desamor, a la locura y a los celos como ninguna otra. Dijo la copla desde las entrañas.

 
 

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