lunes, 18 de febrero de 2013

Los toros (Agustín de Foxá)


La madre:
Hijo, no vayas a la plaza horrible,
a la arena sin olas de la Plaza.
Quiero tu cuerpo vivo, no el recuerdo,
no la dorada soledad del traje.

El torero:
Madre, debo partir. ¿No ves el toro
que ha de matarme, inquieto por las dehesas,
embravecido por la flor de mayo,
llamándome impaciente por el río?

¿No me has visto al sembrar hacer el gesto
del pase natural, con la semilla?
¿Y en el lento ondular de los trigales,
no estaba mi cintura entre verónicas?

El caballo:
Yo llevaré mi entraña ensangrentada
a abrirla al sol, igual que una granada,
entre la plata de los picadores
y la tabla, sin flor, de la barrera.


El cura:
Es preciso a este sport llevar los óleos,
a este juego los trágicos aceites.
Preparadme la estola, el crucifijo,
yo sé mi oficio de cerrar los ojos.

El monosabio:
Yo soy el albañil de la tremenda
arquitectura roja de la Plaza.
Mi arena con la sangre ha levantado
el suelo unos centímetros lentísimos.

El toro:
¿Para qué he de salir de los toriles?
¿Qué oscura sombra pesa entre mis astas?
No debiera salir, que hoy los vaqueros
se han vestido con traje de monedas.

No debiera salir a ese desierto
con su nube de caras que me gritan.
No debiera salir, pero es preciso.
Hoy sé que un corazón debe pararse.

El vendedor de naranjas:
Yo vendo la naranja de las huertas
a los labios que pálidos la buscan,
secos por la emoción de la cogida.
La calderilla suena entre mis cestos.


El disecador:
Quisiera disecar esa cabeza
con el sol, ya imposible, de esta tarde.
En los ojos de vidrio aquella rabia
y un grito de mujer en cada cuerno.

Todavía la madre:
Ya me lo traen, al fin, como él quería:
muerto en la caja, en raso, de los ricos,
con su traje de oliva y plata vieja,
con esta palidez que no es del campo.

La novia:
Me casarán después con un labriego
tan sólo ensangrentado por las viñas
tendré unos hijos; cuidaré el cortijo,
¡pero en mis sueños lavaré su herida...!

AGUSTÍN DE FOXÁ (1906-1959)

Fotografías de Rafael Sanz Lobato.
Cuadros de Ignacio Zuloaga y José Gutiérrez Solana.

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