viernes, 19 de junio de 2015

La ley de la selva (y del toro)

"Con su caminar blando, pasos flexibles y fuertes,
gira en redondo en un círculo estrecho;
al igual que una danza de fuerzas en torno a un centro
en el que, alerta, reside una voluntad imponente"
(Rainer María Rilke)
 

"Se movió hacia el círculo una sombra negra. Era Bagheera, la pantera, toda ella de un color negro de tinta, pero ostentaba marcas en su piel, propias de su especie, las cuales, según como incidiera en ellas la luz, parecían las aguas de ciertas telas de seda. Todo el mundo conocía a Bagheera; nadie osaba atravesarse en su camino, porque era tan astuta como Tabaqui, tan audaz como el búfalo salvaje y tan sin freno como un elefante herido. Con todo, su voz era suave como la miel silvestre que se desprende gota a gota de un árbol y su piel era más fina que el plumón.
 

[…] Nada fue tan de su gusto como perderse con la pantera en las tibias profundidades del bosque, dormir durante todo el pesado día y contemplar por la noche cómo Bagheera se entregaba a la caza. Mataba ella sin discreción ni miramiento, según su apetito, y lo mismo Mowgli, con una sola excepción: en cuanto tuvo edad suficiente para comprender las cosas, Bagheera le enseñó que se abstuviera de matar ninguna cabeza de ganado porque la propia vida de él había sido rescatada mediante la entrega de un toro.
 

-Cuanto hay en la selva es tuyo -le dijo Bagheera- puedes matar todo lo que tus fuerzas te permitan. Pero, en memoria del toro que sirvió para salvar tu vida, no pondrás nunca la mano en res alguna, ni siquiera para comerla, sea joven o vieja. La ley de la selva prescribe esto".
 
(El Libro de las Tierras Vírgenes, Rudyard Kipling, 1894)
 
 
Dieciséis años antes de que Kipling publicara su colección de historias sobre la selva, nacía el pintor y viajero infatigable Paul Jouve (1878-1973), encuadrado en el movimiento Art Decó. Este artista francés -que recorrió el Magreb, Oriente, África y, finalmente, América- se sentía fascinado por la fisonomía de la pantera negra, especie que dibujó en infinidad de ocasiones. Su trabajo era tan minucioso, que llegó a ilustrar algunos relatos de Kipling, como La caza de  Kaa.
 
 

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