sábado, 11 de mayo de 2013

Los toros con glamour

La tarde del 17 de mayo de 1949 pasará a la historia de la Tauromaquia como el día en que Luis Miguel Dominguín se autoproclamó número uno del toreo alzando su dedo índice hacia el cielo en la plaza de Las Ventas de Madrid. Aquello provocó una de los mayores escándalos que se recuerdan en esta plaza. "¡Menos mal que no había entonces en España pena de muerte! Si hubiera habido, lo habrían matado...". Así se expresaba un picador de Luis Miguel esa tarde en una opinión recogida en el libro de Andrés Amorós.


En la explanada de Las Ventas, el doctor Fleming, Antonio Bienvenida y "Yiyo" tienen compañía. Junto a ellos se ha instalado Luis Miguel Dominguín. En la escultura, con la mano izquierda, el provocador torero madrileño arrastra su capote por el albero, a la vez que extiende el brazo derecho hacia el cielo en señal de gratitud (algunos opinan que está pidiendo un taxi). La pieza, elaborada en bronce por Ramón Aymerich, es poco garbosa: debería haber continuado enchiquerada en el museo de Las Ventas, donde se guardaba discretamente hasta ahora. Desgraciadamente, el autor no ha conseguido reflejar ni el portentoso físico de Luis Miguel Dominguín ni tampoco su esencia. El matador, con su dedo índice, tendría que señalar, para la posteridad, que fue y sigue siendo el "número uno". ¿O alguien piensa que conquistar a la Gardner era tarea sencilla?


Durante sus vacaciones en España, Ava, casada en aquella época con Frank Sinatra, no escatimó en escarceos con Luis Miguel, un hombre que se codeaba con la élite intelectual, política y social de su éoica. Cuentan que, en un arrebato de celos, Sinatra se plantó delante del toreo, a quien insultó en un spanglish perfectamente inteligible, y éste último, sin pensárselo dos veces, le plantó a la voz de terciopelo dos bofetadas "a la ibérica". El número uno no era, precisamente, un hombre discreto pero, como él mismo decía, ¿qué gracia tenía acostarse con el animal más bello del mundo si después no lo pregonaba? Llegó a describir a Ava como "la más guapa y la más fiera: tenía yo una loba muy feroz en una jaula...".

"Luis Miguel se levanta de la cama y se dispone a salir. Ella le pregunta: 'A dónde vas ahora?' Y él contesta rápido: '¿Dónde voy a ir?, ¡A contarlo!'".

En el interior de Las Ventas, en la Sala Bienvenida, una exposición con fotos de Canito reflejan estos años. En alguna ocasión, el centenario fotógrafo ha llegado a afirmar que Ava estaba locamente enamorada de él: "He tenido muchas veces a Ava Gardner entre mis brazos. Nos hemos besado y emborrachado; me quería y nos respetábamos".

Ava vista por Canito

Hace poco, me contaron una anécdota gastronómica sobre las visitas que Ava hacía por España. Le entusiasmaba la lengua, no la de Luis Miguel, que también, sino la de vaca estofada. El guiso de toda la vida, vaya. En las tabernas de la Cava Baja todavía recuerdan que no pedía otra cosa, salvo su otro plato favorito: huevos fritos con patatas.

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