domingo, 2 de agosto de 2015

Una de las faenas más bellas de la temporada


Con los años y el tiempo, el ser humano va perdiendo capacidad para sorprenderse. Somos tan absurdamente estúpidos que creemos (o aparentamos) haberlo visto todo, hasta convertirnos en criaturas indolentes. La indiferencia crónica conduce, irremediablemente, a la melancolía.

Yo confieso que no esperaba presenciar una de las faenas más bellas de la temporada en uno de los templos del torismo: Azpeitia. No fue trasteo de "uy" ni "ay", sino de absoluto silencio. Hasta el matador ordenó acallar a la banda de música.

Juan Bautista con "Fortuito" (Foto: Tierras Taurinas)

Resulta difícil decidir quién derrochó más clase; si el torero (Juan Bautista) o aquel toro de Ana Romero ("Fortuito"), que salió de chiqueros con los cuartos traseros acalambrados, quedando al borde de la devolución, a pesar de la suave brega de Rafael González. En la muleta, en cambio, el de Santa Coloma comenzó a ir a más, con un galope templado y humillado, un auténtico toro de carretón, un goterón de almíbar sobre el cenizo albero de Azpeitia. Un toro de semejante calidad siempre descubre a los malos toreros. Pero Bautista está lejos de ser un mal torero. Cuando a Bautista le espolea la necesidad o el amor propio (ojalá sucediera con más frecuencia), comienza el recital. Ante el de Ana Romero, el francés hizo del ruedo guipuzcoano su propia casa, como toreando de salón, con un desmayo, una suavidad y un temple de paladar fino y billete grande. Gratisima sorpresa rematada con dos estocadas recibiendo (la primera pinchada arriba) y una oreja.

Si la misma faena hubiera llevado la firma de la marisma del Guadalquivir en vez de la camarguesa, más de una camisa se habría rasgado en esta tarde de sábado en Azpeitia. Y es que a la plaza hay que acudir con la mirada limpia y el espíritu predispuesto a la sorpresa. Es el único mecanismo para seguir emocionandonos. Para ser, en definitiva, más humanos.

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