Sabio aquél que sabe escapar pronto
allí donde la gloria no perdura.
Pues aunque pronto crece el laurel
mucho antes que la rosa se marchita.
allí donde la gloria no perdura.
Pues aunque pronto crece el laurel
mucho antes que la rosa se marchita.
La muerte es una vieja historia y, sin embargo, siempre resulta nueva para alguien [Ivan Turgueniev]; incluso para los que conviven con ella. Tras el funeral de Víctor Barrio, un amigo, un torero, me reconocía: "La frase de nos jugamos la vida es real pero, a veces, nosotros mismos no le damos importancia". A propósito de esta confesión, Stefan Zweig escribió que no bastaba con pensar en la muerte, sino que se debía tener siempre delante: "Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre".
Después del fallecimiento de Paquirri, Yiyo, Manolo Montoliú o Soto Vargas, la muerte ha vuelto a visitar el ruedo para poner las cosas en su sitio. Todas las religiones a lo largo de los tiempos han exigido sacrificios a los dioses y, el toreo -que es una religión pagana- también cumple esta imposición universal. Es un mecanismo tan fácil como antiguo. Una cornada certera se lleva por delante, no sólo la vida de un hombre, sino, además, todo lo excesivo y dionisíaco que encierra la Fiesta.
El toreo siempre ha sido una aventura en la que se puede perder la vida o ganar la gloria. No obstante, como ya apuntaba Antonio Díaz Cañabate en 1970: "Los riesgos de la profesión taurina, por los avances de la cirugía […], son mucho menores que los de antaño y por consecuencia la aureola heroica del torero ha empalidecido con pérdida de sus vivos fulgores". Y otra frase del mismo libro: "Una corrida de toros es un espectáculo cruel y, por lo tanto, serio y fuera de alegrías, aunque sólo sean superficiales y fugaces".
La súbita muerte de Víctor Barrio en la arena nos ha hecho reflexionar sobre el valor de la vida y, si tenemos fe, devolverá los fulgores a aquellos que se visten de luces y calmará la sed de los dioses por varias temporadas. La parca ha venido a ajustar un viejo reloj que iba perdiendo precisión... Y por las gradas ya sube Víctor con toda su muerte a cuestas. "Buscaba su hermoso cuerpo y encontró su sangre abierta".
Ante esa jóven cabeza laureada
contemplarán tu cuerpo inerte
y descubrirán entre los rizos de tu pelo
una guirnalda aún sin marchitar.
(Alfred E. Housman)
Fotos de Pablo Alonso
Nostálgico de un hombre con espada
ResponderEliminarde sangre femoral y de gangrena,
ni el mayoral ya puede detenerte.
Corre, toro, a la mar, embiste , nada,
y a un torero de espuma, sal y arena,
ya que intentas herir, dale la muerte.
Rafael Alberti.