jueves, 13 de febrero de 2014

El tango de lo de la edad


Con la proximidad de San Valentín, leo por ahí que cada vez resulta más frecuente que mujeres en la cuarentena salgan con hombres veinteañeros. En algunos lugares, han bautizado este fenómeno como "cougars" ("pumas", para describir a estas señoras) o una relación "mayo-diciembre". Los "especialistas en la materia" aseguran que los hombres suelen sentirse atraídos por mujeres maduras ya que éstas no sufren los irracionales arrebatos emocionales propios de las jovencitas. Nada nuevo bajo el sol. Ya en 1957, Rafael de León le compuso a Concha Piquer el pasodoble "Amante de abril y mayo" para su último espectáculo, "Puente de Coplas
 
 
Andaba por los cuarenta,
La rosa de Peñaflor,
Señora de escudo y renta,
Hermosa y sin un amor.

Y de pronto un día cambió de peinao, cambió de peinao,
Y la vio to el pueblo salir al zaguán,
A decirle adioses a un niño tostao, a un niño tostao,
Que partió galope sobre su alazán.

Amante de abril y mayo,
Moreno de mi pasión,
Te llevo como a caballo
Sentao en mi corazón.

Me están doliendo los centros
De tanto quererte a ti
Me corre venas adentro.
Tu amor de mayo y abril.

Desde los pies a la boca,
Que aprendan todos de mí, ¡ay, de mí!
A querer como las locas.

Hablaron más de la cuenta
Las niñas de Peñaflor:
-Que si ella tiene cuarenta
y que él solo veintidós-.

Pero contra el viento de la comidilla, de la comidilla,
Y a pesar del tango de lo de la edad,
La vieron casada salir de mantilla, salir de mantilla,
Con aquel mocito de la catedral.


Sin embargo, Rafael de León, que se adaptaba a toda clase de circunstancias, también escribió el precioso poema "No me quieras tanto", en el que daba la vuelta a la tortilla: en sus versos, una veinteañera se enamora de un hombre que le dobla la edad. En esta letra se aprecian perfectamente los arrebatos emocionales propios de las jovencitas que mencionábamos al principio. Estas coplas, por cierto, escritas durante la dictadura franquista, sonaban sin cesar en las radios de cretona y nadie se escandalizaba ni se tiraba de los pelos. A veces, conviene recordarlo.
 
 
Yo tenía veinte años
y él me doblaba la edá.
En mis sienes había noche
y en las suyas madrugá.
Antes que yo lo pensara mi gusto estaba cunplío;
na me faltaba con él.
Me quería con locura, con tos sus cinco sentíos,
yo me dejaba queré.
Amor me pedía
como un pordiosero,
y yo le clavaba, sin ver que sufría,
cuchillos de acero.

¡No me quieras tanto
ni llores por mí!
No vale la pena que por mi cariño
te pongas así.
Yo no sé quererte
lo mismo que tú,
ni pasar la vida pendiente y esclava
de esa esclavitú.
¡No te pongas triste, sécate ese llanto!
Hay que estar alegre, mírame y aprende:
¡No me quieras tanto...!

Con los años y la vía
ha cambiado mi queré
y ahora busco de su labios
lo que entonces desprecié.
Cegaíta de cariño yo le ruego que me ampare,
que me tenga cariá.
Se lo pido de rodillas por la gloria de su mare
y no me sirve de na.
Como una mendiga
estoy a su puerta
y con mis palabras mi pena castiga
dejándome muerta.
 

De to lo del mundo sería capaz,
con tal que el cariño que tú me tuviste
volviera a empezar.
Por lo que más quieras sécame este llanto
maldigo la hora en que yo te dije:
"¡No me quieras tanto!"

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