miércoles, 15 de octubre de 2014

La cerámica en Triana (I)


Frente a la madera y el metal, más usados en el norte de Europa, en el ámbito mediterráneo la cerámica siempre fue el material elegido para producir muchos de los enseres domésticos y también algunos elementos arquitectónicos. La cerámica vidriada tiene sus precedentes en la época romana, sin embargo, su producción aumenta notablemente en Triana durante la dominación islámica, especialmente cuando, en el siglo XII, Sevilla se convierte en una de las capitales del Imperio Almohade. Durante la siguiente fase cristiana, iniciada en la ciudad en 1248, y gracias a la fluida relación con el Reino de Granada que seguiría siendo musulmán durante 250 años más, esta tradición se renueva y potencia, especialmente en sus aplicaciones arquitectónicas.
 
 
La perfección alcanzada por la cerámica mudéjar experimenta en Sevilla un enriquecimiento notable con la llegada de Niculosio Pisano, un ceramista formado en Italia que vivió, trabajó y falleció en Triana. Niculosio aporta a la cerámica sevillana la calidad de su formación académica, su conocimiento de la ornamentación renacentista y su aguda visión comercial, pues pintó azulejos a la nueva manera italiana para clientes poderosos, pero también fabricó un producto semi-industrial, el azulejo de arista, que fue objeto de comercio masivo. Como vemos, durante el siglo XVI hubo en Sevilla una importante comunidad de italianos y también de flamencos. Todos ellos estaban relacionados con las actividades comerciales del puerto de la ciudad. No debe extrañar, por tanto, que fueran ceramistas de esas dos procedencias los que, en Triana y Sevilla, permitieran recuperar, tras la muerte de Niculosio, la técnica de la pintura cerámica ejecutada a la manera italiana. De Génova llegaron ceramistas como Pesaro, Sambarino, Cortivas o Salamone. De Amberes llegó Fran Andríes, quien enseñó la técnica al sevillano Roque Hernández en 1561 y éste, a su vez, a su yerno Cristóbal de Augusta.

 
Entre 1650 y 1700, transcurre en Sevilla un período de decadencia económica y social reflejado en una producción cerámica sencilla, pintada preferentemente en azul y decorada con motivos de inspiración popular. Desde 1700 en adelante, se produce una recuperación en la calidad técnica, aunque los asuntos representados mantienen su inspiración cercana a la cultura del pueblo, mezclando temas ornamentales, devocionales, heráldicos, cinegéticos y anecdóticos. Los productos que marcan la moda llegan ahora desde China, Génova, Talavera, Holanda y Valencia. Combinando estas influencias exteriores, Triana crea un estilo propio, lleno de vivacidad, abasteciendo a un amplio mercado regional y ultramarino.


El siglo XVIII es un período de esplendor para los pintores de loza trianeros, que producen azulejos y vajillas, alcanzando el equilibrio entre una técnica refinada y una decoración muy expresiva. Durante la primera mitad del siglo, se harán muy famosas las lozas de mesa pintadas en azul.
 

En el siglo XIX, se produce en Triana la transición del mundo moderno al contemporáneo, marcada por cambios revolucionarios en la industria, los transportes y las comunicaciones, e impulsada por la mentalidad de la nueva burguesía dominante. Se inicia el siglo en Triana con el mantenimiento de la tradición anterior, pero pronto recala en Sevilla un inglés que cambiará el panorama: Charles Pickman. Por un lado, dos fábricas de loza inglesa -Pickman en la Cartuja y Rodríguez y Cía en San Juan de Aznalfarache-, y por otro, los numerosos talleres de Triana, protagonizan a finales del siglo XIX e inicios del XX un período de auge que algún crítico denominó entonces el "Segundo Renacimiento" de la cerámica sevillana.

 
Charles Pickman (Londres, 1808-Sevilla, 1893) comienza su labor empresarial como importador de vajilla industrial inglesa en Cádiz, pero pronto se establece en Sevilla, compra el antiguo monasterio de La Cartuja, desamortizado por el gobierno liberal, e instala allí una fábrica de loza inglesa. La Cartuja supuso un giro radical en el arte cerámico local. Pickman importa de Inglaterra el nuevo concepto fabril, la producción en cadena, el modelo empresarial, la tecnología, la mano de obra especializada, las materias primas, el catálogo de modelos y las estrategias de venta. Desde el inicio, se establece un fecundo diálogo entre la Cartuja y las fábricas de Triana, con el consiguiente enriquecimiento mutuo. Así, obreros, moldistas, pintores y algunos avances tecnológicos serán objeto de intercambio.

(Fuente: Museo de la Cerámica de Triana, en la calle San Jorge)

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