jueves, 9 de octubre de 2014

Todo es silencio en el jardín

Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!
 

Aunque popularmente se diga que Gibraltar es español, a lo largo de la historia, los británicos han dejado su huella en Algeciras, sobre todo cuando se construyó el hotel Reina Cristina, inspirado en la arquitectura colonial británica. A finales del siglo XIX, Guillermo Jaime Smith, vicecónsul del Reino Unido, vendió unos terrenos en la villa vieja de Algeciras a la compañía de ferrocarril. Sobre esta parcela, el promotor Alexander Henderson financió el hotel, como respuesta a las necesidades de alojamiento derivadas de la inauguración del tren hasta Bobadilla.
 
 
El esbelto edificio, casi a orillas del mar y articulado alrededor de un patio central, mezcla el estilo inglés con elementos típicos de la arquitectura andaluza. Todavía hoy se conservan los exuberantes jardines adyacentes, cuajados de pinos, palmeras y eucaliptos. Numerosos personajes ilustres se han alojado en las habitaciones del Reina Cristina a lo largo de la historia, como Winston Churchill, Charles de Gaulle, Arthur Conan Doyle, Orson Welles... o el torero Ignacio Sánchez Mejías.
 
 
El 16 de abril de 1925 aparece en La Unión el primer artículo de Ignacio, “La hora de Belmonte y Joselito”, fechado en el Hotel Cristina de Algeciras, con esta nota introductoria: “El valiente matador de toros Ignacio Sánchez Mejías nos remite gentilmente la adjunta crónica de una fiesta en el campo de las Utreras, propiedad de los ganaderos Hermanos Gallardo”.

[…] Todo el artículo parece estar bañado por una luz cárdena: en la arena del coso valenciano, en las nubes grises, en la erala brava... Cita Sánchez Mejías a Zuloaga, pintor y torero. Leído desde hoy, el artículo parece preludiar esas “banderillas de tiniebla” con que le evocará García Lorca.

En comparación con las crónicas cinegéticas, el torero ha avanzado mucho en ambiciones literarias. Lo vemos en la finura poética de este paisaje nocturno:

“Hay luna creciente. Abrimos el balcón y contemplamos, un momento, el parque que rodea el hotel. Está solo. Todo el suelo es plata. Así lo hizo la luna. En el fondo hay unas palmeras y unos cipreses. El viento y el mar enmudecieron esta noche. Todo es silencio en el jardín...”.
 
(Andrés Amorós, fragmento de su biografía sobre Ignacio Sánchez Mejías)

 
De pequeña, solían llevarme a los jardines del Reina Cristina los sábados y domingos por la mañana. Recuerdo haber jugado en un pozo rodeado de buganvillas, trepado a una jacaranda, recogido piñones y lanzado pan a los gorriones. Nunca imaginé que, por aquel mismo parque, hubiera paseado Ignacio, nueve años antes de llevar toda su muerte a cuestas. 
 

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