miércoles, 5 de noviembre de 2014

Taberna Don Paco... to mu güeno


La madrileña calle Caballero de Gracia esconde dos secretos. El primero, un oratorio cuyo ábside neoclásico da a la Gran Vía. Y, un poco más abajo, en el número 36, la Taberna Don Paco, que es otro templo, donde se rinde culto a la religión pagana del toreo. Al cruzar el enrejado que hace de puerta, se accede a otro Madrid, uno que ya no existe, salvo en Don Paco. Las vigas de madera y las paredes de ladrillo visto preservan una colección de fotos en blanco y negro: Lupe subida a los hombros de Manolete, Caracol pegando un natural ante la mirada jovial de Paco Camino, Juan Belmonte y Rafael El Gallo sentados en un tendido de sol, Lola bailando y enseñando pierna, La Malena junto a la bellísima Carmen Amaya.
 

En la barra, dos señores hablan de toros con una copa de manzanilla en la mano. ¡Qué pocas tertulias taurinas se escuchan ahora! Recuerdan a Manzanares, con su inmortal vestido canela y oro. Precisamente, unos metros más al fondo, se encuentra Antonio López, regente de la sastrería Fermín. Al poco, los dos señores abandonan la evocación de Manzanares y arriban al puerto sin mar de Curro Romero. ¡Cómo toreaba Curro! ¡Ezo era otra coza...! Quien habla es Gonzalito, el leal mozo de espadas. Y su interlocutor, Paco, don Paco, el dueño de la taberna y su memoria, que pide una ración de tortillitas de camarones con el fin de avivar la tertulia. Nombrar a Ava Gardner basta para incendiar la tarde.
 

"Ava era muy generosa... y se lo bebía todo. Cuando yo era un chaval, me daba muy buenas propinas. Le llevaba el café a la suite del Castellana Hilton, y alguna vez hasta sopa de ajo. Cargaba con las migas de pan en una servilleta, porque antes no existían las bolsas de plástico", rememora don Paco. "¡Eza zeñora era una pantera!", apunta Gonzalito. Todos asienten, incluso Luis Miguel Dominguín, que observa la escena desde una fotografía. "En una ocasión, me pidió que le comprara cuatro velas. Yo se las subí al cuarto. Llevaba un batín de color aguamarina. Se lo desabrochó y empezó a bailar entre las velas. Fue un momento, pero… como abrir la Caja de Pandora, ¿me comprendes?". Algunos recuerdos alimentan más el espíritu que una ración de tortillitas de camarones. "Otra vez, en El Duende, a la señora se le cayó el mechero al suelo. Yo se lo acerqué, pero dijo que me lo quedara de propina. For you. Las propinas, antes, nos la repartíamos entre todos los trabajadores. Tasamos el Dupont de Ava y valía 2.000 pesetas. Yo pagué a mis compañeros la parte correspondiente y me lo quedé. Aún no conservo".
 
Lucía Bosé, Luis Miguel Dominguín y Ava Gardner

Llega la hora de la comida y de pasar al salón. Esto sólo ha sido el aperitivo. Gonzalito se marcha y don Paco tiene que atender a la clientela. La tertulia nos ha sabido a poco, por eso quedamos en vernos otro día para seguir hablando de aquel Madrid, que ya no existe, pero que sobrevive en la prodigiosa memoria de don Paco.
 
El entrañable don Paco

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