Faltar un año a la feria de Valdemorillo es algo así como perderse la Navidad. Es una tradición, un rito hibernal, una necesidad de toros que está por encima de los carteles, la climatología y las circunstancias. Hace siete febreros fui con un amigo a Valdemorillo, el mismo amigo con quien he ido este domingo. En 2009, recuerdo que, sobre los tragaluces de la plaza, se formaban rosas de hielo similares a las que entretenían a Yuri Zhivago durante sus desvelos de invierno. Mientras
el hielo iba creando filigranas en el cristal, arrancaba el paseíllo. Creo que eran Curro Díaz, Juan Bautista y Daniel Luque quienes desfilaban, o tal vez fueran otros, porque los recuerdos, como la nieve, se amontonan sin orden. El tiempo pasa demasiado deprisa.
Dentro de unos años, también habremos olvidado la corrida de este domingo, con Borja Jiménez, Lama de Góngora y Francisco José Espada ante ejemplares de Ana Romero. Salvo un cuarto toro, noble y bien guapo, la tarde se ha esfumado sin nada que destacar. Sin embargo, el paseo entre buenos amigos por las calles del pueblo al terminar el festejo, mientras caía el frío y en las casas empezaba a arder la lumbre, dejando olor a leña, y la placidez de la noche serrana, eso sí que seguirá en nuestra memoria por unos años.
Es reconfortante comprobar que, aunque muchas cosas han cambiado a lo largo de las heladas, lo fundamental continúa intacto, como las tradiciones y los buenos amigos. Incluso tranquiliza ver las mismas caras en Valdemorillo, año tras año, en un pequeño cosmos alrededor de la plaza cubierta de La Candelaria. Lo aprendimos leyendo El Gatopardo: "Que todo cambie para que todo siga igual". Y en ésas estamos.
- Juan inventó la teoría de que "la esencia del toreo es llevarle la contraria al toro." Yo , en eso, nunca estuve de acuerdo con él.
ResponderEliminar-Ya sabemos, tu siempre has dicho que cuando un toro se empeña en irse vivo de la plaza no hay que contrariarle.
- Efectivamente, ha habido veces en que yo he sabido contrariar a los toros , sobre todo cuando me he tropezado con uno de esos toros asesinos que salen a matarle a uno. Yo los conocía bien, y gracias a esto estoy ahora aquí sentado. En cuanto me salía un bicho así me encaraba con él y le decía: " Usted viene a matarme a mi. Pero se equivoca. Usted se irá vivo de la plaza, pero yo también".
-Entonces quien te quería matar era el público.
-Es que el público está muy lejos y no comprende, porque no puede leer en la mirada de los toros.
(Tertulia con Juan Belmonte y El Gallo. Josefina Carabias).