sábado, 9 de marzo de 2013

Engallarse

El calendario de un torero:
- Castellón, 9 de marzo: toros de Cuadri.
- Valencia, 12 de marzo: toros de Adolfo Martín.
- Madrid, 24 de marzo: toros de Torrestrella.
- Sevilla, 11 de abril: toros de Cuadri.


¿De quién en este "planning"? De Eduardo Gallo, el resucitado. Ojo: este Gallo nada tiene que ver con aquel otro que nos producía sueño hace tres, cuatro o cinco temporadas. Al Gallo de hoy le sirven todos los toros y se coloca más bien que la mar. Sólo tiene un defecto, un "espolón" de Aquiles: la espada, porque pica, pero no remata la pelea. Por lo demás, en el ruedo, se hace el amo del corral.
 
 
Me reconvertí al gallismo a comienzos de mayo del año pasado, cuando le vi torear en Las Ventas una infumable corrida de Martín Lorca. Se rumorea que este San Isidro se ha apuntado a la de Pedraza de Yeltes. Antes le esperan Cuadris, Adolfos y Torrestrellas. Hoy, sábado, empieza la tourné. En Madrid le esperamos dentro de un par de semanas para que inaugure la temporada venteña... y para que abra la Puerta Grande, que ya toca. Mucha suerte al Gallo de Salamanca.
 
 
He aquí el apunte que escribí el año pasado tras la mansada de Martín Lorca, el 7 de mayo:
"Una vieja leyenda reza que en Santo Domingo de la Calzada “cantó la gallina después de asada”. No en vano, y en recuerdo de este mito, un gallo y una gallina blancos viven dentro de la Catedral riojana durante todo el año.

 
Este domingo en Las Ventas volvió a cantar un gallo oriundo de Salamanca al que ya daban por asado. Resucitó Gallo en dos faenas repletas de temple, exposición, buena colocación, inteligencia y ligazón. Sólo falló una cosa… algo, por cierto, imprescindible: los toros de Martín Lorca que le cayeron en suerte, sin duda, el peor lote de la tarde. Su primero era una babosa mansurrona y medio inválida; mientras que su segundo se asemejaba a un mulo clavado al piso que, más que embestir, topaba de feas maneras. Tuvo mejor son el trasteo al noble gusarapo donde pudo verse al Gallo templadísimo de antaño, despejado y cruzándose al pitón contrario. Previamente, brilló con el recibo de capote a pies juntos y llevando por galleos a su toro al caballo, con garbo y frescura. Ante el quinto, un ejemplar hondo y serio, y al que también toreó con gusto a la verónica, se pegó un arrimón de mucho cuidado hasta rematar entre los pitones. Pinchó ambas faenas y dio dos calurosas vueltas al ruedo. Como muestra de gratitud por esta deseada resurrección, un aficionado de sol regaló al salmantino un gallo que se emplazó en la boca de riego y ni Florito era capaz de enchiquerar. Bien es sabido que cuando estos animales se engallan, cuesta mucho echarles la mano al pescuezo. Ojalá Eduardo Gallo siga con su encaro y lo veamos pronto con un toro de verdad, a ser posible en alguna sustitución de San Isidro, que bien merecida la tiene".

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