miércoles, 20 de marzo de 2013

Tiempo de torrijas

Mi hermana, en asuntos de comer, no se anda con bromas. Hace poco, se propuso catar las torrijas de todas las confiterías de Sevilla en un fin de semana. No es la primera vez que emprende proezas de esta naturaleza. Si existiera un Libro Guinness Rancio, ocuparía una o dos páginas. Como es muy perfeccionista, acabó elaborando dos rankings: uno de torrijas enmeladas y otro de torrijas con azúcar y canela. Ella sabe perfectamente que no se deben mezclar churras con merinas. El tour torrijero tuvo su guasa. Finalmente, en la primera categoría, ganó el Horno de San Buenaventura (Avenida de la Constitución); y en la segunda, la pastelería Los Angelitos (Calle Santa María La Blanca).


Medalla de Oro en la categoría de Torrijas con miel

Medalla de Oro en la categoría de Torrijas con azúcar y canela

Otras participantes

Diploma a la torrija más empalagosa

La otra tarde, ya en Madrid, fui a tomar café a casa de una amiga (una de las Damnificadas por las Comedias Románticas). Sacó unas torrijas realmente ricas: poco dulces, sin miel y muy migadas en leche. Las había comprado en La Oriental (Calle Ferraz). Otro lugar muy recomendable para surtirse de torrijas es la pastelería Fedra (Calle de Villamanín). Las prepara Antonio José que, para más señas, es un excelente aficionado a los toros. Le conté ambos descubrimientos a mi hermana y ya está planificando un inminente viaje a Madrid.


"La luz —el azahar de Dios— se vino de pronto por las tapias, gateando, y se quedó en la rosa, terminando de pintar los detalles del divino esplendor de la flor, y con qué tino. Una luz que se vino tan callando que nadie adivinó cómo ni cuándo escribió la mañana en femenino. Se fue dorando luego, al mediodía, cuando en sus transparencias ya tenía los últimos milagros del pincel. Y se metió después —¿por qué rendijas?— entre cuadrados panes de torrijas. Y, espesa al derramarse, se hizo miel.


Porque venías por la calle en días como éstos; venías desde tu pueblo, humana abeja reina sin más alas que aquella blusa negra de aquel luto que envejecía contigo a cada paso. Venías con dos cacharros de hojalata que en el camino andado serían alados panales. Venías con tu luto y con tu pena para endulzar el pan de la cuaresma. Yo te recuerdo la voz siempre entre suspiros, como si el suspiro fuera el largo monosílabo con el que tu sangre pronunciaba la pena de nunca supe qué ausencia, si tu marido, si un hijo. Pero eras un dulce luto cuando abrías los cacharros y ofrecías lo mejor que habían libado las abejas. Y como regalo guardado en las faldriqueras de tu carga, algún trozo de panal y un bote de melaza.


La casa toda era una víspera de peroles y lebrillos. El aceite esperaba en las damajuanas o en la tinaja vidriada, y de la panadería había llegado la voz de que ya estaban haciendo pan para torrijas, aquellas barras a las que llamaban teleras. Huevos frescos de las gallinas del corral, tenedores que esperaban en los platos hondos para batir la clara a punto de nieve, con la misma impaciencia con la que esperaban los bieldos en la orilla de la era la hora de la marea y de la parva. Llegabas tú como salida —renacida— de un dulce cuento de cuaresma.


Venías cansada de la clivosa cuesta que te separaba del pueblo, que si duro era subir andando aquella cuesta, más duro, penoso, debía de ser subirla cargada con dos cántaras llenas de miel. Pero venías siempre hermosa de mercancía, deseada en las cocinas de este tiempo donde ya habían tenido su turno espárragos y tagarninas, y espinacas, y ese nunca exacto milagro del majado en el mortero —aceite caliente, pimiento molido, comino, ajos y pan fritos, una gota de vinagre— que tanto ha saboreado a la herencia cocinera de nuestra tierra. Llegabas tú, mujer, melera cuaresmal, como primer personaje de una pasión que iba de la hornilla al paladar. La luz ya lo había terminado casi todo. Faltabas tú, encerrada luz de miel, y le ponías al día ese toque de Dios tan necesario".

ANTONIO GARCÍA-BARBEITO
"Luz de miel"


Feliz entrada de la primavera gracias a los consejos de Mafalda

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