martes, 18 de junio de 2013

¿Summertime?


A 1816 se le conoce como "el año sin verano". El motivo para explicar este fenómeno es bien simple: la combinación de una histórica caída de la actividad solar con un invierno volcánico, que culminó con la erupción de un monte en Indonesia. Asuntos de andar por casa. Últimamente no sé qué ha erupcionado, pero vamos por el mismo camino de vivir un verano que nunca fue..., o que lo es a ratos, pues pasamos de 40 a 20 grados en una madrugada.
 
 
La Wikipedia describe así el verano de 1816:
 
"Las consecuencias en todo el planeta fueron desastrosas, ya que bajaron las temperaturas varios grados. Las cosechas se malograron, la lluvia se triplicó en algunas zonas del mundo y nevó copiosamente en lugares cercanos al Ecuador, como el sur de México y Guatemala.

En mayo de 1816, la escarcha quemó la mayoría de las cosechas que se habían plantado, y el 2 de junio una gran tormenta de nieve produjo muchas muertes. En julio y agosto, se observó hielo en ríos y lagos en latitudes tan al sur como Pensilvania. Fueron comunes impresionantes y rápidas oscilaciones de temperatura, pasando en cuestión de horas de las normales o superiores a lo normal del verano (tan altas como 35 °C) a cercanas al punto de congelación.
Aunque los granjeros de Nueva Inglaterra consiguieron que las cosechas de maíz y otros granos llegaran a madurar, los precios subieron considerablemente. La avena, por ejemplo, casi multiplicó por ocho su precio, pasando de 12 centavos por bushel del año anterior a 92 centavos. Europa, que todavía se estaba recuperando de las guerras napoleónicas, padeció la escasez de comida. Estallaron disturbios en Gran Bretaña y Francia y se saqueaban almacenes de grano. Sin embargo, la violencia fue peor en Suiza, donde el hambre forzó al gobierno a declarar emergencia nacional".

Como no hay mal que por bien no venga, y un artista siempre debe andar al quite, Turner plasmó en sus cuadros de atardeceres ambarinos y apocalípticos aquellas nubes de ceniza de 1816.

Dicen los meteorólogos que el verano de 2013 va a ser el más frío y lluvioso desde 1816. A esto hay que añadir una plaga de polillas gigantes que ha invadido ciudades como Madrid o Salamanca.

 
Total, que vivimos a medio camino entre Macondo y las diez plagas bíblicas sobre Egipto.
 
"La séptima plaga de Egipto fue una destructiva tormenta. Dios le dijo a Moisés que estirase su vara hacia el cielo, punto en el cual la tormenta comenzó. Era incluso más sobrenatural que la plaga anterior, una poderosa ducha de granizo mezclada con fuego. La tormenta dañó gravemente a los huertos y cultivos egipcios, así como a las personas y al ganado.

[…] La octava plaga de Egipto fueron las langostas […] Moisés demandó que cada persona y animal se fuera, pero el Faraón se negó. Dios entonces le dijo a Moisés que estirase su vara sobre Egipto y recogió un viento del este. El viento se mantuvo hasta el día siguiente, cuando se trajo un enjambre de langostas. La nube cubrió el cielo, arrojó sombras sobre Egipto, y consumió el resto de los cultivos egipcios, acabando con todos los árboles y las plantas".
Según el Éxodo, este verano aún nos queda lidiar con la oscuridad y la muerte de los primogénitos. De momento, en las plazas de toros, seguimos buscando los tendidos de sol mientras arruinamos a los vendedores a abanicos y de agua helada. Paciencia y manta.
Nos recortan hasta el verano

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