jueves, 15 de mayo de 2014

Alegrías de San Isidro


"Una de las prendas más valiosas de doña Gregoria, la mujer de don Agustín, era un mantón de Manila que había heredado de su madre. El mantón era lo último que se empeñaba en los días muy negros y lo primero que se liberaba en los risueños días. Y en el verano, en los tiempos verbeneros, antes se quedaba toda la familia sin comer en quince días que empeñar el mantón, el cual tenía que lucirlo, bien su dueña o bien su hija, en las kermeses y en las señaladas noches de verbena" (Antonio Díaz-Cañabate).
 
 
Así de juncales y carialegres, luciendo sus mantoncillos de Manila, iban antes las madrileñas a la verbena de San Isidro. Ni la penuria de la postguerra era capaz de ensombrecer aquellos rostros dulces como el mosto y tostados como las rosquillas del Santo. Morenas y rubias, hijas todas del pueblo de Madrid.
 
 
Algo me cuestan mis chulapas, pero la cosa es natural,
no han de salir a todas horas, con un vestido de percal.
Pero también algunas veces, se me ha ocurrido preguntar,
¿Si me querrán esas chiquillas, por mi dinero nada más?
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario