España no se parece a nada de lo que me habían contado de ella. No pude echar más que un vistazo, pero mi vuelta al mundo me había demostrado que una mirada rápida es a veces más exacta que un viaje de estudios donde la mente se enreda. O entonces habría que vivir en un país para darse cuenta, a la larga, que la primera impresión era la válida.
España no sabe de avaricia. Tira su dinero por los balcones, maravillosos balcones de plantas verdes y de flores. Esto es una expresión consagrada. Quiero decir que España gasta y da todo lo que tiene. El resultado es que España es un país pobre que es rico y Francia es un país rico que es pobre.
[...] No soy muy sensible a lo pintoresco. Seguramente por eso enseguida percibí esa moral particular que el español opone a la moral propiamente dicha. España no es un país "poético". Es un poeta, en bloque, con todo lo que esto conlleva de individualismo. Pero su individualismo tiene de particular que es de masas y, por así decirlo, nacional.
La corrida es el espectáculo en donde la poesía española se expresa sin ningún tipo de coacción. Es un espectáculo y una ciencia. Belmonte ha convertido esta ciencia en una ciencia exacta donde Manolete tiene la función de Dios supremo. Tiene capillas por todas partes. Manolete es el ejemplo perfecto del torero. El público no le exige que dé más que los otros, sino que dé más de sí mismo. De este Dios de la plaza querían que hiciese milagros [...] En esta antigua tríada del torero, el toro y el público, el público tiene el papel más feroz.
[...] Edgar Neville nos acompaña en Andalucía. Sin su presencia, jamás hubiéramos sobrepasado las puertas prohibidas. No habríamos dado paseos nocturnos por La Alhambra, quizás hubiésemos sucumbido a las absurdas leyendas que cuentan que se come mal en España o que los hoteles son inhabitables porque nadan en aceite rancio. En España, tanto el alma como el cuerpo encuentran alimentos maravillosos. En cualquier albergue andaluz te sientes como en casa.
He visitado las bodegas de Jerez, que los franceses pronuncian Kérès o Llérès y los españoles Hhheré. Dibujé y firmé en una barrica de la bodega real. Bebí jerez de la época isabelina. Era como óxido de sable, hierro diluido en sangre. Parece ser que estas barricas negras contienen el oro y la sangre de los reyes que descansan en sarcófagos negro y oro de un nicho en El Escorial, superpuesto como las celdas de una colmena.
Jean Cocteau
Fragmento de "Apuntes sobre un primer viaje a España" (julio de 1954)
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