lunes, 27 de julio de 2015

¡Eran Miuras, miopes!

Foto de Cayetano Talens

La Feria de Julio de Valencia ya tiene triunfador: Rafaelillo. El murciano toreó primorosamente este domingo, arrastrando la muleta por el albero, enganchando las embestidas y rematando detrás de la cadera, templando, cargando la suerte, dejando remates desmayados... Una lección de toreo clásico y del caro, unánime e intemporal. Este derroche de magisterio no lo hizo ante un Victoriano del Río, un Zalduendo, un Garcigrande o un Núñez del Cuvillo. Ni por asomo. ¡Eran Miuras! Rafaelillo curó ayer más de una ceguera, rehabilitó a algunos cortos de vista -profesionales, aficionados y periodistas-, quienes sostienen que sólo el "toro moderno" -previsible y obediente- permite el triunfo del torero y el disfrute del público. Ante los Miuras también se vence... y hasta la Diputación Provincial de Valencia lo ha reconocido. 

Los amantes de la emoción, la casta, la torería y la fiereza del toro tenemos una deuda con Rafaelillo tras su hazaña en el coso de la calle Xátiva. Ayer se lanzó sobre el tapete de la temporada una carta decisiva: una corrida "torista" puede llevarse el gato al agua en cualquier feria. Este tipo de festejos, donde prima la emoción merced a la bravura del toro y la hombría de los toreros, no son el hermano pobre de los carteles de "figuras" y relumbrón. Y, para más satisfacción, Rafaelillo lo demostró en uno de los corazones de la Neo-Fiesta: Valencia. ¡Que eran Miuras, miopes!


Rafaelillo, que pudo haber cortado cuatro orejas, sólo paseó una al fallar repetidas veces con la espada. Este hecho arroja otra enseñanza: el toreo no es un deporte, por tanto, el resultado no se "mide" a través de un marcador. Las orejas no son goles. Hay faenas sublimes sin premio que quedan en la memoria por siempre. Y otras, atiborradas de despojos, que se olvidan al salir de la plaza. Últimamente, la Tauromaquia ha tomado una deriva triunfalista que la aparta de la épica: el héroe no siempre gana. Este domingo, Rafaelillo salió de la plaza a pie y su compañero Manuel Escribano -otro tío de las medias a la castañeta- se fue con la casaquilla, el chaleco y la camisa hechos trizas.  

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