Dice Antonio Ferrera que quiere matar seis victorinos en la Feria de Abril. Con semejante apuesta sobre el tapete, vuelve el guerrero de las 36 cornadas. Todo o nada. Acaba de recibir el alta definitiva tras fracturarse el brazo derecho el pasado mes de junio -lo que le obligó a cortar la temporada- y es consciente de que la partida comienza desde cero. Durante su convalecencia, otros matadores le han tomado la delantera en la ruleta de los carteles. Rafaelillo, sin ir más lejos. El toreo es implacable -a veces injusto- y el menor tropiezo se paga con el ostracismo o el olvido. De hecho, Ferrera no es el único "exiliado" de la temporada 2015.
A causa de una mala tarde -la desafortunada encerrona del Domingo de Ramos en Las Ventas-, tanto detractores como partidarios hicieron de Fandiño un auténtico proscrito. Él, que encarna mejor que nadie el mito de Sísifo, también vuelve a empujar su pesada carga desde el pie de la montaña. Por otros motivos -dos espeluznantes cornadas a las que sobrevivió milagrosamente-, Jiménez Fortes es otro diestro que "renace" en 2016; sin olvidar a David Mora, quien, a partir de Fallas, retoma una lucha que quedó truncada en el San Isidro de 2014.
Por cornadas físicas o morales, estos cuatro matadores reciben al próximo año bajo los sones de Begin the Beguine. Volver a empezar. Su mérito es inconmensurable y su cometido, aún mayor: encarnar la grandeza -y la crudeza- del toreo como recientemente hizo Padilla. Por justicia, la afición no debe mostrarse cicatera con su inminente destino, pues incluso los valientes merecen magnanimidad de vez en cuando. Ya lo escribió Camus: "No hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza". Suerte y gratitud, pues, para los "sísifos" del toreo.
"Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es
tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su
odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio
indecible en el que todo el ser se dedica a no acabar nada. Es el precio que
hay que pagar por las pasiones de esta tierra. No se nos dice nada sobre Sísifo
en los infiernos. Los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con
respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para
levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien
veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la
ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la
calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos
llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin
cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces cómo
la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que
habrá de volver a subirla hasta las cimas, y baja de nuevo a la llanura" (Albert Camus, El mito de Sísifo).
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